‘Hay que cambiar unas piezas, no es un chiste.’
La moto de Step frena enfrente del garaje. Un ultimo rugir da a entender que es VF 750 no tiene necesidad de ser reparada. Sergio se lava las manos con un trapo.
‘Hola Step, que pasa? Algún problema?’ Step sonríe. Mueve la mano afectuosamente sobre el asiento de su Honda.
‘Esta moto no conoce esa palabra. Vinimos a retirar la moto de Pollo.’ Pollo se acerco a su moto. El viejo Kawa 550. La trágica ‘casa de muertos.’
‘Todo esta bien. Debí cambiar los pistones y todo lo que detenía al motor. Pero algunas piezas las agarre usadas.’ Sergio habla de otros trabajos costosos. ‘Y entonces le hicimos un cambio completo de aceite.’ Pollo lo mira. Con el no se juega. Sergio ni lo intenta. ‘Pero eso no te lo meto en la cuenta. Es un regalo.’
Un año antes, Sergio tuvo una violenta discusión y ahora había aprendido a tratar con ellos dos.
Es primavera. Step le lleva su Honda apenas comprada para realizar un control. ‘También mira la cubierta lateral que vibra…’
Cualquier día después, Step regresa donde Sergio para retirar la moto. Paga el precio sin hacer discusiones, incluido el cambio de aceite completo. Pero cuando prueba la moto, la cubierta vibra todavía. Step regresa con Pollo y se lo hace saber. Sergio le asegura que la ajusto. ‘Si quieres te la reviso de nuevo, solo que debes buscar otra cita y naturalmente, pagar el trabajo.’ Como si eso no bastara, Sergio comete un grave error. Se acerca a Step, le da una palmada en la espalda, y se aleja de una mala forma.
‘Y quien sabe como tu uses esa moto. Por eso es que debes tener la cubierta dañada de nuevo.’
Step no aguanta mas. Su moto, junto con Pollo, es la única cosa que conserva de verdad. Y aparte, odia esos que te hablan tocándote.
‘Te equivocas. Es muy fácil dañar las piezas laterales de una moto. Mira eh…’
Step va al fondo a una fila de motos enfrente del garaje. Le da una patada violenta a la primera. Una Honda 1000, roja y pesada se cae sobre esa que tiene al lado. Una 500 Custom conservada perfectamente. También esta cae, sobre una Suzuki 750 y poco mas abajo aun, sobre un SH 50 blanco y ligero. Motos costosas y modernas, motocicletas nuevas y modelos pasados se baten uno sobre el otro con un sonido metálico terrible, terminando en el suelo, empujados por esa onda de destrucción, como un pequeño gran domino, jugado a alto precio.
Sergio trata de detenerlo. Es todo inútil. Hasta el último Peugeot cae a tierra lateralmente, arruinándose el lado. Sergio se queda estupefacto. Step le sonríe. ‘Viste que fácil es?’ Después, antes de que Sergio pudiera decir algo, Step continua: ‘Si no me ajustas rápido la moto, te prendo en fuego tu garaje.’ Después de menos de una hora, la cubierta esta bien. No vibro nunca mas. Step, naturalmente, no pago nada.
El joven espera silencioso en una esquina, mirando preocupado su Free a motor abierto. Sergio entra para tomar el Kawa de Pollo.
‘Esta bien muchacho. Déjame la moto. Veamos que puedo hacerle.’ Esta ultima expresión preocupa aun mas al chico. Piensa justamente que su Free esta en una fase terminal.
‘Cuando puedo buscarla?’
‘Mañana mismo.’ El joven de lentes se alegra con esta noticia. Sonríe y se aleja estúpidamente feliz. Sergio le da las llaves a pollo. El Kawasaki regresa a rugir. El humo sale potente del tubo de escape. Los giros son veloces. Pollo acelera dos o tres veces, después sonríe feliz. Step lo mira. Es de verdad un niño. Pollo sonríe un poco menos cuando Sergio le da la cuenta. Pero se la esperaba. Lo ha arreglado, y cambiar pistones y todo el resto no es un chiste. Pollo le paga. Sergio se mete el dinero en el bolsillo. Naturalmente, no emite factura.
‘Te aconsejo Pollo, espera un tiempo. Ve lento.’ Pollo deja el acelerador.
‘Es cierto, no lo había pensado. Todo este alboroto no sirve para nada.’
Pollo mira a Step.
‘Pero tu si puedes…’
Step, entendiendo a donde quiere llegar, detiene rápido al amigo.
