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En ese mismo momento su mayordomo apareció en la entrada. "Señorita Susannah," dijo, "el carruaje de los Shelbourne espera fuera. "

Susannah saltó sobre sus pies. "Gracias. Salgo ahora mismo. "

"Te esperaré," dijo Letitia, siguiéndola hacia el vestíbulo. "Espero que me lo cuentes todo. "

¿"Y estropearte el final? " bromeó Susannah.

"Pssh. No es como si no hubiera leído El Mercader de Venecia diez veces por lo menos. Ya sé el final. ¡Solamente quiero que me cuentes sobre Kean! "

"Él no es tan atractivo como Kemble," dijo Susannah, poniéndose el abrigo y el manguito.

"Ya he visto Kemble," dijo Letitia con impaciencia. "A quien no he visto es a Kean. "

Susannah se adelantó y depositó un afectuoso beso sobre la mejilla de su hermana. "Te contaré todos los detalles de la velada. Te lo prometo. "

Y luego afrontó el aire helado y camino hacia el carruaje de los Shelbourne.

* * *

Menos de una hora después, Susannah estaba cómodamente instalada en el palco de los Shelbourne en el Teatro Real, en Drury Lane, contemplando ávidamente el recién diseñado teatro. Ella había tomado felizmente asiento en el borde más apartado del palco. Los Shelbournes y sus invitados charlaban lejos, sin prestar atención, como el resto del auditorio, a la farsa que la compañía interpretaba como un preludio a la obra principal. Susannah tampoco prestaba ninguna atención; lo único que quería era inspeccionar el nuevo teatro.

Era irónico, en realidad – los mejores asientos del teatro parecían ser los de abajo en el patio de butacas, con toda la chusma, como a su madre le gustaba decir. Aquí estaba ella, en una de los palcos más caros del teatro, y una enorme columna bloqueaba parcialmente su vista.

Iba a tener que enroscarse considerablemente en su asiento, y, de hecho, incluso inclinarse sobre la repisa del palco para poder ver la representación

."Tenga cuidado, no vaya a caer," murmuró una profunda y masculina voz.

Susana dio un respingo. "¡Milord!” dijo sorprendida, girándose para quedar cara a cara con él Conde de Renminster, entre toda la gente asistente. Él estaba sentado en el palco contiguo al de los Shelbournes, lo bastante cercano para poder conversar a través del hueco de la mampara que separaba los palcos.

"Qué sorpresa tan agradable," dijo él, con una agradable y ligeramente misteriosa sonrisa. Susannah pensó que todas sus sonrisas tenían un toque misterioso.

"Estoy con mis primos," dijo ella, haciendo un gesto hacia el resto de los ocupantes. "Los Shelbournes," añadió, aunque fuera bastante obvio.

"Buenas noches, Lord Renminster," dijo Lady Shelbourne con excitación. "No me di cuenta de que su palco estaba al lado del nuestro. "

Él saludó con la cabeza. "No he tenido la oportunidad de ver mucho teatro últimamente, me temo. "

La cabeza de Lady Shelbourne se balanceó mostrando su acuerdo. "Es tan difícil encontrar tiempo. Tenemos tantos compromisos este año. ¿Quién habría pensado que tantas personas regresarían a Londres en enero? "

"Y todo por un montón de nieve," no pudo por menos que comentar Susannah.

Lord Renminster se rió entre dientes ante su tranquilo comentario antes de avanzar y apoyarse en el borde del palco para dirigirse a Lady Shelbourne.

"Creo que va a comenzar la representación," dijo él. "Ha sido, como siempre, un placer verla. "

"En efecto," gorgojeó Lady Shelbourne. "Espero que pueda asistir a mi fiesta de San Valentín el próximo mes."

"No me la perdería por nada del mundo," le aseguró él.

Lady Shelbourne se recostó en su asiento, pareciendo tan satisfecha como aliviada, y luego reanudó su conversación con su mejor amiga, Liza Pritchard, quien, Susannah estaba absolutamente convencida, estaba enamorada del hermano de Lady Shelbourne, Sir Royce Pemberley, quien también se sentaba en el palco.

