Natasha nunca había oído a una mujer negra hablar así aparte de en televisión, así que su reacción fue mirar a Kendra boquiabierta. La reacción de Six fue cambiar el peso de una cadera a otra, cruzar los brazos debajo de los pechos y repasar de arriba abajo a Kendra para que se sintiera como una mujer marcada, destinada a ser víctima de un atraco en plena calle o peor.
– ¿Y bien? -dijo Kendra cuando ninguna de las dos chicas se marchó.
– No se van a ninguna parte -dijo Ness-. No hablaré contigo porque no tengo nada que decir.
– Pero yo sí -dijo Kendra-. Estaba equivocada y quiero hablar de ello contigo.
Ness entrecerró los ojos. Había pasado algún tiempo desde el incidente delante de la casa de Kendra, así que no sabía qué pensar de la palabra «equivocada». Pero nunca antes había oído a un adulto admitir que se había equivocado -aparte de su padre-, así que sintió una confusión que la hizo dudar y le impidió dar una respuesta lo suficientemente rápida.
Kendra aprovechó la oportunidad que le proporcionó el silencio de Ness.
– Ven conmigo a tomar un café. Puedes reunirte con tus amigas después si quieres. -Dio dos pasos hacia la puerta de la tienda para indicar que se ponía en marcha.
Ness dudó un momento antes de decir a las otras chicas:
– Dejadme ver qué quiere la vieja. Os alcanzo delante del cine.
Sus amigas accedieron y Kendra llevó a Ness a un café cerca de Whiteley's. No quería estar con ella en el centro comercial, donde el nivel de ruido era elevado y los grupos de chicos que deambulaban por él ofrecían demasiadas distracciones. El café estaba abarrotado, pero lo llenaban en su mayoría clientes que se tomaban un descanso, y no niños que esperaran acción. Kendra pagó las bebidas en la barra y, mientras esperaba a que las sirvieran, empleó el tiempo para ensayar lo que quería decir.
Fue breve y al grano.
– Cometí un grave error al pegarte, Nessa -le dijo a su sobrina-. Estaba enfadada porque no te habías quedado en casa con Joel y Toby como me dijiste que harías. Además, pensaba que estaba pasando algo que no estaba pasando y yo… -Buscó una forma de explicarlo-. Me pasé de la raya. -No añadió el resto, las dos partes que completaban la historia: el dolor de haberse sentido una mujer madura aquella noche en No Sorrow cuando no había sido capaz de atraer ni a un solo hombre y el encuentro con Dix D'Court en el que le había contado lo que había ocurrido entre Ness y él. Estas dos partes de la historia revelaban mucho más sobre Kendra de lo que quería destapar. Lo único que Ness necesitaba saber era que su tía se había equivocado, que sabía que se había equivocado y que había venido a arreglar las cosas-. Quiero que vuelvas a casa, Nessa -dijo-. Quiero empezar de cero contigo.
Ness apartó la mirada. Sacó los cigarrillos del bolso -los Benson & Hedges robados a Kendra- y encendió uno. Ella y su tía estaban sentadas en unos taburetes en la barra que recorría el ventanal del calé y un grupo de chicos pasó por delante. Ralentizaron el paso cuando vieron a Ness en el ventanal y hablaron entre ellos. Ness los saludó con la cabeza. Era un gesto que parecía casi regio. En respuesta, los chicos movieron la cabeza de un modo extrañamente respetuoso y siguieron caminando.
Kendra lo vio. El breve contacto entre Ness y los chicos, aunque sólo hubiera sido visual, provocó que un escalofrío de intuición le recorriera la columna vertebral. No sabía qué significaba todo aquello -el saludo con la cabeza, los chicos, el escalofrío que sintió-, salvo que no pintaba bien.
– Toby y Joel, Ness -dijo-. Ellos también te quieren en casa. Se acerca el cumpleaños de Toby. Con todos los cambios que ha habido en vuestras vidas en estos meses, si estuvieras ahí…
– Quieres que cuide de ellos, ¿no? -concluyó Ness-. Por eso estás aquí. Toby y Joel ya empiezan a molestarte. ¿Qué otra cosa ibas a querer?
– Estoy aquí porque me equivoqué y quiero que sepas que sé que me equivoqué. Quiero pedirte perdón. Quiero que seamos una familia la una para la otra.
