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‘Lombardi!’ La Giacci esta en la puerta. ‘Vaya a su puesto, por favor.’

‘Si, discúlpeme profesora, estaba preguntando que habían hecho en la hora de religión.’

‘Lo dudo… igual vaya a sentarse.’ La Giacci va a la cátedra. Pallina agarra el morral. Babi la para. ‘Tengo una idea. No se necesita conseguir mi Vespa, al menos no tan rápido.’

Pallina sonríe.

‘Menos mal. Era imposible! Pero como haremos? Cuando tu padre regrese y no consiga la Vespa que dirás?’

‘Mi papa si conseguirá la Vespa en el garaje.’

‘Y como?’

‘Facil, pondremos la tuya.’

‘Mi Vespa?’

‘Claro, para mi papa son idénticas. Nunca se dará cuenta.’

‘Pero y yo como…’

‘Lombardi!’

Pallina no da tiempo para responder.

‘Esta lección de religión debe haber sido interesantísima. Venga mientras tanto y déjeme ver la justificación.’ Pallina se pone el bolso y le da una última mirada a Babi.

‘Hablamos después.’

Pallina va a la cátedra. Saca afuera el diario y lo abre en la página de justificaciones. La Giacci se lo quita de las manos. Lo lee y lo firma.

‘Esta bien, te hiciste análisis, no? A usted le deberían hacer una transfusión de cultura en vez de exámenes de sangre.’

La Catinelli como fiel aduladora ríe con el chiste. Pero es tan chillona que hasta la Giacci se mantiene fastidiada de esa fingida diversión.

‘Cierto, hay alguien mas que debe enseñarme su diario firmado.’ La Giacci mira irónica a Babi. ‘Cierto Gervasi?’

Babi le lleva el diario ya abierto con la nota firmada. La Giacci lo revisa.

‘Que ha dicho su madre?’

‘Me ha castigado.’ No es cierto, pero es mejor darle la victoria del todo.

De hecho, la Giacci sonríe al oírlo.

‘Ha hecho bien.’ Después se dirige al resto de la clase: ‘Es importante que sus padres sepan apreciar el trabajo hecho por nosotros, los profesores, y lo apoyen plenamente.’ De arriba para abajo todas asienten. ‘Su madre, Gervasi, es una mujer muy comprensiva. Sabe bien que lo que hago, lo hago solo por su bien. Tenga.’ Le devuelve el diario. Babi regresa a su puesto. Extraño modo de hacerme bien, un dos en latín y una nota. Y si me odiara que haría? La Giacci saca de su viejo maletín de piel las tareas de griego dobladas a la mitad. Se abren sobre el escritorio expandiendo en la clase la mágica duda de haber al menos alcanzado la suficiencia.

‘Los anuncio que fue una carnicería. Deben solo esperar que no salga griego en la prueba de aptitud.’ Todas están tranquilas. Ya saben cual saldrá: latín. Todas fingen no saberlo. En realidad esa podría ser una clase de actrices. Roles dramáticos, a juzgar por el momento.

‘Bartoli, tres. Simoni, tres. Mareschi, cuatro.’ Una detrás de la otra, las chicas van a la cátedra a retirar su tarea en silencio.

‘Allesandri, cuatro. Bandini, cuatro con mas.’ Hay una especie de procesión fúnebre. Todas regresan a su puesto y abren rápido la tarea buscando entender la razón de todos esos rayones rojos. Es un trabajo inútil, igual como el intento de traducción que les salio mal.

‘Sbardelli, cuatro y medio.’ Una chica se alza haciendo señal de victoria. De hecho, para ella lo es. Nunca ha salido del cuatro. Aquel medio voto es un verdadero regalo.

‘Carli, cinco.’ Una chica pálida, con los ojos gruesos y los cabellos pegados, siempre habituada al siete, se sorprende. Se alza del pupitre y va con paso lento hacia la cátedra preguntándose en donde se habrá equivocado. Un escalofrío de alegría recorre los pupitres. Es una de las sabelotodos de la clase, y nunca deja copiar sus tareas.

‘Que te paso? Quizás no estabas muy bien? O quizás esta clase de analfabetas también te ha contagiado a ti?’ La muchacha le da una sonrisa. Y con un débil ‘Si, no me sentía segura.’ Regresa a su puesto. Una cosa es segura. Ahora esta verdaderamente mal. Ella, la Carli. Esa de las versiones imposibles, tener cinco. Abre la tarea. Lo lee rápidamente, encuentra su trágico error. Bate el puño sobre el pupitre. Como se pudo confundir? Se lleva la mano entre los cabellos desesperada. La felicidad de la clase llega a vértices increíbles.

