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…Pero estábamos hablando de nubes… Te decía, ¿cómo es que de repente circulaba una nube, de dónde venía, cómo se atrevía? Eso, un escritor como tú, que mide el clima con la prueba del nueve no lo sabe, aunque algo de humedad haya producido él también quizá, aunque no sea más que respirando, a veces basta con un poco de hálito, es tan sensible la atmósfera, un poco de aliento y has contribuido con tu modestísima aportación a que se forme la nube, que se encarga de transportar la sombra, y el paisaje de repente se oscurece, esta mañana hacía un día tan radiante, prometía mucho, la verdad, y en cambio, el tiempo se ha estropeado, quién lo hubiera dicho, esto los escritores como tú no lo prevén, comprendo tu historia… metáforas… los dos protagonistas que se traicionan mutuamente pero que al final reconocen su error y el haberse traicionado cimienta todavía más su gran amor, la música crece en intensidad, ella y él se besan apasionadamente en el marco de una puesta de sol, se encienden las luces, en la pantalla aparece the end, los espectadores están conmovidos, hay quien ha llorado incluso, es hora de cenar, ya se ha pasado el domingo, todos a casa. Tu Tristano se merecería una película así, edificante… Es una pena que no sea así. ¿Sabes cuál es la verdadera naturaleza de la traición? Que es traidora, que traiciona incluso a aquel que traiciona, y no tiene confines, como la sombra sobre el paisaje, empiezas por traicionar un amor, o un leve cariño, quiero decir, una cosa de nada, un gato por ejemplo, y acabas por llegar a ti mismo, pero tú no sabías que acabarías por llegar a ti mismo, pues entonces no hubieras dado el primer paso, y en cambio ese paso precisamente, una cosita de nada, que tan insignificante te parecía, se ha convertido en una catástrofe, es un aluvión, la riada te arrastra, tú braceas, braceas, no se puede nadar en la riada… ¿Me comprendes? Claro que me comprendes, tú también estabas en este país, durante estos años, como lo estaba Tristano, y no eres tú de esos que hicieron como si nada, de esos que o no estaban, o bien dormían o miraban las cismas del arte, laureles, laureles, en alto los corazones… Las cosas las comprendías como yo, que alguien había tenido que romper los acuerdos, quiero decir, ¿no?, y romper los acuerdos significa traicionar. Eso pensaba Tristano, pero tú no le haces pensar eso en tu novela, eres demasiado bueno, y yo sé que es por eso por lo que te precipitaste a mi cabecera en cuanto te llamé, querido escritor mío, porque quieres saber lo que se te ha escapado… Ay, mirón… perdóname si te llamo así aunque uses los oídos, no te enfades, pero total es el mismo asunto, ¿quieres saber cómo es que Tristano empezó a pensar en eso y, sobre todo, cómo es que se preguntó por el porqué, un porqué por el que tú no te preguntaste, por qué razón, si el principio era sano y el ideal era sano? Y si el principio era sano y el ideal era sano, ¿por eso había que hacer morir a la gente? ¿Hacer que saltaran por los aires? ¿Hacerles pedacitos? ¿Es pues tan cara la libertad que hay que pagarla a ese precio?… Nous n'osons plus chanter les roses, ha escrito alguien. ¿Osas cantarlas tú todavía? Comprenderás que a uno como Tristano se le ocurriera irse a Delfos, solución idiota como la que más, solución no-solución… Pero ¿qué nos queda cuando todo es ceniza? Él, que no creía en ningún señor dios suyo, acabó confiándose a un insensato peregrinaje a los orígenes… ¿A los orígenes de qué?, te preguntarás. No sabría decirte… a los orígenes de esa civilización suya por la que había empuñado el fusil, o esa que él creía que era la suya, pobrecillo infeliz, llamémoslo así, el ex audaz Anselmo, que se fue a la guerra y se puso el yelmo, se puso el yelmo de la libertad en la cabeza para no hacerse demasiado daño, la civilización del Occidente, escritor… ahí te quería ver, ¿no será como la sombra del paisaje?