– Yo no tengo familia.
– Eso no es verdad. Tienes a Toby y a Joel. Me tienes a mí. Tienes a tu madre.
Ness soltó una risotada.
– Sí. Mi madre -dijo, y dio una fuerte calada al cigarrillo. No había probado el café. Kendra tampoco había probado el suyo.
– Las cosas no tienen por qué ser así -dijo Kendra-. Las cosas pueden cambiar. Tú y yo podemos empezar de nuevo.
– Las cosas acaban como acaban -respondió Ness-. Todo el mundo quiere algo. Tú no eres diferente. -Recogió sus cosas.
Kendra vio que tenía intención de irse. Jugó su baza.
– Me han telefoneado de los Servicios Sociales -dijo-. Una mujer llamada Fabia Bender quiere reunirse contigo. Y conmigo también. Tenemos que verla, Ness, porque si no…
– ¿Qué? ¿Acaso va a mandarme a algún lugar? ¿Crees que me importa? -Ness se ajustó el bolso y se envolvió el pelo con el pañuelo-. Ahora tengo a gente que cuida de mí. No me preocupan los Servicios Sociales, ni tú ni nada. Así son las cosas.
Dicho esto, se marchó, salió del café y regresó hacia Whiteley's. Bajo el sol de finales de primavera, se contoneó por la acera sobre sus tacones y dejó a su tía preguntándose cuánto podían empeorar aún las cosas entre ellas.
Cuando llegó el día que Joel tenía que comprar la lámpara de lava para el cumpleaños de Toby, lo primero que tuvo que solucionar fue qué hacer con su hermano pequeño mientras la adquiría, puesto que Kendra estaba trabajando en la tienda benéfica y, por lo tanto, no podía ayudarle. Si Ness hubiera estado en casa, le habría pedido que cuidara de él. No era una tarea que requiriera mucho tiempo, ya que consistía en una excursión a Portobello Road, un intercambio rápido de dinero en la tienda y, luego, otra excursión de vuelta a Edenham Way. Incluso si Ness hubiera estado habría podido convencerla de que se quedara con Toby, para asegurarse de que el niño no abría la puerta si llamaba algún desconocido. Pero como no estaba, Joel se enfrentaba a varias opciones. Podía llevarse a Toby con él y estropearle la sorpresa del cumpleaños; podía dejarle en casa y rezar para que no pasara nada; podía aparcarlo en algún sitio donde hubiera algo que poseyera un interés inherente diseñado para mantenerle ocupado.
Pensó en el estanque de los patos de Meanwhile Gardens y en la tostada que había sobrado del desayuno. Decidió que si preparaba un escondite entre los juncos -algo parecido al fuerte que Toby había dicho que construyeran allí hacía unos meses- y armaba a su hermano con una tostada para echar a los patos, podría mantenerlo a salvo y ocupado el tiempo suficiente para comprar la lámpara de lava y volver.
Así que cogió la tostada, añadió más pan por si la compra le llevaba más tiempo de lo que esperaba y aguardó a que su hermano inflara el flotador. Una vez hecho esto, se aseguró de que Toby llevara el impermeable para protegerse de un día potencialmente frío y partieron hacia el lateral de las casas para coger el sendero que recorría los jardines de detrás. El sol brillaba y atraía a gente que quería disfrutar del buen tiempo. Joel oía, justo detrás del centro infantil, los gritos de los patinadores en la pista de patinaje, así como balbuceos de niños en los columpios del propio centro. Al principio le preocupó que el buen tiempo también llevara a la gente al estanque de los patos, pero cuando él y Toby se abrieron paso entre los arbustos y cogieron el segundo sendero que describía una curva hasta el agua, se sintió aliviado al ver que no había nadie en el pequeño estanque. Sin embargo, había muchísimos patos. Chapoteaban maravillosamente y de vez en cuando se hundían en el agua para buscar algo de comer.
A lo largo de los márgenes del estanque, los juncos crecían densamente. A pesar de que Toby se quejó de que quería estar en el muelle sobre las aves, Joel le explicó las ventajas de esconderse entre los juncos. Eran las casas de los patos, le dijo. Si se quedaba callado y quieto en los juncos, había muchas posibilidades de que los patos se acercaran a él y comieran el pan de su mano. ¿No sería mejor eso que lanzárselo desde el muelle y esperar que se dieran cuenta?