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"Clive," gruñó David.

"Tener un gran gesto," dijo Clive rápidamente. "Algo desproporcionado y romántico y completamente ajeno a tu carácter. "

"Cualquier clase de gesto de ese tipo seria ajeno a mi carácter," se quejó David.

"Exactamente," dijo Clive, y cuando David alzó la vista, vio que su hermano sonreía ampliamente.

"¿Qué debería hacer? " David preguntó, odiando ser el que pide consejo, pero lo bastante desesperado para hacerlo, de todos modos.

Clive se puso de pie y se aclaró su garganta. "¿Bueno, cuál sería el encanto si te dijera lo que tienes que hacer? "

"Yo lo encontraría encantador," dijo David rechinando los dientes.

"Ya pensarás en algo," dijo Clive, de forma poco servicial. "Un gran gesto. Todo hombre puede ser capaz de al menos un gran gesto en su vida. "

"Clive," dijo David, con un gemido, " sabes que los grandes gestos no son de mi estilo. "

Clive se rió entre dientes. "Entonces supongo que tendrás que incorporarlos a él. Al menos por ahora. " Sus cejas se fruncieron, y entonces comenzó a burbujear con una risita ligeramente controlada. "Al menos durante el día de San Valentín," añadió, sin contener entonces su diversión, "que creo que es… ah… dentro de once días, más o menos. "

El estómago de David dio un vuelco. Tenía la sensación de que era el corazón, que se había desplomado hasta allí. El día de San Valentín. ¡Dios bendito, el día de San Valentín!. La maldición de cualquier hombre sensato y razonable. Si alguna vez era de esperar un gran gesto, era durante el día de San Valentín.

Se tambaleó en su asiento. "El día de San Valentín," gimió.

"No puedes evitarlo," dijo Clive alegremente.

David le lanzó una mirada asesina.

"Creo que es hora de que me despida," murmuró Clive.

David no se molestó ni en mirar a su hermano cuando se marchó.

El día de San Valentín. Le pareció como una perfecta sincronización. Hecho a medida para declararse a alguien.

¡Ajá!. Hecho a medida si uno fuera del tipo locuaz, romántico y poético, lo cual David, sin la menor duda, no era.

El día de San Valentín.

¿Qué demonios iba a hacer?

* * *

A la mañana siguiente, Susannah despertó sintiéndose nada descansada, nada feliz y saludable, y definitivamente nada refrescada.

No había dormido.

Bueno, por supuesto había dormido, si una quería ser fastidiosamente preciso. No es que hubiera estado sin poder dormir la noche entera. Pero sabía que había visto dar la una en punto en el reloj. Y recordaba vagamente haberlo mirado también a las dos y media, las cuatro y media, las cinco y cuarto, y a las seis. Por no mencionar que se había ido a la cama a medianoche.

Así que sí había dormido, pero sólo a ratos.

Y se sentía fatal.

Lo peor de todo era – no solamente que estuviera cansada. Ni siquiera que estuviera gruñona y malhumorada.

Le dolía el corazón.

Mucho.

Dolía como nada que hubiera sentido antes, un dolor casi físico. Algo había ocurrido entre ella y David el día anterior. Había comenzado antes, tal vez en el teatro, y había ido creciendo, pero culminó cuando cayeron en el montón de nieve.

Ellos se habían reído, y ella había observado sus ojos. Y por primera vez, lo había visto realmente.

Y se enamoró.

Era lo peor que podía haber hecho nunca. Nada podría haberla expuesto a un corazón roto con mayor facilidad. Al menos no había amado a Clive. Había creído que sí, pero en realidad, había pasado más tiempo aquel verano preguntándose si lo amaba que haciéndolo. Y, cuando él le había dado calabazas, fue su orgullo el que se resintió, no su corazón.

Pero con David era diferente.

Y no sabía que hacer.

Mientras había estado sin poder dormir la noche anterior, calculó que podían darse tres situaciones. La primera era ideaclass="underline" David la amaba, así que lo único que ella tenía que hacer era declarar su amor, y vivirían felices para siempre.