Susannah creía que el sentimiento era reciproco, pero desde luego ninguno de ellos pareció darse cuenta, y de hecho, la señorita Pritchard parecía haber depositado sus esperanzas en el otro soltero asistente, Lord Durham, quien, en opinión de Susannah, era un poco pelmazo. Pero no era asunto suyo advertirles de sus respectivos sentimientos, y además ambos, junto con Lady Shelbourne, parecían estar inmersos en una absorbente conversación sin ella.

Lo que la dejaba a merced de Lord Renminster, quien aún la miraba a través del hueco entre sus respectivos palcos. "¿Le gusta Shakespeare?” le preguntó ella conversacionalmente. Era tal su alegría por haber sido invitado a ver el Shylock de Kean que hasta se las podría arreglar para dirigirle una luminosa sonrisa a él.

"Sí," contestó él, " aunque de toda su obra prefiero las tragedias. "

Ella asintió, decidiendo que se sentía capaz de mantener una conversación cortés si él también podía. "Eso pensé. Son más serias. "

Él sonrió enigmáticamente. "No puedo decidir si acabo de ser halagado o insultado. "

"En situaciones como éstas," dijo Susannah, sorprendida al sentirse tan cómoda conversando con él, " debería optar por sentirse siempre halagado. Uno comprende que es más sencillo y agradable de este modo. "

Él rió en voz alta antes de preguntar, "¿Y usted? ¿Cuál de las obras del bardo prefiere? "

Ella suspiró felizmente. "Las adoro todas. "

"¿De verdad? " le preguntó, y ella se sorprendió al oír verdadero interés en su voz. "No tenía ni idea de que le gustara tanto el teatro. "

Susannah lo miró con curiosidad, ladeando la cabeza levemente. "No creía que usted se interesara por mis aficiones de una u otra forma. "

"Cierto," accedió él, "pero Clive no siente mucho interés por el teatro. "

Ella sintió que su columna se ponía ligeramente rígida. "Clive y yo nunca compartimos todos nuestros intereses. "

"Obviamente no," dijo él, y ella pensó que había oído hasta un poco de aprobación de su voz.

Y luego -sin saber porque decía esto, ¡era el hermano de Clive!, por el amor del cielo -dijo, "Habla sin cesar. "

El conde pareció ahogarse con su lengua.

"¿Se encuentra bien? " preguntó Susannah, inclinándose hacia él con expresión preocupada.

"Bien," jadeó el conde, dándose unas palmadas sobre el pecho. "Simplemente… ah… me sobresaltó. "

"Ah. Le pido disculpas. "

"No hace falta," le aseguró él. "Yo evito siempre asistir al teatro con Clive. "

"Es difícil para los actores meter baza en su conversación," estuvo de acuerdo Susannah, resistiéndose al impulso de poner los ojos en blanco.

Él suspiró. “Hasta hoy, todavía no sé lo que pasa al final de Romeo y Julieta. "

Ella jadeó. "Usted no-oh, se está burlando de mí. "

"¿Ellos vivieron felizmente juntos al final, verdad? " preguntó él, con ojos inocentes.

"Oh, sí," dijo ella, sonriendo con maldad. "Es una historia edificante. "

"Excelente," dijo él, recostándose en su asiento mientras clavaba sus ojos en el escenario. "Es estupendo haber aclarado esto finalmente. "

Susannah no pudo evitarlo. Se rió tontamente. Era extraño que el Conde de Renminster realmente tuviera sentido del humor. Clive decía siempre que su hermano era el hombre más "maldita y espantosamente serio” de toda la Inglaterra. Susannah nunca había tenido ninguna razón para dudar de su evaluación, sobre todo cuando él realmente usó la palabra "maldito" delante de una dama. Un caballero generalmente no lo hacía a menos que él estuviera muy seguro sobre su declaración.

En ese mismo momento las luces del teatro comenzaron a atenuarse, sumergiendo a los aficionados en la oscuridad. ¡"Oh! " exclamó Susannah, avanzando sobre la barandilla del palco. "¿Ha visto usted eso? " preguntó con excitación, girándose hacia el conde. "¡Que ingenioso! Dejan sólo las luces sobre el escenario. "

"Es una de las innovaciones de Wyatt," contestó él, refiriéndose al arquitecto que había renovado recientemente el teatro tras un incendio. "Así resulta más fácil ver el escenario, ¿no cree?"