Debe ser Annalisa, piensa. Stefano trata de patear, pero las piernas no logran moverse. Siente solo el sonido de los golpes. Ya no le hacen tanto mal. Después llegan los adultos, algunos pasantes, la propietaria del bar. ‘Vayanse ya, larguense’ Alejan a esos muchachos tirandolos por las camisetas, por las chaquetas, quitándoselos de encima. Stefano se echa lentamente, apoya la espalda en la acera, termina sentado en un escalón. Su Vespa esta allí enfrente, en el suelo como el. Quizás la parte lateral se rayo. Pecado! Estaba siempre pendiente cuando salía del portón de no rayarla.
‘Estas mal, muchacho?’ Una bella señora se acerca a su cara. Stefano hace señal de no con la cabeza. La gorra de si madre esta ahí en la tierra. Annalisa se largo con los otros. Mama, sin embargo, tu gorra todavía la tengo.
‘Toma, Bebe.’ Alguno llega con un vaso de agua. ‘Tomalo lentamente. Que desgraciados, gentuza de la calle, pero yo se quienes fueron, siempre son los mismos. Esos ociosos que se sientan todos los días aquí al bar’
Stefano bebe el último trago, agradece sonriendo un señor que esta cerca y agarra el vaso vacio. Desconocidos. Trata de alzarse, pero las piernas por un momento parecen ceder. Alguno se da cuenta y se lanza rápido a socorrerlo.
‘Muchacho, estas seguro de sentirte bien?’
‘Estoy bien, gracias. De verdad.’
Stefano se limpia los pantalones. El polvo se va de las piernas. Se limpia la nariz con el suéter ahora arrugado y respira profundamente. Se pone la gorra de nuevo y enciende la Vespa. Un humo blanco y denso sale con gran ruido del tubo de escape. Esta golpeada. La parte lateral derecha vibra más de lo normal. Esta rayada. Después mete primera y mientras los últimos señores se alejan suelta lentamente la fricción. Sin voltearse sale por la bajada.
Recuerdos.
Un poco mas tarde en casa. Stefano abre lento la puerta y trata de llegar a su cuarto sin hacerse sentir, pasando por la sala. Pero el piso es traidor: chilla.
‘Eres tu, Stefano?’
La sombra de su mama aparece en la puerta del estudio.
‘Si mama, voy a la cama.’
La madre avanza un poco. ‘Estas seguro de sentirte bien?’
‘Si mama, estoy muy bien.’
Stefano trata de llegar al corredor pero la mama es mas veloz que el. El interruptor de la sala se mueve, iluminándola. Stefano se para, como inmortalizado en una fotografía.
‘Dios mío! Giorgio, rápido, ven acá!’ El padre se apura, mientras la mano de la madre se acerca temerosa al ojo de Stefano.
‘Que te ha pasado?’
‘Nada, me caí de la Vespa.’ Stefano se aleja ‘Ay!, Mama me duele’
El padre mira las otras heridas en los brazos, la ropa arrugada, el cabello sucio.
‘Di la verdad, te han golpeado?’
Su padre siempre ha sido un tipo atento a los detalles. Stefano cuenta más o menos como han sido las cosas y naturalmente la madre, sin entender que a los dieciséis años pueden ya estar ciertas reglas: ‘Pero porque no le has dado la gorra? Te hubiera hecho otra…’
Mientras el padre abandona los detalles para ir a algo aun más serio: ‘Stefano, di la verdad, la política no tiene nada que ver, verdad?’
Fue llamado el medico de la familia, el cual le ha dado la clásica aspirina y lo mando a dormir. Antes de quedarse dormido, Stefano decide que ninguno le pondrá más las manos encima. Nunca más sin salir bien lastimado.
En el escritorio de la secretaria esta una mujer con los cabellos rojos, la nariz un poco larga y los ojos sobresalientes. No es una belleza.
‘Hola, te vas a inscribir?’
‘Si.’
‘Bueno, si te puedes poner cómodo.’ Dice girando los ojos mientras toma una tarjeta debajo en las gavetas. No es para nada simpática.
‘Nombre?’
‘Stefano Mancini.’
‘Edad?’
‘Diecisiete, el 21 de Julio.’
‘Direccion?’
‘Francesco Benziacci, numero 39’ después añade “3.2.9.27.14’ prediciendo así la pregunta que seguía. La mujer alza la cara.