Frunció el ceño. Tal vez debería esperar a que él le declarara su amor primero. Después de todo, si realmente la amaba, querría ser romántico y declararse formalmente.

Cerró los ojos con agonía. La verdad era, que no tenía ni idea de lo que sentía él, y de hecho, la verdad podría estar más cercana a la segunda situación posible, que era que él había estado persiguiéndola sólo para irritar a Clive. Si este fuera, en efecto, el caso, no tenía ni idea de qué hacer. Evitarlo como a una plaga, supuso, y rezar para que los corazones rotos sanaran rápidamente.

La tercera situación era, en su opinión, la más probable: a David ella le resultaba agradable, pero no la amaba, y sólo la había invitado a la reunión de patinaje como una cortesía. Parecía bastante lógico; los caballeros de la alta sociedad hacían esto todo el tiempo.

Se dejo caer de espalda sobre la cama, soltando un ruidoso gemido de frustración. Daba igual qué posibilidad era la verdadera – ninguna de las tres tenía una bien definida solución.

"¿Susannah? "

Susannah alzó la vista y vio a su hermana asomar la cabeza por una delgada rendija entre la puerta de su habitación y el marco de la misma.

"Tu puerta estaba abierta," dijo Letitia.

"No lo estaba. "

"Muy bien, no lo estaba," dijo Letitia, entrando, "pero te oí haciendo extraños sonidos y pensé que debía comprobar que estabas bien. "

"No," dijo Susannah, volviendo a mirar fijamente al techo, " me oíste haciendo extraños sonidos y te picó la curiosidad. "

"Bueno, eso también," confesó Letitia. Y cuándo Susannah no contestó nada, añadió, "¿Que hacías? "

Susannah sonrió con satisfacción mirando el techo. "Extraños sonidos. "

"¡Susannah! "

"Muy bien," dijo Susannah, ya que era imposible intentar mantener un secreto con Letitia, "cuido de un corazón roto, y si se lo dices a una sola persona, voy a – "

"¿Cortarme el pelo? "

"Te cortaré las piernas. "

Letitia sonreía mientras cerraba la puerta detrás de ella. "Mis labios están sellados," le aseguró, cruzando la habitación hasta la cama y sentándose en ella. "¿Es el conde? "

Susannah asintió.

"Oh, bien. "

La curiosidad la sacudió y Susannah se sentó. "¿Por qué bien? "

"Porque me gusta el conde. "

"Ni siquiera conoces al conde. "

Letitia se encogió de hombros. "Es fácil discernir su carácter. "

Susannah reflexiono sobre ello. No estaba segura de que Letitia tuviera razón. Después de todo, ella se había pasado casi un año pensando que David era arrogante, frío, e insensible. Aunque, su opinión había estado basada, sobre todo, en lo que Clive le había dicho.

No, tal vez Letitia tenía razón. Porque una vez que Susannah había pasado algún tiempo con David, sin Clive… bueno, no le había llevado mucho tiempo enamorarse de él.

"¿Qué debería hacer? " susurró Susannah.

Leticia no pudo ayudarla. "No lo sé. "

Susannah sacudió la cabeza. "Ni yo tampoco. "

"¿Sabe él lo que sientes? "

"No. Al menos, creo que no. "

"¿Sabes tú lo que siente él? "

"No. "

Letitia hizo un sonido de impaciencia. "¿Crees que podría sentir cariño por ti? "

Los labios de Susannah se estiraron en una mueca de incertidumbre. "Creo que sí. "

"Entonces deberías decirle lo que sientes. "

"Letitia, podría quedar como una idiota. "

"O podrías acabar siendo enormemente feliz. "

"O como una tonta," le recordó Susannah.

Letitia se inclinó hacia delante. " Esto va a sonar muy poco amable, pero realmente, Susannah, ¿tan terrible sería si te pusieras en ridículo? ¿Después de todo, qué podría ser más mortificante que lo que sucedió el verano pasado? "