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Ferruccio decía que vosotros los escritores os veis siempre a la luz del futuro, como póstumos, y yo pensaba en el mecanismo que pusiste en marcha cuando me relataste en primera persona, como si Tristano fueras tú… ya me habías encomendado al futuro, como una lápida, y en ella te veías reflejado, porque esa lápida te devolvía tu imagen, tal y como pensabas que quedaría para la posteridad… Y en cambio esa imagen te la estoy cambiando delante de tus narices, mejor dicho, está cabeza abajo y patas arriba, como en los espejos de los pabellones de las ferias… Lo siento por ti, pero no sé qué esperabas al venir a verme, yo no estoy aquí para confirmar, al contrario… no hay que fiarse jamás de los espejos, al principio parece que reflejan tu imagen, y en cambio te la desfiguran, o peor, la absorben, se la beben entera, te chupan incluso a ti… Los espejos son porosos, escritor, y tú no lo sabías.