… al otro lado del océano, otro Occidente con una antorcha en una mano y una bomba atómica en la otra, sostiene que el verdadero Occidente está ahí, y qué hacemos ahora, ¿por qué lado se va a la camita el sol? Y entonces, y entonces… En resumen… que estoy cansado… De repente me siento cansado, me sentía tan pimpante… debe de ser esa historia de la libertad y de la igualdad… ciudadano escritor, me parece oír decir, he aquí nuestra información cotidiana sobre la igualdad, facilitada a todos los oyentes de nuestro libre programa matutino con los datos del instituto nacional de medición de la libertad, el índice de la bolsa de la igualdad cotiza hoy muy a la baja, debido al hecho de que a un país algo más al sur que el nuestro, poblado por gente pobre y malvada, le hace falta un lección de libertad, y toda la bolsa se ha desplazado hacia el sur… queridos oyentes, les informamos de que nuestra libre bolsa ha abierto una agencia en el estadio de fútbol de la capital de aquel país con un elevado tipo de interés, es un método concebido por nuestros nuevos economistas, que retoma el antiguo método llamado del productor al consumidor, cualquier índice de bolsa está unido a un testículo de esos malos clientes, y cada vez que se verifica una intentona de elevación de la bolsa local parte una buena descarga eléctrica que el consumidor de ese país advierte inequívocamente… es un método personalizado… para los clientes de sexo femenino, el índice de la bolsa actúa en el terminal de los ovarios o en el feto, en el caso de que las señoras estuvieran embarazadas… Escritor, el índice de la libertad, que es muy vasto, llega a los clientes del mundo entero, nuestra patria es el mundo entero, nuestra ley es la libertad, y un pensamiento solemne en nuestro corazón está… Vete a descansar, se ha hecho tarde por mi culpa. O quizá para ti no sea tarde, sino soy yo quien está cansado. Pero antes pásame la botella para orinar, ponía ahí, sobre la mesilla, que llego bien. Y ya me la pongo yo solo, no tengas miedo, no creas que te he hecho venir a mi casa para humillarte.

Ferruccio decía que quien escribe para comentar la vida cree siempre que su comentario es más importante que lo que comenta, aunque no se dé cuenta. Tú, que escribes acerca de la vida, ¿qué opinas de ello?

…Discúlpame por ayer, si es que era ayer. ¿Era ayer o era esta mañana? Me parece que fue ayer, pero ya no lo sé… discúlpame… es cierto… no es que haya sido blando, pero supongo que no te esperarás que uno en mis condiciones sea amable… comprendo que cuando se tocan ciertas cosas… en definitiva, que esa novela te importa, la has escrito tú, te la han premiado incluso… la Frau me ha dicho que hoy estabas indispuesto… dolor de cabeza, dice… te ha cogido simpatía… lo estás torturando, señorito, me dice, horas y horas escuchando con este calor en esa habitación sin aire que apesta a desinfectante… Pero tú no tienes nunca dolor de cabeza, soy yo quien lo tiene, sólo estabas resentido… me he metido con tu comentario sobre la vida… No te enfades… sin embargo, disculpa, se me ha venido a la cabeza una frase, cuando Tristano está esperando que los alemanes salgan del caserío, tú describes su rostro y haces que se asemeje a un actor americano de aquellos años, y siempre me he preguntado cómo se te ocurrió esa idea, cómo pudiste saberlo… es imposible, aquello era un juego entre él y Marilyn, nadie lo sabe, sólo Marilyn le llamaba Clark, ¿es una coincidencia? No puede ser más que una coincidencia, tú eres demasiado joven y todos aquellos que lo conocieron en el monte han muerto ya… Ese pasaje de tu novela no me gusta… Clark llevaba horas esperando inmóvil, aplastado detrás de una roca, a menudo le había correspondido hacer de presa, pero otras veces, como ahora, le había tocado el papel de cazador a él… No parece ni siquiera tu escritura, es como si se lo hubieras copiado a alguien, tú de la escritura haces un uso mucho más sabio, exploras los claroscuros, eres otro tipo de cazador, del