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Una tan solo puede especular en cuanto a las intenciones del conde, ya que la señorita Ballister estuvo muy cerca de convertirse en una Mann-Formsby el pasado verano, aunque su prefijo hubiera sido el de Sra. De Clive, y ella habría sido la hermana del conde.

Esta Autora se siente segura escribiendo que nadie que viera la forma en que el conde miraba a señorita Ballister durante toda la interpretación calificaría su interés como de fraternal.

En cuanto a la señorita Ballister- si las intenciones del conde son nobles, entonces Esta Autora también se siente segura al escribir que todos convendrán en que esta vez ella ha conseguido al mejor Mann-Formsby

Revista de Sociedad de Lady Whistledown,

31, de Junio, de 1814

Una vez más, Susannah no podía dormir. Y no era sorprendente – ¡Mi hermano no era digno de una mujer como usted! ¿Qué había querido decir él con esto? ¿Por qué diría el conde tal cosa?

¿Podría estar cortejándola? ¿El conde?

Sacudió la cabeza, era la forma más rápida de alejar de su mente tontas ideas. Imposible. El Conde de Renminster nunca había mostrado signos de estar seriamente interesado en alguien, y Susannah más bien dudaba de que fuera a comenzar con ella.

Y además, ella tenía toda la razón al sentirse sumamente irritada con el hombre. Ella había perdido el sueño por su culpa. Susannah nunca había perdido el sueño por nadie. Ni siquiera por Clive.

Y si eso no fuera bastante malo, su agitada noche de vigilia el sábado se repitió el domingo. Y el lunes fue aún peor, debido a su mención en la columna de Lady Whistledown de aquella mañana. Por ello cuando llegó el martes por la mañana, Susannah estaba cansada y gruñona cuando su mayordomo las encontró a ella y a Letitia tomando el desayuno.

"Señorita Susannah," dijo, inclinando la cabeza ligeramente en su dirección. "Ha llegado una carta para usted. "

¿"Para mí? " preguntó Susannah, tomándola en su mano. El sobre era de calidad, sellado con cera azul oscura. Reconoció al instante el sello. Renminster.

"¿De quién es? " preguntó Letitia, una vez que terminó de masticar el trozo de bollo que había metido en su boca cuando había entrado el mayordomo.

"No la he abierto aún," dijo Susannah con irritación. Y si era inteligente, no la abriría hasta estar lejos de la compañía de Letitia.

Su hermana la contempló como si fuera imbécil. "Eso es fácilmente remediable," indicó Letitia.

Susannah dejó la carta sobre la mesa, al lado de su plato. "La miraré más tarde. Ahora mismo tengo hambre. "

"Ahora mismo me muero de la curiosidad," replicó Letitia. "¡Abre esa carta en este mismo instante o yo lo haré por ti!. "

" Voy a terminar mis huevos, y entonces- ¡Letitia! " El nombre salió más bien como un chillido, mientras Susannah embestía a través de la mesa sobre su hermana, que acababa de birlarle el sobre en una esmerada y veloz maniobra que Susannah habría sido capaz de interceptar si sus reflejos no hubieran estado embotados por la falta de sueño.

"Letitia" dijo Susana, con voz mortífera "si no me devuelves esa carta sin abrir, no te lo perdonaré jamás. " Y cuando no pareció funcionar, añadió, "Nunca, durante el resto de mi vida. "

Letitia pareció considerar sus palabras.

"Te perseguiré," insistió Susannah. "No habrá ningún lugar donde puedas permanecer a salvo. "

"¿De ti? " preguntó Letitia, dubitativamente.

"Dame la carta. "

"¿La abrirás? "

"Sí. Dámela. "

"¿La abrirás ahora? " insistió Letitia.

"Letitia, si no me devuelves esa carta en este mismo instante, te despertarás una mañana con todo tu pelo cortado. "

Letitia la miró boquiabierta. "¿No lo dirás en serio? "

Susannah le dirigió una fulminante mirada con los ojos entrecerrados. "¿Tengo aspecto de estar bromeando? "

Letitia tragó saliva y le ofreció la carta con mano inestable. "Creo que realmente lo dices en serio. "

Susannah arrebató la misiva de la mano de su hermana. "Te habría cortado varios centímetros, al menos," refunfuñó.

"¿Vas a abrirla? " dijo Letitia, incapaz, como siempre, de no insistir sobre un tema.

"Muy bien," dijo Susannah, con un suspiro. Tampoco era como si fuera a ser capaz de guardarlo en secreto, de todos modos. Simplemente, había esperado poder aplazarlo. Aun no había usado su cuchillo de la mantequilla, así que lo deslizó bajo la tapa del sobre e hizo saltar el sello.

"¿De quién es? " preguntó Letitia, aunque Susannah no había desplegado aún la carta.

"De Renminster," dijo Susana, con un cansado suspiro.

"¿Y estás disgustada? " preguntó Letitia, con ojos maliciosos.

"No estoy disgustada. "

"Suenas disgustada. "

"Bien, pues no lo estoy," dijo Susannah, deslizando la única hoja hoja de papel fuera del sobre.

Pero si no estaba disgustada, ¿cómo estaba? Excitada, tal vez, un poco al menos, aunque estuviera demasiado cansada para demostrarlo. El conde era excitante, enigmático, y seguramente más inteligente de lo que había sido Clive. Pero él era un conde, y seguramente no iba a casarse con ella, lo que significaba que finalmente, ella sería conocida como la muchacha que había sido abandonada por dos Mann-Formsbys.

Era más, pensó, de lo que podría sobrellevar. Ella había soportado la humillación pública una vez. No deseaba particularmente experimentarlo otra vez, y en mayor medida.

Que era por lo qué, cuando leyó su nota, y su solicitud de acompañamiento, su respuesta inmediata fue no.

Señorita Ballister:

Solicito el placer de su compañía el jueves, en la reunión de patinaje de Lord y Lady Moreland, Swan Lane Pier, a mediodía.

Con su permiso, la recogeré en su casa a las doce y media.

Renminster

"¿Qué quiere? " preguntó Letitia, sin aliento.

Susannah simplemente le dio la nota. Pareció más fácil que referir su contenido.

Letitia jadeó, tapándose la boca con la mano.

"¡Oh, por el amor del Cielo!," refunfuñó Susannah, tratando de volver enfocar su atención sobre su desayuno.

"¡Susannah, significa que te corteja! "

"No. "

"Sí. ¿Por qué si no te invitaría a la reunión de patinaje? " Letitia hizo una pausa y frunció el ceño. "Espero recibir una invitación. El patinaje sobre hielo es una de los pocos deportes en los que no parezco una completa imbécil. "

Susannah asintió con la cabeza, enarcando las cejas ante la subestimación de su hermana. Había un estanque cerca de su casa en Sussex que se helaba cada invierno. Ambas muchachas Ballister habían pasado horas y horas deslizándose a través del hielo. Incluso habían aprendido a girar sobre si mismas. Susannah había pasado más tiempo sobre su trasero que sobre sus patines durante su decimocuarto invierno, pero por Dios, que ella podía rotar sobre si misma.

Casi tan bien como Letitia. Realmente era una vergüenza que no la hubieran invitado aún. "Podrías venir con nosotros," dijo Susannah.

"Ah no, no podría hacer eso," dijo Letitia. "No si él te corteja. No hay nada como un tercero en discordia, para arruinar un perfecto romance. "

"No hay ningún romance," insistió Susannah, "y creo que no voy a aceptar su invitación, de todos modos. "