Susannah jadeó cuando sintió la caricia del aire frío en su piel, seguida del alarmante calor de las manos de David. Sus dedos recorrieron su espalda de arriba abajo, con caricias ligeras como plumas.
"¿Estás segura? " susurró roncamente en su oído.
Susannah cerró los ojos, emocionada por su última muestra de preocupación. Asintió con la cabeza, y después se obligó a pronunciar las palabras. "Quiero estar contigo," susurró. Tenía que ser dicho -para él, por ella.
Para ellos.
David gimió, y entonces la tomó en brazos y la llevó a través del cuarto apresuradamente, abriendo de una patada una puerta que conducía a…
Susannah miró a su alrededor. Esto era su dormitorio. Tenía que serlo. Exuberante y oscuro y sumamente masculino, con suntuosas cortinas y una colcha de color borgoña. Cuando él la posó sobre la enorme cama, se sintió femenina, deliciosamente pecadora, deseada y querida. Se sintió desnuda y expuesta, incluso con el vestido puesto, que aún colgaba flojamente de sus hombros. Él pareció entender sus temores, y se detuvo a quitarse su ropa antes de seguir con la de ella. Retrocedió sin apartar nunca sus ojos del rostro de ella, mientras desabotonaba los botones de los puños de su camisa.
"No he visto nunca nada tan hermoso," susurró David.
Ni ella. Mientras lo miraba desnudarse a la luz de las velas, la pura belleza masculina de él la golpeó. Nunca había visto un torso masculino desnudo antes, pero no podía imaginar que hubiera otro comparable al de David cuando él dejó caer su camisa al suelo.
Él se deslizó en la cama, a su lado, su cuerpo semidesnudo extendido junto al de ella y sus labios encontraron lo suyos en un beso hambriento. La acarició suave y reverentemente tirando de su vestido hacia abajo hasta que este no fue nada más que un recuerdo. Susannah contuvo la respiración ante la sensación de su piel desnuda contra sus pechos, pero de alguna manera no había tiempo o espacio para sentir vergüenza cuando él la hizo rodar hasta ponerla de espaldas, presionando su cuerpo contra el de ella, gimiendo con voz ronca cuando colocó sus caderas aun vestidas entre sus piernas.
"He soñado con esto," susurró él, alzándose lo justo para ver su rostro. Sus ojos la quemaban, y aunque la débil luz no le permitía ver su color, los sintió ardiendo de un feroz y brillante verde mientras viajaban a través de ella.
"Yo he estado soñando contigo," dijo ella tímidamente.
Los labios de David se curvaron en una sonrisa peligrosamente masculina. "Cuéntame," le ordenó gentilmente.
Ella se sonrojó, sintiendo que el rubor se extendía a través de todo su cuerpo, pero de todos modos susurró, "Soñé que me besabas. "
"¿Así? " murmuró él, besándola en la nariz.
Sonriendo, ella negó con la cabeza.
"¿Así? " preguntó él, rozando sus labios contra los de ella.
"Un poco de esta manera," confesó ella.
"O tal vez," reflexionó él, con un destello diabólico en sus ojos, "así. " Sus labios se arrastraron a lo largo de su garganta, moviéndose a través de sus inflamados pechos hasta que se cerraron sobre un pezón.
Susannah soltó un pequeño grito de sorpresa… que rápidamente se convirtió en un ronco gemido de placer. Nunca había soñado que tales cosas fueran posibles, o que tales sensaciones existieran. David tenía una boca perversa y una lengua traviesa, y la hacía sentir como una mujer caída y depravada.
Y a ella le gustó cada instante de ello.
"¿Era así? " le preguntó él, sin cesar en su tortura, mientras murmuraba las palabras.
"No," dijo ella, con voz entrecortada, "yo jamás había soñado con esto. "
Él levantó la cabeza para mirarla ávidamente a la cara. "Hay mucho más, mi amor. "
Se separó de ella y rápidamente se deshizo de sus pantalones, quedándose extraordinaria y alarmantemente desnudo.
Susannah jadeó al mirarlo, haciéndolo reír entre dientes.
