Выбрать главу

La reconocí cuando no era ni siquiera una figurita en el horizonte, un insecto, porque de aquel insecto reconocí el perfil de las caderas anchas como un ánfora, donde había posado las manos, y el cuerpo, a la izquierda, sobre la colina, había dos columnas jónicas, yo sabía perfectamente que en realidad eran las torres que se veían desde la ventana, pero el pintor que favorecía aquella escena, el que dibuja los sueños, las había transformado en dos columnas jónicas, a medida que se acercaba también sus piernas parecían ahora dos columnas, y una hiedra tierna se encaramaba por ellas hasta cubrir el pubis y él se preguntó si no se habría convertido en un árbol que sin embargo se movía, él estaba en su sudario, en medio de esta habitación que se había abierto de par en par al paisaje, era una idea de habitación y dentro de la idea de habitación había un olivar que sólo podía ser el de Delfos, porque sus troncos eran tan nudosos y antiguos como sólo lo son en Delfos, los lugares que habían cruzado en sus vidas bailando danzas con movimientos inmemoriales de los que no quedan huellas, al son de un caramillo de caña que no oímos nunca y que guía nuestro bailar, él canturreó Thaxanarthis, ella se asomó por detrás de un olivo y dijo, claro que he vuelto, no podía no volver, Tristano mío, te creía muerto, te he buscado por todas las islas, te había escrito una carta y la confié al viento, después una luciérnaga que vagaba por un campo de trigo ya segado me dijo que estabas aquí y de ese modo he venido, Tristano. Es cierto, dijo él, mi amada Mavri, el grano ha sido trillado y las gavillas amarillean en los campos, pero nunca es demasiado tarde para reverdecer los tallos. Y diciendo eso, se levantó de su sudario, ella estaba ya a dos pasos y él murmuró con la cabeza inclinada, ves, la gangrena me está royendo la pierna, la carne está pútrida y el gusano está en el fruto, hace ya mucho que el gusano está en el fruto. Estaba desnudo, sólo con un pañuelo al cuello, como lo llevan los segadores de los llanos. Tristano, dijo ella, reconozco tu picha, no estás aún del todo deshecho, tal vez quede todavía algo de tiempo. Daphne, dijo él, qué notarial es la vida de los hombres, estoy aquí in artículo mortis. Sin embargo, a mí me gustas de todas formas, dijo ella, aunque tengas gusanos en las piernas, tu tronco está sano y en él late aún el corazón. Se tumbaron en el paisaje que se convirtió de inmediato en una llanura ancha y cálida, sobre las colinas comenzó a dibujarse la luz anaranjada del atardecer que proyectó la sombra del templo jónico hasta el vientre de ella. Sabes, Daphne, dijo él, me había olvidado de un contraluz, una vela que tenía siempre encendida en una casa a orillas del mar, y tú una noche pasaste por delante como si caminaras por el aire del recuadro de la ventana, es el recuerdo más importante de mi vida y me estaba olvidando de él, ¿te acuerdas de aquella casa donde vivimos, las habitaciones vacías, el piano en el piso de abajo, el rumor de la resaca, el olor a algas que yo llamaba olor a aldas porque la mujer que venía a ocuparse de la casa se llamaba Alda? Ella no contestó, su respiración se había hecho apresurada al oído de él como un jadeo, aquí estoy, dijo como decía en ciertos momentos, aquí estoy, Tristano, abrázame fuerte, y precisamente entonces el faro al otro lado de la costa se encendió, en el llano era ya de noche, pero por suerte el faro se había encendido y no había por qué tener miedo de nada.

…¿Conoces ese poema donde hay una madre vestida de negro que llora sobre el cadáver de su hijo asesinado en la plaza? ¿Te lo he preguntado ya? Me lo leyó el otro día la Frau… te has ido un día de mayo, dice, la fuente se ha quedado sin agua, te auguro un agua eterna… y después dice que suelta sus cabellos blancos para cubrir la flor marchita de aquel rostro… Las doce y media de la noche, han pasado deprisa las horas, aunque no sean las doce y media, trato de adivinarlo, fue a las nueve cuando la Frau encendió una lámpara, y yo me quedé aquí, inmóvil y sin hablar, y con quién hubiera podido hablar, yo que vivo solo ya en esta casa… ¿has visto lo bien que se adapta a mí este poema?… parece escrito a propósito para mí, como si quien lo escribió supiera… pero no es cierto que no tengo ya a nadie, puedo hablarte a ti, aunque tú escuches y nada más, y esto ya es algo, es ya mucho… Gracias.

