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Hizo una mueca ante aquel recuerdo desagradable, pero siguió hablando obstinadamente.

—Esos dos mundos, y por lo que sé muchos más, son en cierta manera el mismo. Se estaba librando la misma guerra, aquí con los nazis y allí con el Mundo Medio. Pero en ambos lugares, Caos contra la Ley, algo viejo, salvaje y ciego en guerra con el hombre y las obras del hombre. En ambos mundos eran épocas de necesidad para Dinamarca y Francia. Por eso Ogier apareció en ambos, tal como debía hacer.

Aquí, en este universo, el escenario exterior es menos pintoresco, o eso imagino. Un hombre que va en un barco y escapa para ayudar a los aliados. Pero su fuga era necesaria. Y a la luz de lo que ha sucedido desde entonces, es fácil conjeturar el motivo. Por eso Holger el Danés se levantó para asegurarse de que escapara. Estuve… ¿cuánto tiempo, semanas?… en el mundo carolingio, y en el mismo minuto regresé a éste. El tiempo es algo divertido.

—¿Y qué fue de ti después? —pregunté.

Sofocó una risa.

Lo pasé bastante mal explicando por qué y cómo me quedé desnudo antes de cargar contra el enemigo. Pero teníamos prisa y cogimos caminos separados antes de que la tensión de mi cerebro fuera demasiado grande. Desde entonces he sido Holger Carlsen, sencillamente. ¿Qué otra cosa podía hacer? —se encogió de hombros—. Cuando me reconocí a mí mismo como el Defensor, ataqué a las huestes de Caos en ese mundo. Después, por causa del hechizo, volví aquí para terminar mi tarea en este lado. Una vez que la crisis hubo pasado en ambos mundos, que el trabajo estuvo hecho… bueno, se restableció el equilibrio. Ya no había una fuerza desequilibrada que me enviara a través del espacio—tiempo. Así que me quedé.

Se quedó mirándome, con aspecto fatigado.

—Desde luego, sé lo que estás pensando. Engaños y todo eso. No te culpo. Pero gracias por prestarme tu oído.

—No estoy seguro de mis pensamientos —respondí—. Pero dime, ¿por qué estás buscando libros?

—Libros antiguos —dijo—. Grímoires. Tratados de magia. Morgana me envió aquí una vez —dejó caer el puño sobre la mesa—. ¡Y yo mismo encontraré el camino de regreso!

No lo he visto ni he sabido nada de él durante años. Ni nadie lo ha hecho. Bueno, la gente desaparece. Quizá desapareciera en el lugar del que hablaba… eso suponiendo que la historia sea cierta, asunto sobre el que no emito juicio alguno. Pero espero que lo hiciera.

Entretanto, nuevas tormentas se alzan. Puede ser que necesitemos de nuevo a Holger el Danés.