El aludido movió la cabeza.
—Estaba equivocado —murmuró humildemente—. Creí que habla aparecido usted para salvarles.
—Y eso hice... —dijo el señor Quin—. ¡Oh! No a ese par... sino a los otros. ¿No se fijó en la doncella? No iba vestida de brocado azul, ni representaba un papel dramático, pero en realidad es una muchacha muy bonita, y creo que está muy enamorada de ese Jennings. Espero que entre ustedes dos podrán salvarle de la horca.
—No tenemos ninguna prueba —dijo el coronel Melrose con pesadumbre.
El señor Quin sonrió.
—El señor Satterthwaite la tiene.
—¿Yo?
El aludido estaba perplejo.
—Usted tiene la prueba de que el reloj no se rompió. No es posible romper el cristal de un reloj como este sin abrir la tapa. Inténtelo y verá. Alguien cogió el reloj, lo abrió y, después de atrasarlo y romper el cristal, volvió a cerrarlo y a colocarlo en donde estaba. Ellos no se fijaron, pero falta un pedacito de cristal.
—¡Oh! —exclamó Satterthwaite, introduciendo la mano en un bolsillo de su chaleco para sacar un fragmento de cristal curvado.
Aquél era su momento.
—Con esto —dijo el señor Satterthwaite, dándose importancia— salvaré a un hombre de morir ahorcado.
Table of Contents
Tres ratones ciegos
LIBRO PRIMERO
Guía del Lector
Canción infantil inglesa
Prólogo
Capítulo I
1
2
3
Capítulo II
1
2
Capítulo III
1
2
3
4
Capítulo IV
1
2
3
Capítulo V
1
2
3
4
5
6
7
8
9
Capítulo VI
1
2
3
4
5
LIBRO SEGUNDO
Una broma extraña
El crimen de la cinta métrica
El caso de la doncella perfecta
El caso de la vieja guardiana
El tercer piso
Las aventuras de Johnnie Waverly
La tarta de zarzamoras
Detectives aficionados