Lo ves, escritor, voy y vengo por el tiempo, es que estoy vagando, no sé ya lo que es el ahora y el entonces, no los distingo, hasta tal extremo que se me viene a la cabeza Papee, pero ¿quién era Papee, lo habré conocido alguna vez? Quizá sea el personaje de alguna novela que leí en mi vida, un buen chico que luchó por la libertad de su país, en Burundi o en un sitio parecido, y la memoria lo arrastra todo a la vez, en las mismas aguas, pero para ti hay una ventaja, te estoy enseñando que el tiempo del reloj no marcha a la par que el de la vida, y si alguna vez tienes ocasión de discutir sobre ello puedes decir que esta verdad te la enseñó un viejo que se estaba muriendo y que se paseaba a su gusto yendo y viniendo por el tiempo, y habrá a quien le parezca un truco, porque no le importa comprender, creerá que todo es un truco, y que la memoria… Son pocas las memorias que nos quedan, escritor, los comentarios de César, las confesiones de Agustín, algunos de profundis, como el de Molly, ése también es un de profundis del útero, pero lo escribió un hombre, y también el mío es un de profundis… sabes, escritor, cómo me gustaría tener un útero, ahora, quisiera ser una mujer, una mujer joven, hermosa, fecunda, con la linfa que le circula por el cuerpo, sería precioso… y que es elevada por la luna como las mareas, una mujer que fuera el origen del mundo, y en cambio tengo dos cojones secos que la gangrena está royendo, y estoy aquí contándote viento.

Rosamunda, Rosamunda, che magnifica serata, sembra proprio preparata da una fata delicata, mille voci, mille luci, mille cuori strafelici, sonó tutti in allegria, oh ma che fe-li-ci-tá… Escritor, todo mi corazón es para ti, escritor, yo no pienso más que en ti… Sabes, es realmente curioso, te había llamado y pensaba sólo en mí, en ti no pensaba en absoluto, y desde que estás aquí, aunque no hayas dicho jamás ni media palabra, he empezado a pensar en ti. Por el mero hecho de que me estés escribiendo. Y a veces me parece como si tú fueras en cierto modo yo, así que me pregunto si lo que te cuento es mío porque lo cuento yo o es tuyo porque lo escribes tú… Las cosas ¿pertenecen a quien las dice o a quien las escribe? ¿Tú qué crees? Piénsatelo cuanto quieras, total a mí qué narices puede importarme, llegados a este punto.