‘Benucci, cinco y medio. Salvetti, seis.’ Ya paso. Esas de la clase que aun no habían retirado la tarea dan un suspiro. Ahora tienen la suficiencia asegurada. La Giacci entrega las tareas en orden creciente, primero las notas peores, después lentamente sale a la suficiencia y a algunos seis u ochos. Ahí se detiene. Nunca ha puesto mas nota. Y un ocho es un evento para nada malo.

‘Marini, seis. Ricci, seis y medio.’ Algunas chicas esperan tranquilas sus notas, habituadas a encontrarse en la zona alta de la clasificación. Pero para Pallina esto es un verdadero milagro. No cree sus orejas. Ricci seis y medio? Entonces ha tenido esa nota, si no más. Se imagina llegando donde su madre a almorzar y decirle ‘Mama saque siete en griego’. Se desmayaría. La última vez que saco siete fue en historia. Acerca de Colon. Cristóbal le gustaba mucho, desde que vio una foto de el en un libro que lo retrataban con una bandana roja en el cuello. Un verdadero jefe. Viajero, decidido, hombre de pocas palabras. Y entonces, bien o mal, el primero en ir a America. Fue el que lanzo la moda de los Status. Pensándolo bien, tiene una vaga semejanza entre el y Pollo.

‘Gervasi, siete.’ Pallina sonríe feliz por la amiga.

‘Que bien Babi.’ Babi se voltea hacia ella y la saluda. Una vez al menos no se sentirá tan mal por sacar más que Pallina.

‘Lombardi.’ Pallina salta fuera del pupitre y se dirige veloz hacia la cátedra. Esta eufórica. Ahora es al menos un siete.

‘Lombardi, cuatro.’ Pallina se queda sin palabras.

‘Tu tarea debe haberse metido entre estas por accidente.’ Se disculpa la Giacci sonriendo. Pallina agarra su tarea y regresa derrotada al banco. Por un momento lo creyó. Como hubiera sido bello tener siete. Se sienta. La Giacci la mira sonriendo, después regresa a leer las notas de las últimas tareas.

Lo ha hecho a propósito esa estupida. Pallina esta segura. Por la rabia los ojos se le llenan de lágrimas. Diablos, como logro engañarse? Siete en una versión de griego, es imposible. Debía entender que algo extraño había. Siente un susurro a su derecha. Se voltea. Es Babi. Pallina trata de sonreír con un resultado pobre. Babi le muestra un pañuelo. Pallina asiente. Babi lo anuda y se lo lanza. Pallina lo agarra al vuelo. Babi se inclina detrás de ella.

‘Llorona! Deberías hacer de groupie. Después de eso, todo el resto parece una tontería.’

Pallina comienza a reír con gusto. La Giacci la mira fastidiada. Pallina alza la mano disculpándose, después se sopla la nariz y aprovechándose del pañuelo frente a la cara, alza el dedo del medio. Cualquier chica alrededor de ella se da cuenta y ríe divertida.

La Giacci golpea el puño contra la cátedra.

‘Silencio! Ahora voy a interrogar.’

Abre el registro.

‘Salvetti y Ricci.’

Las dos chica van a la cátedra, entregan sus cuadernos y esperan en el muro, listas para ser fusiladas de preguntas. La Giacci mira de nuevo el registro. ‘Servanti.’ Francesca Servanti se alza del pupitre sorprendida. Aquel día no le tocaba a ella. Debía interrogar Salvetti, Ricci y Festa. Lo sabían todas. Va en silencio a la cátedra y entrega su cuaderno tratando de esconder su desesperación. En realidad, es bastante evidente. No esta preparada para nada. La Giacci recoge los cuadernos, los mete uno sobre el otro emparejando los bordes con las dos manos.

‘Bien, con ustedes termino el ciclo de interrogaciones, espero meter las notas de griego. Estudiaremos mas latino. Bueno, se los diré de una. Casi seguramente será esta la materia que saldrá…’

Gran secreto, piensa la mayor parte de la clase dentro de si mismo. Solo una chica tiene otro pensamiento. Silvia Festa. Como la Giacci no la llamo? Porque no la interrogaran a ella, en vez de a Servanti, como seria justo? Quizás la Giacci esta proyectando algo para ella? Su situación no es de las mejores. Tiene ya dos cincos y no es el momento de empeorarla. Igual, la profesora no puede nunca equivocarse. La Giacci no se equivoca nunca. Esta es una regla de oro de los Falconieri.