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El segundo marido de mi suegra vigilaba de cerca al primero, debe de ser que no estaba muy seguro de que la relación con su mujer fuera simple y llanamente gastronómica. Mi prima le vio muchas veces escondido detrás de la esquina de su casa, a mediodía; se quedaba allí hasta que veía salir a mi suegro. Dice mi prima que un día el representante siguió a mi suegro, ella fue detrás, porque se temía lo peor, y vio cómo le hablaba y se metían los dos en el bar. Entonces mi prima avisó a su marido y se fueron a tomar un café, se sentaron al lado de ellos. Luego me contó que estaban muy tensos, que ninguno miraba al otro y parecía que no sabían qué decirse. Pero yo me figuro que si el representante se decidió a hablar con mi suegro sabía muy bien lo que quería decir, porque es hombre de pocas palabras. Vieron que el representante titubeaba, pero eso a mí no me extraña, el pobre lo debía de estar pasando fatal. «Su mujer, digo, perdón, mi mujer...», «... nunca me habla de usted, siempre de su hijo...», «... me habla de su hijo, en su casa, es decir, en mi casa, perdón...», «... yo no lo entiendo, porque a mí me gustaría, usted sí va todos los días, sí, sí, ya sé...», «... son amigos, pero su hijo...». Mi prima y su marido no escuchaban bien toda la conversación y vieron cómo a mi suegro se le iba demudando la color, se quedó lívido y llamó al camarero, pagó y se marchó.