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…Olvidamos que el tiempo existe y no contamos los días de la vida, no hay que hacerlo cuando hemos sido tan necios de no contarlos antes, Mavri, es como sí yo hubiera estado soñando y ahora me despertara y me preguntase dónde estoy, si soy yo, si soy el mismo y por qué… pero no hay porqués, las cosas van por su cuenta, sin porqués, aunque la responsabilidad empiece en los sueños, el dicho antiguo tiene razón, háblame de tu infancia, Mavri, y después, de tus compañeros, de quienes no se despertaron como yo y ahora tienen tumbas desconocidas en los montes, pertenecen al pueblo de los sueños, no sé hablar con ellos… quisiera que tú me tocaras la misma melodía de aquella noche, pero aquí no hay piano y me da vergüenza pedírtelo, sin embargo la oigo sonar en los cipreses, vamos a Cabo Sunio, quiero ver el Egeo desde el templo de Poseidón, tus compañeros ya no tienen pestañas, tienen las órbitas vacías, están tendidos entre los matorrales y alimentan las raíces de los castaños, han estado llamándome mucho tiempo y yo no los oía, Mavri, nosotros nos pertenecíamos sin saberlo, éstas son mis piedras, gracias a ellas he comprendido, las piedras enseñan muchas cosas, tal vez un día vengas conmigo, pero ahora deja que me quede, llévame a Creta, quiero ver la casa donde naciste, no puedes dejarla abandonada, sería como si tu padre y tu madre hubieran muerto dos veces, seré yo quien vuelva a abrir esa puerta, entrarás conmigo, a fuerza de imaginármela la conozco como si hubiera vivido en ella, la llave está colgada de un clavo bajo el porche detrás de una rama de laurel seco, es una llave gruesa y pesada, la cerradura levanta el pestillo de madera al otro lado de la puerta, la primera habitación es amplia, era el molino del aceite, las sillas son de paja, pero cerca de la ventana hay un asiento de piedra cubierto con cojines forrados de telas cretenses, y en medio de la habitación la mesa donde comíais, una enorme piedra redonda que en otros tiempos molía las aceitunas, apoyada sobre otra piedra… será nuestro taller, allí diseñaremos el mundo que queremos, los libros los haremos sobre esa piedra… Mavri, yo no quiero pasarme la vida en las aulas de una universidad o mis noches en el observatorio rebuscando en los cielos, ¿para qué?, ¿para descubrir otros mundos?, ¿no nos basta con éste y cómo lo hemos dejado?… ya sé que a menudo tendrás que dejarme solo, pero cuando vuelvas de tus conciertos me encontrarás sentado allí, ante esa piedra… Oigo una pianola, ¿la oyes tú también?… te digo a ti, escritor… discúlpame, estaba soñando y me ha despertado una pianola, aunque tal vez estuviera soñando con la pianola también y ahora sigue fuera del sueño, es un vals, ¿lo oyes?… No me digas que es una alucinación sonora, sé comprensivo, es un vals en la mayor, lejano, pero se oye perfectamente si uno quiere oírlo… pero si no es una pianola, es un organillo, como los que en otros tiempos tocaban los gitanos en las ferias cuando yo era niño… Para los fuegos de San Juan en la piazza San Nicoló un gitano tocaba un organillo, giraba la manivela y la gente se ponía a bailar… Estas viejas historias ya no le interesan a nadie, pero alabado sea el estribillo pobre que viene del pasado para devolvernos los días muertos… ese péndulo insomne encima de la cómoda está siempre con los ojos muy abiertos, no los cierra ni siquiera de noche, espía todo instante, igual que la araña con las moscas, y el universo está ahí, déjate de galaxias y de años luz, un segundo tras otro, tic-tac, y la hora ha acabado ya… el gitano parte hacia otra feria, pero toca siempre la misma música, ¿hay alguna otra pareja que quiera bailar?… a esos dos los conozco, ella lleva unos zapatos blancos y una falda tableada azul, él ha dejado la chaqueta sobre el respaldo de una silla y se ha remangado la camisa, sácala a bailar… hombre, haz que se ría, no ves cómo le centellean los ojos, en su interior se agitan las luces de la plaza, son farolillos de papel iluminados, ahora ha llegado un tocador de buzuki, es un viejecillo que comprende a los enamorados, ha visto bailar a tantos en su vida, lo ha comprendido absolutamente todo el viejecillo, se ha puesto a tocar Thaxanarthis… claro que volverás, dice la mujer, ya has vuelto, y ríe, le rodea el cuello con una mano y lo atrae hacia ella, la gente aplaude, han formado un círculo a su alrededor, ella le pasa una mano por el pelo y lo besa después, han llegado otros músicos, hay mucha animación, todos empiezan a bailar, un hombre anciano baila solo, tiene los brazos levantados como si aferrara el aire y solamente deja que bailen las piernas metidas en las botas de cuero, ellos se han quedado inmóviles en medio de la multitud que baila, parecen una estatua con dos cuerpos que el escultor ha extraído de una única piedra, tienen los ojos cerrados, la frente apoyada en la frente como si se estuvieran intercambiando lo que piensan, piensan lo mismo, que el barco para Creta zarpa mañana a las siete y el Pireo está de fiesta, para qué regresar a dormir a la ciudad… Conozco una pensión en el puerto, dice Daphne, cuando mi abuelo venía a estudiar a Atenas, se alojaba allí, ahora es de Stratis, uno de mi pueblo, me gustaría ir a saludarlo, me conoce desde niña, creo que se sentirá contento de verme llegar contigo, Tristano.