estilo de ciertos sabuesos de la ambigüedad, estás demasiado en guardia incluso ante ti mismo, tú, y aquí vas y caes en un neorrealismo manierista, como si la realidad fuera eso que se ve, ¿es posible que creas de verdad que la vida puede encerrarse en una biografía? Es una idea que no te pega, es el principio del registro civil… tú no crees en las biografías, sobre todo en esas que interpretan y deducen, sabes perfectamente que son mera epidermis, tú prefieres levantar un jirón de piel y mirar debajo, te interesan los tejidos, hace dos días que no dejo de pensarlo… antes de que te vayas, es decir, antes de que me vaya yo, si te apetece, me dices la verdad, me gustaría… La morfina de hace un rato para los dolores no me ha hecho nada, efecto nulo, cuando salgas, díselo a la Frau, me da agua destilada… póngale una inyección de agua destilada, verá que tiene un efecto de placebo… ya me parece oír al medicucho que se encarga de mi muerte según las reglas del sistema sanitario local… hazme un favor, dile que me ponga morfina de verdad, que ponga morfina en esta clepsidra mía… una clepsidra con morfina… ¿te gusta la idea de una clepsidra con morfina? Yo creo en la química, cree tú también, hazme caso, mejor dicho, haz caso a alguien que escribió antes que tú y mejor que tú, aquel escritor había comprendido que incluso los sentimientos son combinaciones químicas, él las llamaba afinidades electivas, equilibrios predispuestos por la naturaleza, ¿entiendes?, cuestiones de átomos, un átomo de éste simpatiza con un átomo de ese otro, valencias, la combinación se realiza y tú amas a alguien o lo detestas, según el caso… disculpa, estoy perdiendo el hilo, de qué te estaba hablando… ¿te estaba hablando de las religiones? Tengo la impresión de que antes te estaba hablando de las religiones, pero tal vez no, en todo caso era para decirte que Tristano no creía en la fe, si es que puedo expresarme así, en definitiva, que no tenía esa gracia, como dicen aquellos que tienen fe, y Tristano esa gracia no la tenía, y por lo tanto estaba en situación de riesgo y lo que sucede es que las personas como él, que no tienen nada inexistente en lo que creer, acaban por creer en los hombres porque existen, lo que todavía es peor, aunque haya también algo peor que lo peor de lo peor, porque Tristano creía creer en los hombres, pero para mí que en su interior no creía en ellos, y eso es lo peor de lo peor de lo peor, no sé si me explico. Y, por eso, en sus momentos más bajos mantenía a la chita callando una fe propia en esas religiones en las cuales, para llegar a tener algo de fe, los sacerdotes deben tomar algo parecido a la morfina que la Frau me dispensa con parsimonia, algo que dura lo que dura, y mientras dura, todo va bien, pero no es el paraíso, porque el paraíso debería ser eterno, y el de Tristano no era más que una pensión por horas donde soñar un buen rato. Y por eso, llegados a cierto punto, como te decía, pensó como solución en un peregrinaje a un santuario desacralizado, unas ruinas convertidas en meta de turistas en shorts, pensando que en aquel lugar el espíritu de alguna sacerdotisa difunta aún pudiera explicarle el pasado y el presente y las horas fugitivas, y acaso su sentido… la vida, en definitiva, esa vida que tú estás trasformando en biografía, aunque no sea más que un trozo por aquí y otro trozo por allá… pero de este viaje ya te hablaré después, porque mañana me acordaré mejor… y hasta mañana llego, estáte tranquilo, y también hasta pasado mañana, cuando llegue el final de la película ya te aviso yo, que me lo sé mejor que tú, y tú, mientras tanto, escribe la biografía de Tristano, lo que se pueda, lo que sea posible… La vida… una novela leída una sola vez hace mucho tiempo, lo dijo un filósofo, no me acuerdo de quién, debe de ser un alemán, sólo un alemán puede ser capaz de decir una cosa así, tan verdadera y tan siniestra… a propósito de vidas y de novelas, creo haber omitido el tercer tipo