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Joel sacudió la cabeza para despejarse. Neal cambió de posición y se sentó sobre su pecho. Puso toda la fuerza de su peso sobre el cuerpo de Joel y utilizó las rodillas para apresarle los brazos contra el suelo. Entonces empezó a golpearle de verdad. Joel se retorció para intentar apartarle. Movió el cuerpo a derecha e izquierda, pero no consiguió que el chico le soltara.

– Mestizo de mierda -gruñó Neal entre sus dientes torcidos y su boca mustia-. Voy a enseñarte lo que es faltarle el respeto… -Agarró a Joel por el cuello y empezó a apretar.

A su alrededor, Joel oyó gruñidos y respiraciones: no sólo los suyos y los de Neal, sino también los de los otros chicos, aunque los de éstos eran de emoción y acaloramiento ante la expectativa. Esta vez no era una película. Ni una serie de televisión. Era la vida real. Neal era su hombre.

– Dale -murmuró alguien con fiereza.

– Sí. Acaba con él, tío -dijo otro.

– Tienes que rematarlo, colega. Cógela, cógela -dijo alguien entonces.

Joel se dio cuenta de que uno de los chicos de la multitud le había pasado algo a Neal.

Vio el reflejo plateado en la palma de la mano de Neaclass="underline" una navaja bien afilada. Nadie acudía en su rescate, como había esperado, y supo que estaba acabado. Pero la certeza de este conocimiento le infundió fuerzas, nacidas del instinto humano de vivir. Neal se había inclinado para coger la navaja de su secuaz; el gesto lo desequilibró y dio a Joel una oportunidad.

Se lanzó hacia donde estaba inclinado Neal, lo que provocó que el chico se cayera. Entonces se tiró encima de él y empezó a asestarle golpes, golpeando huesos y carne con todas sus fuerzas. Peleaba como una chica: agarró a Neal del pelo, le arañó la cara desgraciada, hizo todo lo que pudo por ir un paso por delante de las intenciones del otro chico y dos pasos por delante de su furia. No luchaba por castigar a Neal, ni para demostrarle algo, ni tampoco para erigirse en alguien más importante, mejor o más hábil. Luchaba simplemente para seguir vivo, porque sabía, con la claridad meridiana que nace del terror, que el otro chico quería matarle.

Ya no sabía dónde estaba la navaja. Era incapaz de decir si la tenía Neal o se si le había caído de las manos. Lo que sí sabía, sin embargo, era que se trataba de una pelea a muerte, y los otros chicos también, pues se habían sumido en un silencio tenso, aunque ni uno solo se había retirado de la riña.

Gracias a este silencio, Joel oyó una voz, un hombre que gritaba:

– ¿Qué pasa aquí? -Y luego-: Apartad. Salid de en medio. Ya me has oído, Greve Johnson. Y tú, Dashell Patricks. ¿Qué estáis haciendo? -Y justo después de eso, dijo-: ¡Por el amor de Dios! -Tras lo cual, Joel notó que lo levantaban de encima de Neal, lo ponían de pie y lo apartaban a un lado.

Joel vio que era Ivan Weatherall; de entre todas las personas del mundo, apareció su mentor del colegio Holland Park.

– ¿Eso de ahí es una navaja? -preguntó Ivan, y sin esperar la respuesta, gritó al resto que se marcharan.

A pesar de que Ivan estaba solo y ellos eran muchos, irradiaba tanta confianza que los chicos obedecieron, sorprendidos y poco acostumbrados a que los molestaran cuando estaban en medio de una de sus actividades. Aquello incluía a Neal, que se lamía un corte en el labio. Mientras sus amigos se lo llevaban del lugar, gritó:

– No me toques los huevos. -Una orden que iba dirigida a Joel, obviamente-. Te vas a enterar, cabrón. Amarillo de mierda. Tú y tu hermano. Id a comedle el coño a vuestra madre.

Al oír aquello, Joel se movió para ir a por Neal, pero Ivan lo agarró del brazo. Sorprendido, Joel oyó que decía entre dientes:

– Pelea conmigo, chico. Pégame para escapar. Vamos. Por el amor de Dios, hazlo. Puedo aguantarlo… Bien. Así… Dame patadas también… Sí, sí. Justamente, eso es… Ahora te haré una media Nelson -hizo un movimiento rápido que aprisionó a Joel debajo de su brazo- e iremos hacia ese banco. No dejes de pegarme, Joel… Te tiraré ahí encima… Intenta no hacerte daño… ¿Listo? Allá vamos.