‘Frena. Mi moto no se toca. Te presto todo lo que quieras pero la moto no. Una vez por todas, simplemente quédate mirando.’
‘Si, y que hago?’
‘Haces de fanático para mi. Yo corro esta noche.’
Sergio lo mira con un sentimiento de envidia.
‘En serio van a la Serra?’
‘Vienes no? Si quieres vamos juntos.’
‘No puedo. A propósito, todavía esta Siga allí?’
‘Como no, esta siempre allí.’
‘Bueno, mandale saludos. Tengo que hacer cosas de motos.’
‘Bueno, como quieras. Si cambias de idea sabes donde encontrarnos.’
Pollo y Step se despiden, después meten primera. Pollo acelera un poco para calentar bien el motor. Después escuchando el sonido profundo y seguro se dobla y acelera alzándola. Step lo sigue, alza la rueda de adelante y acelerando se aleja con el amigo en la calle principal. Sergio entra en el garaje. Mira las viejas fotos que pego en el muro. Su moto, las carreras. Era imbatible. Ahora son otros tiempos, pasaron tantos años, es tarde. Recuerda algo que un amigo una vez dijo: ‘Crecer quiere decir nunca mas llegar a doscientos kilómetros por hora.’ Es cierto. Ha crecido. Ahora tiene responsabilidades. Una familia y también un hijo. Sergio se acerca a la vieja radio en el mesón, negro de aceite. Mete el CD de nuevo. Solo tiene esa. Son años que escucha la misma canción.
Probablemente mi papa y mi mama, quien sabe, no me querían, quizás otro hijo, piensa Sergio.
Después mira a Mariolino. Esta ahí, doblado en la moto abierta en medio del garaje. No es solo cosa de genética, piensa Sergio. Mariolino se voltea hacia el.
‘Hey pero que tiene este Free?’
‘Marioli, no ves que ese muchacho es un gafo? La metió donde no debía y bloqueo la rueda. Este Free no tiene nada, sube la cubierta y hazle un buen cambio de aceite. Después ve por que parte esta el obstáculo.’
Mariolino se dobla sobre el Free. Tarda cualquier minuto antes de subir la cubierta. Sergio mueve la cabeza. Es cierto, cuando tienes un hijo no vas mas a doscientos por hora. Cuando tu hijo es Mariolino, no vas mas a ninguna parte. Sergio agarra la chaqueta y se la pone encima de la braga. Decide de arriesgarse y salir igual. ‘Regreso en un rato.’
Mariolino lo mira preocupado.
‘Donde vas papa?’
‘A comprar lo mejor de Battisti. Salio hoy. Es hora de cambiar de música.’
En la Plaza Euclide, enfrente a la salida de la escuela Falconiere, diversos carros se paran en doble fila. Detrás de ellos, otros automóviles, llenos de familiares o encargados de los hijos que van a esa escuela, se aferran a la bocina: el usual terrible concierto postmoderno.
Algunos chicos con sus Peugeot y los SH 50 se paran enfrente de la escalera. También llega Raffaella en ese momento. Consigue un pequeño espacio vacío al otro lado de la calle, de frente a la gasolinera que queda antes de la iglesia, y se estaciona con su carro Peugeot 205 cuatro puertas. Palombi la reconoce. Memorias de la noche anterior, decide que es mejor alejarse.
Alcanza el grupo de chicas a los pies de las escaleras. Conversación del día: la fiesta de Roberta y los desastrosos. Cualquier chico cuenta su propia versión de los hechos. Debe ser cierta juzgando por las señales de golpes que ha recibido. Si fuera porque otro fue el que se los hubiera dado, el resto podría bien ser inventado. Brandelli se une al grupo.
‘Hola Chicco, como te va?’
‘Bien.’ Miente rápidamente. Su amigo, sin embargo, le cree. Ahora Chicco se ha convertido un experto en mentiras. Ha probado todos tipos de mentiras esa mañana cuando su padre vio como quedo la BMW. Que pecado que su padre no sea tan ingenuo como el amigo. No ha creído para nada la historia del robo. Cuando Chicco decidió contarle la verdad, su padre se molesto bastante. De hecho, pensándolo bien toda la historia es absurda. Esos tipos son absurdos, piensa Chicco. Destruirme el carro de esa forma. Aun si mi papa no cree, haré que lo haga. Conseguiré esos ladrones, descubriré sus nombres y los denunciare. Eso haré! Bien! Tarde o temprano los encontrare, estoy seguro.