Tú y yo tenemos que llegar a un pacto. Lo he estado pensando toda la noche… en el sentido de que yo también tengo algo que pedirte, por lo que, pensándolo mejor, es más bien un trueque. Pero antes tenemos que poner las cosas en claro, porque no quisiera que tú te convencieras de que he sido yo el que te ha pedido que vinieras… fuiste tú, lo sabes mejor que yo, yo te silbé y tú acudiste de inmediato porque no esperabas otra cosa… se te hacía la boca agua… discúlpame por no decírtelo hasta ahora, los acuerdos deberían estipularse desde el principio, como se hace entre caballeros, un apretón de manos y si se está de acuerdo, trato hecho, pero es que me lancé a contarte cosas y me distraje un poco, aunque quisiera habértelo dicho desde el principio, créeme… Pues verás… la propuesta es que quisiera que a cambio tú dijeras una cosa… me interesa que nos pongamos de acuerdo porque a vosotros los escritores os conozco bien, a la hora de la verdad la narración acaba por arrastraros, se impone, os parece que una cosa como ésta no tiene nada que ver con todo lo demás porque rompe el ritmo, y adiós muy buenas… Esta historia la cuento yo pero la escribes tú, y ¿quién me garantiza que en tu libro meterás algo que podría parecerte insignificante y que para ti no tiene nada que ver con todo lo demás?… Pues tiene que ver, tiene que ver y mucho, y por eso es necesario que nos pongamos de acuerdo, yo te cuento lo que he prometido contarte, pero tú debes escribir ese detalle, porque las cosas escritas tienen un valor distinto, eso dicen… y especifica bien que lo ha pedido un héroe nacional, no un fulano cualquiera, uno con la cruz de guerra en el pecho, y quién sabe si eso no les causará a los ingleses un cierto efecto, los ingleses aprecian el heroísmo, lo han practicado sin contención, y si no hubiera sido por ellos cuando Tristano estaba en el monte… eso puedes escribirlo, que Tristano los admiró sinceramente, en aquella ocasión… en otras ocasiones, menos, y me refiero a otras cosas que han hecho en otras partes, y no es necesario irse demasiado lejos, basta con pensar en el país de su Daphne, allí apoyaron a ese fascistón del mariscal Papagos, y a los griegos les dieron un nuevo caudillo y un nuevo rey, después de Metaxas, es así como los ingleses conciben la democracia en casa ajena… Pero vayamos al grano… personalmente, yo no sabría encontrar la fórmula idónea, pero las palabras adecuadas son tarea tuya, hace falta tacto, diplomacia, en caso contrario, qué clase de escritor serías… El problema consiste en los mármoles del Partenón… es eso lo que Tristano quisiera que tú pidieras, los mármoles que un lord inglés que estaba de embajador en Turquía cuando los otomanos sojuzgaban Grecia hizo desollar del Partenón para llevárselos a Gran Bretaña, como alguien que se encontrase en una carretera desierta a una señora desmayada y le arrancara el collar para llevárselo a su mujer… Eso precisamente, desollarlo, ésa es la palabra, escritor, los peones de aquel bandido le dieron al pico y a la maza… hace muchos años leí la descripción detallada de uno que asistió al estupro, pero prefiero ahorrártela… Verás, no es que se cogieran un cuadro, que está bien en cualquier pared, robaron un paisaje… los defensores del robo sostienen ciertas teorías… qué sé yo, que los frisos en el British Museum están magníficamente iluminados… como si el sol de Grecia fuera menos luminoso que las luces de neón inglesas… o bien que cuando el lord se los llevó, no eran ya los frisos del templo originario, dado que los otomanos lo habían transformado en una mezquita… bonito razonamiento, pero los otomanos sólo habían cambiado su contenido, que es cosa nimia, qué cuesta sustituir a un dios por otro, no habían cambiado en absoluto el continente… qué simpáticos, ya me gustaría verlos, a estos brillantes teóricos, si se encontraran los pináculos de su abadía de Westminster en el museo de Atenas… El lord en cuestión se llamaba Elgin, Lord Elgin, escríbelo, no sea que los ingleses vayan a confundirlo con cualquier otro lord, con todos los lores que hay en Inglaterra… En definitiva, escribe que Tristano deseaba que restituyeran esos mármoles a su legítimo propietario, que es un templo sublime que, de no haber sido construido por Atenea, ellos ni la cámara de los lores tendrían y aún se dedicarían al pastoreo… y si acaso, recuérdales a Byron, que por estas cosas murió allí, tal vez les haga efecto, quién sabe… Y si quieres, añade que además de la diplomacia normal, que plantea sus justas peticiones, aquellos mármoles ya los había pedido un gran poeta a quien sin embargo no conocía nadie, porque vivía como un don nadie en habitaciones de alquiler, el señor Kavafis, y que Tristano se permite repetir la amable solicitud de aquel poeta, desde aquella solicitud ha pasado un siglo, hasta los oídos de los ingleses debería de haber llegado… Pues eso, la propuesta es ésta, yo te cuento lo que quieres escuchar, y tú me escribes el deseo de Tristano, en mi opinión sales ganando… ¿De acuerdo? Si estás de acuerdo, me fío, es un pacto a la manera antigua, entre caballeros… un pacto verbal… pero entre nosotros todo es verbal, todo está hecho de palabras, ¿no?, un gentlemen's agreement, como dirían los ingleses… Si estás de acuerdo, aquí está mi mano, todavía sé estrechar una mano, y para ti sería la primera vez que me tocas.