Joel se descubrió en el banco como le había prometido su mentor, y cuando miró a su alrededor, Neal y su banda se habían ido hacia la escalera de caracol, en dirección a Great Western Road. Los patinadores también se habían dispersado y él se había quedado con Ivan Weatherall. No comprendía cómo se había producido el milagro.

– Creen que te he escarmentado, de momento bastará -dijo Ivan a modo de explicación-. Parece que he llegado justo a tiempo. ¿En qué demonios estabas pensando enfrentándote a Neal Wyatt?

Joel no contestó. Le costaba trabajo respirar. No quería acabar en Urgencias otra vez, así que decidió que era mejor no desperdiciar fuerzas hablando. Aparte de eso, quería alejarse de Ivan. Tenía que encontrar a Toby. Tenían que llegar los dos a salvo a casa.

– Simplemente ha pasado, ¿verdad? -preguntó Ivan-. Bueno, no debería sorprenderme, y supongo que no me sorprende. Neal Wyatt tiene problemas con casi todo el mundo, me temo que es lo que ocurre cuando tu padre está en la cárcel y tu madre tiene predilección por el crac. Existe, por supuesto, una salida para lo que le atormenta. Una cura, si quieres. Pero no quiere tomarla, lo cual es una pena, porque tiene un gran talento para tocar el piano, en realidad.

Joel dio un respingo al oír aquello, sorprendido por aquella imagen alterada de Neal Wyatt.

Ivan comprendió y asintió con la cabeza.

– Una lástima, ¿verdad? -Miró hacia atrás, al puente, por donde los chicos se habían marchado rumbo a la siguiente fechoría que tuvieran en mente-. Bueno, ¿has recobrado el aliento? ¿Estás listo para irnos?

– Estoy bien.

– ¿De verdad? No lo parece, pero te tomaré la palabra. Recuerdo que vives por aquí cerca, pero no en Trellick Tower. Te acompañaré a casa.

– No necesito que…

– Tonterías. No seas estúpido. Todos necesitamos algo, y el primer paso en el camino hacia la madurez, por no decir hacia la serenidad, es reconocerlo. Ven conmigo. -Sonrió y mostró su horrible dentadura-. No te pediré que me des la mano.

Cogió un paquete de debajo del banco en el que se habían sentado. Se lo colocó debajo del brazo y le explicó afablemente que contenía las piezas de un reloj que estaba montando. Señaló con la cabeza hacia Elkstone Road, a poca distancia de allí, y condujo a Joel en esa dirección mientras, detrás de ellos y a su alrededor, Meanwhile Gardens seguía recuperando la normalidad.

Ivan charló amigablemente, limitando su conversación a los relojes. Montarlos, le contó a Joel, era su hobby y su pasión. ¿Recordaba Joel la conversación que habían mantenido sobre salidas creativas el día que se habían conocido? ¿No? ¿Sí? ¿Había pensado en lo que deseaba hacer para que su alma pudiera expresarse?

– Recuerda -dijo Ivan- que somos como máquinas, Joel. Cada una de nuestras partes necesita ser engrasada y cuidada si queremos funcionar al máximo de nuestra capacidad. ¿En qué punto del proceso de decisión te encuentras? ¿Qué tienes pensado hacer con tu vida? Aparte de pelearte con los Neal Wyatt de nuestro mundo.

Joel no sabía si Ivan hablaba en serio. En lugar de responder, inspeccionó el lugar buscando a Toby y dijo:

– Tengo que ir a buscar a mi hermano. Ha salido corriendo cuando ha llegado Neal.

Ivan dudó.

– Ah, sí. Por supuesto. Tu hermano pequeño. Al menos eso explica… Bueno. No importa. ¿Dónde puede haber ido? Te ayudaré a encontrarlo y luego os escoltaré hasta casa.

Joel no quería, pero salvo que fuera un maleducado, no sabía cómo decirle a Ivan que prefería que lo dejara en paz. Así que caminó por la acera de Elkstone Road, con Ivan a su lado, y miró a ver si Toby había corrido a casa de su tía. Al no encontrarle allí, fue al sendero entre los edificios, hacia el estanque de los patos y allí descubrió a Toby agazapado tras la pantalla con las manos sobre la cabeza.