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Ella le contestó con una sonrisa nerviosa mientras echaba un vistazo alrededor de su estudio.

David gimió interiormente. Las tarjetas de San Valentín, arrugadas y rotas, estaban por todas partes. Rezó para que ella fuera demasiado cortés para mencionarlo. "¿Susannah? " preguntó de nuevo, con creciente preocupación. No podía imaginar ninguna circunstancia que la obligara a visitarlo, a un caballero soltero, en su casa. Y en medio de la noche, nada menos.

"Yo…lamento molestarle," dijo ella, mirando por encima de su hombro aunque el mayordomo había cerrado la puerta al marcharse.

"No es ninguna molestia en absoluto," contestó él, resistiendo el impulso de correr a su lado. Algo horrible había pasado; no podía haber ninguna otra razón por la que ella estuviera aquí. Y aún así, no se fiaba de si mismo para estar al lado de ella, no creía que fuera capaz de no estrecharla en sus brazos.

"Nadie me ha visto," le aseguró ella, mordiéndose nerviosamente el labio inferior. "Yo…yo me aseguré de ello, y – "

"¿ Susannah, qué sucede? " dijo distraído, desistiendo de su promesa de permanecer al menos a tres pasos de distancia de ella. Se movió velozmente hasta quedar junto a ella, y cuando no contestó, tomó su mano en la suya. "¿Qué sucede? ¿Por qué está aquí? "

Pero era como si ella no lo hubiera oído. Miraba fijamente por encima del hombro de David, apretando y soltando la mandíbula antes de decir finalmente, "No se verá en la obligación de casarse conmigo, si eso es lo que le preocupa. "

Aflojó el apretón en su mano. Eso no era una preocupación. Eso era su mayor deseo.

"Yo sólo – " Ella tragó nerviosamente y lo miró a los ojos. La fuerza de su mirada hizo que le temblaran las rodillas. Sus ojos, tan oscuros y luminosos, relucían, no con lágrimas contenidas, sino con algo más. Emoción, quizás. Y sus labios, Dios querido, ¿tenía ella que lamerlos? Iba a tener que ser santificado por no besarla en ese mismo instante.

"Tenía que decirle algo," dijo ella, con la voz convertida casi en un susurro.

"¿Esta noche? "

Ella asintió. "Esta noche. "

Él esperó, pero ella no dijo nada, sólo miró a lo lejos y tragó otra vez, como si intentara hacer acopio de fuerzas.

"Susannah," susurró él, rozándole la mejilla, "Puede decirme cualquier cosa. "

Sin mirarlo realmente, ella dijo, "He estado pensando sobre usted… y yo… Yo… " Alzó la vista. "Esto es muy difícil. "

Él sonrió suavemente. "Prometo… Independientemente de lo que diga, que quedará entre nosotros. "

A ella se le escapó una risita, pero era un sonido desesperado. "Oh, David," dijo, "no es de esa clase de secretos. Es solamente… " Cerró los ojos, sacudiendo despacio la cabeza. "No es que haya estado pensando en usted," dijo ella, volviendo a abrir los ojos, pero dirigiendo la mirada a un lado para evitar mirarlo directamente. "Es que no puedo dejar de pensar en usted, y yo… yo…" "

Su corazón dio un brinco. ¿Qué trataba ella de decir?

"Yo me preguntaba," dijo ella, soltando precipitadamente las palabras en un discurso sin aliento. "Necesito saber… " tragó y cerró lo ojos una vez más, pero esta vez casi parecía sentir dolor.

"¿Cree que usted podría sentir algún cariño por mí? ¿Aunque sólo fuera un poco? "

Durante un momento no supo que responder. Y luego, sin una palabra, casi sin pensarlo, ahuecó su cara entre sus manos y la besó.

La besó con cada emoción contenida que había recorrido su cuerpo durante los días pasados. La besó hasta que no tuvo más opción que soltarla, aunque sólo fuera para respirar.

"Sí, sí lo siento," dijo, y la besó de nuevo.

