Prudencia y yo hemos estado siempre juntas. Nadie habla con Prudencia y ella sólo habla conmigo.
Prudencia, ¿estás ahí? ¿Por qué me diste tantas pastillas? Me arde el cuerpo por dentro. Siento como si me hubieran metido una esponja mojada en la boca. Se ha secado poco a poco, está creciendo y se me cuela entre los dientes. Así tengo la boca, Prudencia, no me cabe la lengua, habla tú por mí. Dile a tu marido que hoy no quieres estar sola, que el mundo se ha hecho demasiado grande. Dile que has acabado de limpiar el comedor, has sacado brillo a los muebles y encerado el suelo del cuarto de estar. Ya has fregado la loza, ya has lavado y planchado, también la camisa que él quería esta mañana. Dile que ayer no lo hiciste porque el cansancio se te metió en el cuerpo y te pesaba tanto que no podías levantarte. Y que no se enfade más.