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¿Clive? ¿Cómo podía ella pensar que él era como Clive?

Se había pasado su vida entera sacando a su hermano de líos, accidentes y potenciales desastres. La palabra más significativa era "potencial", puesto que David lograba interceder siempre antes de que "las situaciones" de Clive se tornaran calamitosas.

David gruñó cuando recogió el periódico arrugado del suelo y lo lanzó a la chimenea encendida. Quizás había sido demasiado protector con Clive durante todos esos años. Con su hermano mayor alrededor para solucionar todos sus problemas, ¿por qué debería haber aprendido Clive responsabilidad y rectitud?

Tal vez la próxima vez que Clive se encontrara con el agua al cuello, David debería dejarle ahogarse un ratito. Pero en cualquier caso…

¿Cómo podría Susannah decir que ellos dos eran parecidos?

Gimiendo su nombre, David se desplomó en el sillón más cercano al fuego. Cuando la veía en su mente-algo que llevaba haciendo aproximadamente tres veces por minuto desde que la dejara en su casa, y de eso hacía ya seis horas-era siempre con las mejillas tersas y ruborizadas del frío, con copos de nieve precariamente suspendidos sobre sus pestañas, y con su generosa boca sonriendo de placer.

La imaginó en el banco de nieve, en el momento en que él había tenido la revelación más asombrosa e impresionante. Había decidido perseguirla porque ella haría una excelente condesa, lo cual era cierto. Pero en aquel momento, cuando había mirado fijamente su encantadora cara y tuvo que usar cada gramo de su autocontrol para no besarla

Justo allí mismo, delante de toda la alta sociedad, comprendió que ella sería algo más que una excelente condesa.

Sería una maravillosa esposa.

Su corazón se había estremecido de placer. Y de temor.

Aún no estaba del todo seguro de lo que sentía por ella, pero cada vez se hacía más evidente que esos sentimientos se enroscaban tercamente en y alrededor de su corazón.

Si ella todavía amaba a Clive, si todavía añoraba a su hermano, entonces la había perdido. Daba igual si decía sí a su oferta de matrimonio. Si ella todavía quería a Clive, entonces, él, David, nunca la tendría realmente.

Lo cuál significaba que la gran pregunta era -¿ podría él soportarlo? ¿Que sería peor -¿ser su marido, sabiendo que ella amaba a otro, o no tenerla en absoluto?

No lo sabía.

Por primera vez en su vida, David Mann-Formsby, Conde de Renminster, no entendía su propia mente.

Simplemente no sabía que hacer.

Era una horrible, dolorosa e inquietante sensación.

Miró el vaso de whisky, posado casi al alcance de su mano sobre la mesa al lado del fuego. Maldición, realmente había querido emborracharse. Pero ahora se sentía cansado y vacío, y a pesar de lo mucho que esto lo fastidiaba, incluso se sentía demasiado perezoso hasta para levantarse del sillón.

Aunque el whisky pareciera realmente atractivo.

Casi podía olerlo desde allí.

Se preguntó cuanta energía necesitaría para ponerse en pie. ¿Cuantos pasos habría hasta el whisky? ¿Dos? ¿Tres? No era tanto. Aunque parecía muy lejano, y…-

"Graves me ha dicho que te encontraría aquí. "

David gimió sin mirar hacia la puerta. Clive.

Una persona a quien no quería ver en ese momento.

La última, de hecho.

Debería haber instruido a su mayordomo para que dijera a su hermano que no estaba en casa. Nunca antes en toda su vida David "no había estado en casa" para su hermano. La familia era siempre prioritaria en su vida. Clive era su único hermano, pero tenía primos y tías y tíos, y David era responsable del bienestar de hasta el último de ellos.

No, es que hubiera tenido otra opción. Él se había convertido en el cabeza de familia de los Mann-Formsby a los dieciocho años, y no había habido un solo día desde la muerte de su padre en el que hubiera podido permitirse el lujo de pensar sólo en él.

No, hasta Susannah.

