Los días se confunden con las horas, y no puedes distinguirlos. Han pasado ya cuarenta noches desde que Matilde se fue. Cuarenta días. Los que necesita el alma para despedirse según las creencias musulmanas, los que dura el luto blanco, mientras el alma ronda. Aprendiste mucho en Punta Algorba. Ahora sabes que en el séptimo día tiene lugar la separación definitiva, la despedida, pero que el alma ronda hasta el día cuarenta. Estela te lo explicó todo, ella lo aprendió muy bien, para poder contarlo. Y te reveló el significado de los nombres de los muertos.
—Aisha es «La que vive», y murió su novio en el naufragio, y ella no. Farida significa «La única», y fue la única que sobrevivió de su familia. Yunes se traduce por Jonás, «El que fue engullido por una ballena». Y Pedro, como sabrás, es «Piedra», y tenía aspecto de ser el más duro de todos ellos.
Matilde no sabe nada. No sabe tampoco que Algorba significa «Expatriación», «Abandonar la patria».
—Una alegoría muy cruel —te había dicho Estela—, que dejen su país y lleguen a Punta Algorba, y sea para morir.
Sin saber nada, sólo sintiendo, Matilde tomó parte en los ritos, y se emocionó como si creyera en ellos, ignorando que en unos podía participar y en otros no debía hacerlo.
Caminó detrás de las parihuelas que llevaban a Aisha, a Pedro, a Yunes y a Farida hacia sus sepulturas, a pesar de que las mujeres no deben ir al cementerio. Comió higos secos. Asistió a las exequias sin saber que las tumbas se orientan hacia La Meca, y que se abren en el suelo porque en tierra se debe enterrar a los muertos. Anduvo entre los hombres, la cabeza cubierta con su chal blanco, ensimismada en las aleyas del Corán. Los salmos acompañaron a Pedro y Aisha, a Yunes y Farida, hasta sus tumbas, y la cacofonía de voces no dejó de sonar hasta que sus cuerpos estuvieron cubiertos de tierra. EN EL NOMBRE DE DIOS, EL CLEMENTE, EL MISERICORDIOSO. «No seáis como aquella que rompía el hilo después de haberlo hilado sólidamente.» Sí, también en el Corán aparece una Penélope —lo sabes ahora—, aquella mujer árabe llamada Raita Bint Saad ibn Taym pertenecía a la tribu de los quraysh. Estela memorizó los nombres, acumuló los datos.
Matilde no sabe nada. La recuerdas hacer lo que los demás hacían, sin preguntar. No se dio cuenta de que las mujeres se quedaban y se marchó con Ulises, siguiendo al cortejo fúnebre. Tú fuiste con Estanislao y Federico. Estela y Andrea se quedaron en el cortijo, junto a las mujeres, esperando vuestro regreso. El abogado y el administrador se quedaron también, disponiéndolo todo para cerrar la propiedad cuando os hubierais marchado, porque Ulises deseaba irse el primero de Aguamarina.
Aguamarina. Punta Algorba. Y las lágrimas de Matilde se confunden con los días y las horas, y con las tuyas. En un pequeño cementerio al borde del mar. Y se confunden con los versos de Adonis, los que Ulises escogió como epitafio y leyó ante las sepulturas: