Prudencia sabía pedir las cosas sin que el marido supiera que las estaba pidiendo. Pero eso era antes de que su marido fuera su hermano. No tenía más que decirle que había visto un vestido muy bonito, o que en el bar de abajo las tapas estaban muy ricas, o que habían estrenado una película estupenda, o que hacía mucho tiempo que no iban a casa de sus padres. Tenía arte para insinuar. Pero lo perdió. Como todo. Al creer que era su marido el que le tenía que dar. Empezó a pedir, y se equivocó de parte a parte, porque el marido supo que era él quien le podía dar, o no dar. Eso es el poder.
Empezó a pedir y entregó el poder.