"Desde luego," dijo ella, automáticamente. ¡Cielos!, ¿Por qué estaba él aquí?
"Pensé que podría resultar más fácil dialogar sin necesidad de gritar a través de los palcos," dijo él.
Susannah solamente lo miró con incredulidad. Ellos no habían tenido que gritar en absoluto. Los palcos estaban pegados el uno al otro.
Pero, se dio cuenta, un tanto frenéticamente, de que no se encontraban tan cerca como estaban ahora sus sillas. El muslo del conde casi se presionaba contra el suyo.
No debería haber sido molesto, ya que Lord Durham había ocupado la misma silla durante más de una hora, y su muslo no la había molestado en lo más mínimo.
Pero era diferente con Lord Renminster. Todo era diferente con Lord Renminster, se dio cuenta Susannah.
"¿Disfruta usted de la obra? " le preguntó él.
"Oh, en efecto," dijo ella. "La interpretación de Kean es sencillamente notable, ¿no está de acuerdo? "
Él asintió con la cabeza y murmuró su acuerdo.
"Yo nunca imaginé que Shylock fuera representado de una manera tan trágica," continuó Susannah. "He visto El Mercader de Venecia varias veces antes, desde luego, y estoy segura de que usted también, y el personaje siempre ha tenido un aire más cómico, no está de acuerdo? "
"Esa es realmente una interpretación interesante. "
Susannah asintió con entusiasmo. "Pensé que la peluca negra era un golpe maestro. Cada Shylock que he visto anteriormente fue interpretado con una peluca pelirroja. ¿Y cómo podría Kean esperar que nosotros lo viéramos como un carácter trágico con una peluca pelirroja? Nadie toma a los hombres pelirrojos en serio. "
El conde comenzó a toser incontroladamente.
Susannah se inclinó hacia él, esperando que no haberlo insultado de alguna manera. Con su pelo oscuro, ella no había pensado que él pudiera ofenderse.
"Le pido perdón," dijo él, conteniendo la respiración.
"¿Ocurre algo? "
"Nada," le aseguró él. "Simplemente que su astuta observación me pillo con la guardia baja."
"No trato de decir que los hombres pelirrojos sean menos dignos que el resto de los hombres," dijo ella.
"Excepto nosotros, los de la, claramente superior variedad, de cabello oscuro," murmuró él, con los labios curvados en una diabólica sonrisa.
Ella apretó los labios para obligarse a no sonreír. Era tan raro que él pudiera hacerla participe de un momento secreto y compartido- la clase de momentos que se dan cuando se comparte una broma privada. "Lo que trataba de decir," dijo ella, intentando regresar a la conversación original, "es que uno nunca lee acerca de hombres pelirrojos en las novelas, ¿no? "
"No en las novelas que yo he leído," le aseguró él.
Susannah le lanzó una mirada con expresión vagamente irritada. "O si uno lo hace," prosiguió ella, " nunca es el héroe de la historia. "
El conde se inclinó hacia ella, sus ojos verdes centelleando con malvada promesa. "¿Y quién es el héroe de su historia, señorita Ballister? "
"No tengo un héroe," dijo ella remilgadamente. "Creía que era obvio. "
Él permaneció silencioso durante un momento, contemplándola pensativamente. "Debería," murmuró él.
Susannah sintió que sus labios se entreabrían, hasta que sintió su aliento precipitándose a través de ellos, cuando sus palabras aterrizaron suavemente sobre sus oídos. "¿Perdón?" preguntó finalmente, no del todo segura de lo que él quiso decir.
O tal vez estaba segura, y simplemente no podía creerlo.
Él sonrió ligeramente. "Una mujer como usted debería tener a un héroe," le dijo. "Un campeón, quizás. "
Ella lo miró con cejas arqueadas. "¿Me está diciendo que debería estar casada? "
Otra vez aquella sonrisa. La conocida curvatura de sus labios, como si él tuviera un secreto increíblemente bueno.
"¿Qué cree usted? "
"Creo," dijo Susannah, "que esta conversación se ha introducido en aguas asombrosamente personales. "
Él se rió, pero era un sonido cálido, divertido, que carecía completamente de la malicia que tan a menudo teñía la risa de los miembros de la temporada. "Retiro mi anterior declaración," dijo él con una amplia sonrisa. "Usted no necesita a un campeón. Usted es claramente capaz de cuidar de si misma bastante bien. "
Susannah entrecerró los ojos.