La quería. A ella. Solo por quién era, no porque fuera a se una excelente adquisición para la familia.

La quería para él. No para ellos.

"¿Has estado bebiendo? " preguntó Clive.

David miró con ansia el vaso. "Desgraciadamente, no. "

Clive cogió el vaso de la mesa y se lo dio.

David se lo agradeció con la cabeza y tomó un largo trago. "¿Qué haces aquí? " preguntó, sin importarle si sonaba descortés y grosero.

Clive no respondió durante un momento. "No lo sé," dijo finalmente.

Por alguna razón, esto no sorprendió a David.

"No me gusta el modo en que tratas a Susannah," soltó Clive.

David lo miró incrédulo. Clive estaba de pie delante de él, rígido y enojado, con las manos apretadas en dos puños a sus costados. "¿No te gusta el modo en que trato a Susannah? " preguntó. "¿ No te gusta? ¿Puedo preguntar con que derecho ofreces tu opinión? ¿Y cuando, te ruego que me digas,he dado la impresión de que me importara? "

"No deberías jugar con ella," barbotó Clive.

"¿Cómo haces ? "

"Yo no estoy jugando con nadie. " La expresión de Clive se tornó enojada y petulante. "Estoy casado. "

David dejo de golpe el vaso vacío sobre la mesa. "Un hecho que harías bien en recordar. "

"Me preocupo por Susannah. "

"Deberías dejar de hacerlo," dijo David, mordiendo las palabras.

"No tienes ningún derecho – "

David se puso en pie bruscamente. "¿De qué va esto en realidad, Clive? Porque sabes bien que no tiene nada que ver con tu preocupación por el bienestar de Susannah. "

Clive no dijo nada, tan solo se quedó allí, de pie, mirando fijamente a su hermano mayor mientras su piel enrojecía de furia.

"Oh, por Dios," dijo David, con voz que destilaba desdén. "¿Estas celoso? ¿Es eso? Porque

déjame decirte que perdiste cualquier derecho a sentir celos por Susannah cuando la humillaste públicamente el verano pasado. "

Clive palideció. "Nunca quise avergonzarla. "

"Por supuesto que no," dijo David, amargamente. "Tú nunca quieres hacer nada. "

Clive apretó aún más la mandíbula, y David pudo ver como sus puños temblaban por el deseo de golpearlo. "No tengo por qué permanecer aquí y escuchar esto," dijo Clive, con voz baja y furiosa.

"Márchate, entonces. Estás invitado. Tú eres quien ha venido aquí sin avisar y sin ser invitado. "

Pero Clive no se movió, permaneció en el mismo lugar sacudido por la cólera.

Y David ya había tenido bastante. No tenía ganas de ser caritativo, y no tenía ganas de ejercer de maduro hermano mayor. Todo que quería era que lo dejaran en paz. "¡Vete! " dijo hoscamente. "¿No decías que te marchabas? " Agitó el brazo hacia la puerta. "¡Fuera! "

Los ojos de Clive se estrecharon con veneno… y dolor. "¿Qué clase de hermano eres? " susurró.

"¿Qué clase- qué quieres decir? " pregunto David boquiabierto por la sorpresa. "¿Cómo te atreves a cuestionar mi lealtad? Me he pasado la vida entera deshaciendo tus desastres, incluso, podría añadir, el de Susannah Ballister. Destruiste su reputación el verano pasado – "

"No la destruí," interpuso Clive, rápidamente.

"Muy bien, no la arruinaste para el matrimonio, solo la convertiste en un hazmerreír. ¿Cómo crees que sienta eso? "

"No pensé…- "

"No, no pensaste," lo interrumpió David. "No pensaste ni por un momento en nadie que no fueras tú. "

"¡No era eso lo que iba a decir! "

David se dio la vuelta disgustado, caminando hacia la ventana y apoyándose pesadamente en el marco. "¿Por qué estas aquí, Clive? " preguntó fatigadamente. "Estoy demasiado cansado para una discusión fraternal esta noche. "