Susannah se derritió en sus brazos, vencida por la intensidad de su pasión. Sus labios viajaron de su boca a su oído, dejando un candente rastro de necesidad a lo largo de su piel. "Sí," susurró él, antes de desabotonarle el abrigo y dejarlo caer al suelo. "Sí. "

Sus manos recorrieron la longitud de su espalda hasta ahuecarse sobre su trasero. Susannah jadeó ante la intimidad de su caricia. Podía sentir su firme y calida longitud a través de la ropa, podía sentir su pasión en cada latido de su corazón, en cada áspera bocanada de aire que él tomaba.

Y entonces dijo las palabras con las que ella había estado soñando. Se separó, solo lo justo para que ella pudiera a mirar profundamente en sus ojos, y dijo, "Te amo, Susannah. Amo tu fuerza, y tu belleza. Amo tu corazón amable, y tu malicioso ingenio. Amo tu coraje, y…- " Su voz se quebró, y Susannah jadeó cuando se dio cuenta de que había lágrimas en sus ojos. "Te amo," susurró él. "Es todo lo que quería decir. "

"Oh, David," dijo ella, ahogándose de emoción, "Yo también te amo. Creo que ni siquiera sabía lo que era el amor hasta que te conocí. "

Él le acarició el rostro, tierna y reverentemente, y Susana pensó que podría decir mucho más sobre cuanto lo amaba, pero entonces notó algo bastante raro…

"¿David," preguntó, "¿por qué está todo tu estudio lleno de papeles arrugados? "

Él la soltó y comenzó a moverse apresuradamente por el cuarto, intentando recogerlos todos.

"No es nada," refunfuñó, agarrando rápidamente la papelera y empujando a su interior los papeles.

"Nada," dijo ella, sonriendo ampliamente al verlo tan apurado. Nunca pensó que un hombre de su tamaño y su porte pudiera moverse tan rápidamente.

"Solo estaba… Estaba… ah… " Se agachó y recogió otro papel arrugado. "No es nada. "

Susannah divisó uno que él no había notado, casi bajo su escritorio, e inclinándose lo atrapó.

"Ya lo cojo yo," dijo David con rapidez, estirando el brazo para arrebatárselo.

"No," dijo ella, sonriendo mientras se giraba de modo que él no pudiera quitárselo. "Siento curiosidad. "

"No es nada interesante," masculló él, haciendo una última tentativa de recuperarlo.

Pero Susannah ya lo había alisado. ‘Hay tantas cosas que me gustaría decir’, leyó. ‘La forma en que tus ojos…’

Y eso era todo.

"¿Qué es esto? " preguntó.

"Una tarjeta de San Valentín," refunfuñó él.

"¿Para mí? " preguntó ella, tratando de ocultar el tono de optimismo de su voz.

Él asintió.

"¿Por qué no la has terminado? "

"¿Por qué no he terminado ninguna de ellas? " respondió él, barriendo el cuarto con un gesto de su brazo, donde docenas de inacabadas tarjetas de San Valentín estaban esparcidas sobre el suelo. "Porque no sabía lo que quería decir. O quizás si lo sabía, pero no cómo decirlo. "

"¿Qué querías decir? " susurró ella.

Él se acercó y le tomo ambas manos en las suyas. "¿Quieres casarte conmigo? " le preguntó.

Por un instante se quedó muda. La emoción de sus ojos la tenía hipnotizada, y llenó los suyos de lágrimas. Y finalmente, ahogándose con las palabras, contestó, "Sí. Oh, David, sí. "

Él levantó su mano hasta sus labios. "Debería llevarte a casa," murmuró, pero sonó como si realmente no fuera eso lo que quisiera hacer.

Ella no dijo nada, porque no quería marcharse. Aún no, al menos. Este era un momento para ser saboreado.

"Eso sería lo correcto," dijo él, pero su otra mano se enroscaba ya alrededor de su cintura, acercándola más a él.

"No quiero irme," susurró ella.

Los ojos de David llamearon. "Si te quedas," dijo con voz suave, "no te marcharas siendo aún inocente. No puedo… – " Se paró y tragó, como si tratara de mantener el control. "No soy lo bastante fuerte, Susannah. Soy sólo un hombre. "

Ella tomó su mano y la presionó contra su corazón. "No puedo irme," dijo. "Ahora que estoy aquí, ahora que finalmente estoy contigo, no puedo irme. Aún no. "

En silencio, las manos de David encontraron los botones en la espalda de su vestido, liberando con agilidad cada uno de sus sujeciones.