"Sí," dijo él, "eso ha sido un cumplido. "
"Con usted uno siempre debe asegurarse," comentó ella.
"Oh, no, señorita Ballister," dijo él. "Me hiere. "
Ahora era su turno de reírse. "Por favor", dijo ella, sonriendo abiertamente todo el rato. "Su armadura es lo bastante resistente para detener cualquier ataque verbal que yo pudiera lanzarle. "
"No estoy tan seguro de ello," dijo él, tan suavemente que ella no estaba segura de haberlo oído correctamente.
Y entonces tuvo que preguntar – "¿Por qué esta siendo tan agradable conmigo? "
"¿Lo estoy siendo? "
"Sí," dijo ella, no muy segura de por qué la respuesta era tan importante, " lo está siendo. Y considerando lo contrario que usted era a mi casamiento con su hermano, no puedo por menos que sentirme suspicaz. "
"Yo no era…- "
"Sé que usted dijo que no se opuso al cortejo," dijo Susannah, su rostro casi inexpresivo cuando lo interrumpió. "Pero ambos sabemos que no lo favoreció y que lo animó a casarse con Harriet. "
David se mantuvo silencioso durante un largo momento, considerando su declaración. Ni una palabra de las que ella había dicho eran falsas, y aún así estaba claro que ella no entendía nada de lo que había sucedido el verano anterior.
Sobre todo, ella no entendía a Clive. Y si pensaba que podría haber sido una esposa adecuada para él, quizás ella no se entendía a si misma, tampoco.
"Amo a mi hermano," dijo David suavemente, "pero él tiene sus defectos, y necesitaba una esposa que lo necesitara y dependiera de él. Alguien que lo obligara a hacerse el hombre que sé que él puede llegara a ser. Si Clive se hubiera casado con usted… – "
Él la miró. Ella lo contemplaba con ojos sinceros, esperando con paciencia a que terminara de formular sus pensamientos. Él sabía que su respuesta lo significaba todo para ella, y sabía que tenía que acertar.
"Si Clive se hubiese casado con usted," prosiguió él, finalmente, " no habría tenido ninguna necesidad de ser fuerte. Usted habría sido fuerte por los dos. Clive no habría tenido nunca ninguna razón para crecer. "
Sus labios se abrieron por la sorpresa.
"Dicho sencillamente, señorita Ballister," dijo él con alarmante suavidad, "mi hermano no era digno de una mujer como usted. "
Y luego, mientras ella intentaba asimilar el sentido de sus palabras, mientras intentaba simplemente recordar como respirar, él se puso de pie.
"Ha sido un placer, señorita Ballister" murmuró, tomando su mano y depositando suavemente un beso sobre su guante. Sus ojos permanecieron fijos en su rostro todo el tiempo, brillando cálidos y verdes, y chamuscando directamente su alma.
Él se enderezó, curvó sus labios apenas los suficiente para hacer que su piel se estremeciera, y tranquilamente dijo, "Buenas noche, señorita Ballister. "
El se había marchado incluso antes de que ella pudiera ofrecerle su propio adiós. Y no reapareció en el palco contiguo al de ella.
Pero este sentimiento – este extraño, sin aliento, vertiginoso sentimiento que él lograba provocar dentro de ella con sólo una sonrisa – éste se enroscó alrededor de ella y no se marchó.
Y por primera vez en su vida, Susannah no fue capaz de concentrarse en un drama Shakesperiano.
Incluso con los ojos abiertos, todo lo que ella podía ver era la cara del conde.
Capítulo Tres.
Otra vez, la señorita Susannah Ballister es la comidilla de la ciudad. Después de conseguir la dudosa distinción de ser la más popular e impopular señorita de la temporada de 1813 (gracias, casi en su totalidad, al de vez en cuando necio Clive Mann-Formsby), ella disfrutaba un poco de anonimato hasta que otro Mann-Formsby-esta vez David, el Conde de Renminster-la agració con su completa atención en la representación del sábado por la noche del Mercader de Venecia en Drury Lane.