‘El teléfono, no? Solo para la tarjeta…’
‘No seria para ir a jugar videopoker.’
Los ojos sobresalientes lo ven por un segundo, después terminan por llenar la tarjeta.
‘Son ciento cuarenta y cinco euros, cien para la inscripción y cuarenta y cinco cada mes’
Stefano pone el dinero en el escritorio.
La mujer los mete en una bolsa con cierre que pone en la primera gaveta, después de haber apoyado un sello en una almohadilla mojada de tinta le da un golpe preciso en la tarjeta. Budokan.
‘Se paga al inicio de cada mes. El vestidor esta en el piso de abajo. Cerramos en las noches a las nueve.’
Stefano se guarda la billetera en el bolsillo, con la nueva tarjeta en el compartimiento latera y ciento cuarenta y cinco euros menos.
‘Toca, toca acá. Es hierro. Pero que digo, acero!’ Lucone, un tipo bajo y de cara simpática muestra unos bíceps gruesos pero poco definidos.
‘De que hablas todavía? Mira que si te doy un golpecito puedes desaparecer.’
Pollo se da en la espalda, haciendo ruido. ‘Esto si es verdadero” sudor, fatiga, carne, esa que tienes tu es toda agua.’
‘Pero si eres un niño, eres minúsculo.’
‘Sin embargo, acabo de alzar ciento veinte! Cuanto coño haces tu?’
‘Rapido. Pero que, estas bromeando? Alzo dos como si nada, ve como lo hago eh?’
Lucone se pone debajo de la balanza. Alarga los brazos, alza el asta y la lleva arriba, firme. Baja lentamente y mirando la balanza a pocos centímetros del mentón, le da un empujón, esforzando los pectorales. ‘Uno!’ Después siempre controlándolo, baja con la balanza, apoya en el pecho y la sube de nuevo. ‘Dos! Y si quieres lo puedo hacer con mas peso.’
Pollo no se hace repetir dos veces: ‘En serio? Entonces prueba con esta.’
Antes de que Lucone pueda poner la balanza en los sujetadores, mete una pequeña pieza lateral de dos kilos y medio, la balanza comienza a doblar hacia la derecha. ‘Hey! Que coño haces? Eres tonto…?’
Lucone trata de mantenerlo, pero lentamente la balanza comienza a caer. Los musculos lo abandonan. La balanza le cae en el pecho, pesada.
‘Coño, quitamelo de encima, me esta ahogando.’
Pollo ríe como un loco: ‘Lo que quieras, puedo hacerlo hasta con dos piezas. Entonces? Te puse una nada mas y ya estas así? Estas de verdad destruido, eh?, vamos súbela, anda, súbela…’ le grita casi en la cara. ‘Subela pues!’ y mas risas.
‘Me lo puedes quitar de encima, dale!’ Lucone se ha vuelto completamente morado, un poco por la rabia, otro poco porque de verdad se esta sofocando.
Dos muchachos, mas pequeños, que estaban en una maquina cercana, se miran indecisos de que hacer. Viendo que Lucone comienza a toser y que haciendo esfuerzos bestiales no logra quitarse esa balanza de encima, deciden ayudarlo.
Pollo esta echado en la tierra, boca abajo. Ríe como un loco, golpeando las manos en la madera del suelo. En un momento se gira de nuevo hacia Lucone con las lagrimas en los ojos, pero lo ve ahí, de pie enfrente a el. Los dos muchachos lo liberaron.
‘Oh! Como coño lo lograste?’
Pollo se da rápido a la fuga, aun riendo y tropezando sobre una balanza. Lucone, tosiendo, lo persigue.
‘Parate, te golpeare, te masacrare. Te daré un puño en la cabeza y te haré ser mas enano de lo que eres.’
Si persiguen furiosamente por todo el gimnasio. Girando alrededor de las maquinas, parándose detrás de columnas, volviendo a correr repentinamente. Pollo, en el intento de parar al amigo, le lanza encima algunas pesas. Esas piezas de goma caen al suelo pesadas, esquivadas por Lucone, que no se para por nada. Pollo va a las escaleras que dan hacia el vestidor femenino. Corriendo choca con una chica y termina contra la puerta, abriéndola. Todo el resto, desnudas, que se están cambiando para la lección de aeróbica, inician a gritar como locas. Lucone se para en los últimos escalones, extasiado de aquel panorama de suaves colinas, humanas y rosadas. Rápidamente Pollo mira hacia atrás