de biografías, las noveladas, perdona que insista, pero el libro que has escrito inspirándote en Tristano para tu personaje, alguien que escribe en primera persona, escribiendo la vida de otro como si fuera la suya, en el fondo en el fondo algo tiene de este tercer tipo. ¿Por qué me has escrito en primera persona? A ti quizá te parezca normal, pero mira que no lo es. ¿Por qué te has convertido en Tristano? ¿Por qué te has puesto en su lugar? Y, además, treinta años después de que todo ocurriera, cuando Tristano ya no era Tristano, cuando ya no había razón alguna, aparte de tus razones personales, si es que de razones puede hablarse… Creo que ningún escritor ha sido capaz de decir por qué escribe, en todo caso, ¿qué tiene tu vida que ver con la de Tristano?, ¿por qué te has identificado precisamente con él?… Tú ¿por qué escribes, escritor? ¿Tienes miedo a la muerte? ¿Quisieras ser otro? ¿Sientes nostalgia del vientre materno? ¿Te hace falta un padre, como si fueras un niño? ¿La vida no te es suficiente? Y dónde se te ocurrió escribir acerca de Tristano, ¿en las montañas? Pero si tú en las montañas con una metralleta en la mano nunca has estado, si acaso habrás ido de vacaciones, posiblemente a un bonito hotel antiguo con todo su encanto centroeuropeo, porque allí, en tiempos, llegaba el ferrocarril del emperador Paco Pepe, hoteles así los conozco yo también, a los que van empresarios, políticos, notables, gente poderosa… ¿será posible que entre personas así se te haya venido a la cabeza escribir acerca de Tristano?, ¿no será que has visto una película con Alan Ladd que se llama Raíces profundas? ¿Fue por eso por lo que le metiste en la cabeza a tu Tristano, en aquellos días de guerra, esa machaconería sobre los tribunales soviéticos y los procesos de Moscú, haciéndole tomar aquellas decisiones de juez supremo, en nombre de un principio sacrosanto, la condena de cualquier atropello de la conciencia individual, sacro principio que debía ser reconocido por todos aquellos que aspiraban a crear una sociedad libre? Pero ¿cómo has podido permitirte simplificar a Tristano hasta ese punto? Escritor, ¿quién eres tú para tener las dudas de conciencia de alguien a quien no has conocido? Tristano parece un paladín de Carlomagno, el gran vengador de las traiciones, implacable con los traidores. Pero ¿qué sabes tú de la verdadera traición?… Me da la impresión de que no conoces más que sus arrabales, cosas nimias, prácticamente nada, que se resuelven con un perdóname, una confesión en la cama, una multa. Tú no puedes saber lo que son las entrañas de la traición… Llama a la Frau, ahora mismo, dile que ella también me está traicionando, me traiciona por mi bien o por lo que ella cree que es mi bien, que es una traición estúpida… en vez de la morfina me pone inyecciones de agua destilada, a estas horas tendría que ser el momento de otra inyección, me doy cuenta por la luz de que deben de ser las cinco de la tarde, las seis como mucho, y además escucha las cigarras, ésta es la hora en la que cantan como posesas, a las cinco de la tarde, porque temen que no llegue ya el macho al que han estado llamando todo el día… llegará, llegará… el cigarro llega siempre, aunque sea en el último momento, los machos se hacen esperar, qué malos son, pero acaba por llegar y al final deja grávida a la cigarra, y para ella es el final, es el final de su objetivo, ése por el que cantaba, la tonta de ella, se le hincha la tripa, pone los huevos y revienta para hacer que nazca otra cigarra que se pasará otro verano cantando para llamar al macho que la deje grávida… Llama a la Frau, seguiremos más tarde, el dolor empieza a hacerse demasiado fuerte y me irrita… ¿es que no ves que estoy de mal humor?… y vete tú también a descansar, sestea pálido y absorto, escritor, échate a descansar que te lo mereces, o vete a tomar el aire al viñedo, visto que la Frau dice que te tengo prisionero en esta habitación oscura que apesta a desinfectante.