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…Diga, ¿quién es?… Ha saltado por los aires… ¿Qué dice?… Te digo que tu retoño ha saltado por los aires, si es que entiendes italiano… Pero ¿quién eres?… Qué más te da, soy alguien que lo conocía incluso mejor que tú, pero no te andes con tantas preguntas, escúchame y calladito, escúchame bien, el artilugio lo llevaba en una bolsa y ese cretino deja que le estalle entre las piernas, no es que fuera gran cosa tu retoño, de boquilla mucho, filosofía a kilos, y el ocaso de Occidente y la decadencia de nuestra civilización, pero para hacer ciertos trabajillos hace falta cerebro, hace falta un montón de cerebro, una vez quizá lo hizo bien, pero se trataba sólo de dejar algo y marcharse, sin manipular nada, y además era un sitio fácil, donde se deja una bolsa y adiós… escucha, viejo cabrón, tú hace años disparaste contra nosotros, pero te lo perdonamos, te queremos de todas formas, a nuestra manera te apreciamos, por lo menos tú no te has ido a la India a hacerte el trekking de la trascendencia… ¿me oyes?… eres un tío coherente, lo sabemos, y además querías a tu retoño, también…nosotros lo queríamos, le habíamos asignado el papel de san Jorge que mata al dragón, la bestia democrática y comunistoide… mira, haz una cosa, debe de haber dejado un montón de indicios, era algo desordenado tu retoño, siempre dándole a la hebra, y nos fiamos demasiado de él… ¿me oyes?… escucha, hazme un favor, vete a su habitación y mira bien por todas partes, habrá agendas y libretas, coge todo lo que encuentres y quémalo, y mira bien si hay algo que se refiera a un fulano a quien entre nosotros llamamos el gordinflón, en siglas gor, ge de gallo, o de oso y ere de roto, ¿entendido?, coge todo lo que encuentres y quémalo, no querrás dejar en bragas al bueno de tu hijito ahora que le ha estallado una bolsa entre las pelotas… hazme caso, haz lo que te digo…; clic… tu-tu-tu tu-tu-tu tu-tu-tu… fin de la llamada, ¿has entendido, escritor? Fin de la llamada, para Tristano… Deja encendida esa lamparita de la cómoda, esa con las lágrimas de cristal todo alrededor, y pon encima un pañuelo, no quiero quedarme a oscuras esta noche, admitiendo que sea de noche, porque quizá sea por la mañana, pero eso es problema tuyo, para mí es de noche. Buenas noches.

…Y vi toda mi vida contraerse en un insecto, un minúsculo instrumento complicado para volar e hibernar, el Zumbido de su cólera, y el frágil aleteo de los élitros, sus patas inmundas, lo tiré todo a la alcantarilla, migajas de goma y olor a corcho quemado es cuanto me ata al mundo… Habrás comprendido a qué me refiero, era ese martirio de la Frau, no se me ha venido a la cabeza por casualidad sino porque a Tristano empezaron a llegarle cartas, una detrás de otra, continuamente. Pero ahora no quiero hablarte de eso, ahora no tengo ganas de decirte nada, pero tú quédate aquí de todas formas, por favor, quédate aquí de todas formas porque quiero contarte otras cosas… debes tomártelo con calma. Tómatelo con calma.