"¿No es lo que esperabas? " preguntó David, cuando volvió a tenderse junto a ella.
"No sé lo que esperaba," confesó ella.
Sus ojos se pusieron serios cuando acarició su pelo. "No hay nada que temer, te lo prometo."
Ella alzó la mirada a su cara, incapaz de contener su amor por ese hombre. Era tan bueno, tan honesto, tan autentico. Y la quería- no como una posesión o una conveniencia, sino por ella misma, por la persona que era. Había alternado el suficiente tiempo en sociedad como para haber oído susurros sobre lo que sucedía durante la noche de bodas, y sabía que no todos los hombres se comportaban con tanta consideración.
"Te amo," susurró él. "Nunca lo olvides. "
"Nunca," prometió ella.
Y entonces las palabras cesaron. Sus manos y sus labios la condujeron a una febril excitación, al borde de algo audaz y desconocido. Él le besó y le acarició todo el cuerpo y la amó hasta que ella estuvo tensa y temblorosa de necesidad. Entonces, cuando ella estaba segura de que no podía aguantar ni un momento más, su rostro estuvo otra vez frente al suyo, y su virilidad se apretaba contra ella, urgiéndola a separar sus piernas.
"Estás lista para mí," le dijo él, con los rasgos tensos por la contención.
Ella asintió. No sabía que más hacer. No tenía ni idea de si estaba lista para él, ni siquiera sabía para que se suponía que estaba lista. Pero quería algo más, de eso estaba segura.
Él avanzó entre sus muslos, solamente un centímetro, pero suficiente para que ella jadeara ante la sorpresa de su entrada.
"¡David! " jadeó, agarrandose a sus hombros.
El tenía los dientes apretados, y expresión casi de dolor.
"¿David? "
Él empujó de nuevo, introduciéndose lentamente, dándole tiempo a acomodarse a él.
Susannah contuvo otra vez la respiración, pero tuvo que preguntar, "¿Estás bien? "
Él soltó una áspera risa. "Bien", dijo él, rozándole la cara. "Solamente un poco… Te amo tanto que es difícil contenerse. "
"No lo hagas," dijo ella suavemente.
Él cerró los ojos un momento, luego la besó una vez, suavemente, en los labios. "No lo entiendes," susurró.
"Hazme entender. "
Él empujó penetrando más profundamente.
Susannah soltó un sorprendido "oh".
"Si voy demasiado rápido, te haré daño," le explicó él, "y no podría soportar eso. " Siguió introduciéndose poco a poco, gimiendo mientras lo hacía. "Pero si voy despacio… "
Susannah pensó que no parecía disfrutar particularmente yendo despacio, y, la verdad sea dicha, ella tampoco. No había nada malo en ello, y la plenitud de sensaciones la tenían más bien intrigada, pero había perdido la sensación de urgencia que había sentido solamente momentos antes.
"Esto puede doler," dijo él, empujando sus caderas hacia delante y penetrándola un poco más, ", pero sólo durante un momento, te lo prometo. "
Ella alzó la vista, tomando su cara en sus manos. "No estoy preocupada," dijo suavemente.
Y no lo estaba. Eso era lo más asombroso. Confiaba completamente en este hombre. Con su cuerpo, con su mente y con su corazón. Estaba preparada para unirse a él de cada modo posible, preparada para unir su vida a la de él hasta la eternidad.
Pensar en ello le produjo tanta alegría que temió explotar.
Y de repente él estaba totalmente dentro de ella, y no hubo ningún dolor, solamente una leve punzada de incomodidad. Él se mantuvo inmóvil durante un momento, expulsando el aliento en cortas y ásperas bocanadas, y luego, después de susurrar su nombre, comenzó a moverse.
Al principio Susannah no se percató de lo que pasaba. Él se movió despacio, con un ritmo estable que la hipnotizó. Y el urgente entusiasmo que había estado sintiendo, aquella desesperada necesidad de realización, comenzó a crecer otra vez. Comenzó como una diminuta semilla de deseo, y creció hasta poseerla por completo y abarcar cada recoveco de su cuerpo.