…Explíquese mejor, decía el doctor Ziegler, ¿qué quiere decir cuando afirma tener la impresión de que todo se ha detenido? Tristano estaba arrellanado sobre el sillón de mimbre, con un brazo colgando, el otro sobre los ojos para protegerse de la luz del mediodía. Como este mediodía, decía, todo está detenido, ¿no lo siente?… está como levitando en una inmovilidad que ha cancelado el espacio y el tiempo, como en ciertos cuadros de la Edad Media, donde se ve al santo arrebatado en su hechizo místico, un instante eterno… ahora un ruido cualquiera agrietará la campana de cristal bajo la que está encerrado el paisaje, un gallo cantará, un perro ladrará y el hechizo quedará roto… eso es, lo que quiero decir es que tengo momentos en los que me siento como está este mediodía ahora… todo se ha detenido… y yo me siento detenido en medio del tiempo detenido, como si hubiera sido transportado momentáneamente a otro mundo. También el doctor Ziegler había dejado de deambular de un lado a otro bajo el pórtico, se había parado detrás de Tristano, con las manos cogidas en la espalda, pensativo. Continúe, Herr Tristano, continué… O bien tengo otras sensaciones, seguía Tristano, es como si estuviera soñando pero estoy despierto, y empiezan a llegarme recuerdos olvidados desde hace tiempo… recuerdos que ni siquiera era consciente de tener… brotan con una rapidez increíble y me pasan por delante de los ojos como si estuviera viendo una película sobre una pared, y quien proyecta la película son mis ojos. ¿Y qué siente, musitaba el doctor Ziegler, es capaz de describirme lo que siente? Tristano callaba. Ziegler aguardaba paciente. Si tiene ganas de suspirar, murmuraba el doctor Ziegler, suspire… no respire, suspire, el suspiro es una estratagema que nuestro cuerpo ha inventado para expeler en forma de neuma esa suerte de angustia difusa y solapada que los ingleses llaman spleen… también el bostezo tiene la misma función, a un nivel más bajo, para el común hastío… pero el suyo es un hastío distinto… es el cansancio de ser… suspire cuanto quiera, Herr Tristano. Tristano hinchaba el pecho y dejaba escapar un suspiro ronco y prolongado, como si se liberara de los humores malignos hechos de aire. Más, decía el doctor Ziegler. Me refería a la sensación de una nostalgia muy intensa, continuaba Tristano… demasiado intensa… devastadora… pero no es propiamente nostalgia, es como un padecimiento espantoso y abstracto, porque la nostalgia presupone el objeto del que se tiene nostalgia, y a decir verdad, no es que yo tenga nostalgia de las imágenes que de repente empiezan a discurrir ante mis ojos como una película, a menudo son recuerdos insignificantes, banalidades, que permanecen enterradas en la memoria por ser banalidades, y por lo tanto no causan nostalgia… no, la nostalgia que siento está fuera, es extraña a esas imágenes, no sé cómo explicarme, es como si no fueran ellas las que me la provocaran, sino que fuera una condición sin la cual no podría verlas… en definitiva, no es propiamente nostalgia, es como un vago desasosiego que se convierte también en una forma de miedo, mezclado, sin embargo, con una sensación de absurdo, y dentro de esta sensación de absurdo hay un terror intenso que me aniquila, como si en mi cuerpo se produjera una crisis que estuviera a punto de desintegrarlo, habrá visto en el cine el modo en el que en ciertas metrópolis derriban los viejos edificios en cuyo lugar deben surgir otros nuevos, se derrumban sobre sí mismos, se desploman, por una implosión, bueno, pues tengo una sensación así… y en mi cuerpo hay una implosión, siento un intenso frío, las manos y los pies se me hielan y entonces es cuando estalla la hemicránea, feroz, insoportable. El doctor Ziegler había ido a sentarse en el poyete cercano a las macetas de lavanda, había arrancado un tallo florido y con la flor se cosquilleaba la frente, oliéndola de vez en cuando. Angor mortis, murmuraba el doctor, los antiguos lo llamaban así… usted me ha descrito los síntomas más complicados del aura hemicránica, Herr Tristano, cefaleas en racimos, probablemente, y las cefaleas no llegan nunca solas, cuando estas emperatrices van a visitar a alguien hacen que las preceda una comitiva compuesta por las criaturas más diversas, un caravasar de heraldos, trompeteros, cortesanos, danzarinas, voceadores, comefuegos, funámbulos… si tuviera que censar todas las formas de aura que preceden a las cefaleas tendría que quedarme aquí hasta esta noche, le obligaría a invitarme a cenar, Herr Tristano… Creo que para cenar está previsto conejo al romero, contestaba Tristano, la mujer de Agostino lo cocina de manera sublime, y tal vez la Frau haga una tarta de chocolate. El doctor Ziegler se había quitado la bata que se obligaba a llevar incluso cuando iba a visitar a un paciente a su casa y lo había colgado de un gancho de la pérgola. El chocolate está contraindicado para las cefaleas, concluía, pero yo lo adoro y usted lo evitará, el conejo, en cambio va bien para ambos, es carne blanca.