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…Debo de haber tenido un sueño, he soñado con Tristano… o quizá fuera el recuerdo de un sueño… o quizá el sueño de un recuerdo… o ambos quizá… Ay, escritor, qué acertijo… ¿No te habrás traído un aparatejo? Perdona que te lo diga, pero me ha entrado la sospecha de que tal vez guardes un aparatejo en el bolsillo. ¿Ya te lo he preguntado? Quizá te lo haya preguntado ya. Si te lo has traído apágalo, no quiero que mi voz perdure, y además los sueños no se graban, hay que escucharlos y rescribirlos después, tú limítate a escuchar, abre bien las orejas y reescríbelo después, es el principio de la literatura, contar el sueño de otro, estoy seguro de que saldrá bien, tú te lo trabajarás con tu imaginación, y te dejo también el punto de vista… dejémoslo así, el punto de vista es mío, mejor dicho, de Tristano, porque esta situación la vivió él, yo, sin embargo, la he soñado desde mi punto de vista y te la cuento, pero después la contarás tú, y por lo tanto… tú estos trucos los conoces mejor que yo, sin embargo una vez leí un libro sobre este tema, un manual, a mí los manuales siempre me han gustado, te sorprenderá en alguien a quien considerabas un hombre de acción, pero manuales en mi vida he leído muchos… el perfecto bailarín, cómo aprender el arte del ajedrez, cómo pintar a la acuarela, cómo orientarse con las estrellas, cómo escalar los picos alpinos… cómo errar en todo en la vida sin darse cuenta… Pensándolo mejor, el punto de vista pertenece al sueño, en el sentido de que el punto de vista es el suyo, no es mío ni de Tristano, porque los sueños no admiten órdenes, igual que el corazón, hay que vivirlos como quieren ellos, y este sueño quería que yo soñara con Tristano, y me lo hizo soñar así, Tristano está aplastado contra los matorrales, el verbo a mí no me gusta pero si no me equivoco lo usas en tu novela, y en torno a Tristano hay una maleza tupida y continua que se extiende hasta el bosque y por las laderas de la montaña. Y su dedo vibra en el gatillo de la metralleta, y su pupila derecha fija en la mira la puerta del caserío, porque sabe que por esa puerta han de salir los alemanes y el traidor que los ha conducido hasta allí. Bum, bum, bum, hace el corazón de Tristano, y a él le parece oírlo retumbar por las vertientes del valle… perdona la palabra vertiente, de lenguaje alpino, feúcha, ¿verdad?, espero que tú no la hayas usado nunca… y a Tristano le parece como si le devolvieran el eco agigantado de los latidos de su corazón, bum, bum, bum… y en la extraña lógica de los sueños, que sin embargo tan verdadera es, Tristano ve que el traidor, a quien la bala de su metralleta está esperando, se asoma a la puerta y sonriendo le hace un gesto para que entre. Y Tristano, obedeciendo a la lógica implacable de los sueños, se levanta y va a su encuentro… y sólo mientras cruza la explanada se da cuenta de que el traidor no es el bedel de la escuela del pueblo, sino que tiene el rostro de una mujer, y a esa mujer él la conoce, aunque lleve un uniforme alemán y se haya dejado un mechón en la frente para imitar a un hombre arrogante… Es Marilyn, es Marilyn de verdad… Tristano quisiera gritar, extrae el puñal de la funda y lo esgrime en alto, y su brazo dibuja un círculo en el aire para apuñalar a aquel traidor disfrazado, el gesto avanza a cámara lenta, como en las películas, porque en ese momento la película del sueño de Tristano está pasando a cámara lenta, y es un gesto pausado, pausadísimo, se mueve por el aire centímetro a centímetro, dulcemente, con una donosa trayectoria, hay como ternura, casi una donosa danza en esa hoja empuñada por una mano que desgarrará los pulmones del traidor, dándole la muerte que se merece, pero la mano de Tristano, en la lógica de los sueños, al dejarse caer sobre los hombros del traidor para traspasarlo, se posa dulcemente sobre los hombros desnudos de Rosamunda y la ciñe en un abrazo, porque los sueños son así, escritor, te llevan a donde ellos quieren, y él empieza a bailar con ella, aquella explanada inhóspita de montaña se ha convertido en un salón inundado de música, por las ventanas de aquel salón se ve un jardín a la italiana, él está bailando abrazado a Rosamunda que lleva un uniforme de soldado alemán y que le restriega los senos contra el pecho, con los pezones puntiagudos como piedras… le ha pasado los brazos alrededor de la nuca y lo acaricia, Clark, le susurra mientras su lengua le asaetea el interior de la oreja, Clark, amor mío, no he amado nunca a nadie más que a ti, el resto ha sido depravación, la necesidad de una compañía masculina que me consolara cuando tú bajabas al valle en tus misiones…

Tristano le ha ceñido la cintura con sus brazos y la acaricia, y entonces ella le coge una mano y la guía hasta el vientre, y más abajo después, a la ingle, y en ese momento Tristano siente un objeto duro bajo esos pantalones de soldado, es un sexo masculino, un sexo erecto que ella quiere que le sea acariciado, mientras le susurra al oído con una voz cálida y sensual, Tristano, me envía el comandante, pero si no está muerto, era todo una broma, ven a jugar con nosotros, querido, él ya no es capaz, pero sigue amándome, y para conseguirlo necesita mirar a un hombre vigoroso como tú, te lo ruego, ámame, y el pobre comandante obtendrá también lo suyo, le he dejado en el Caserío de la montaña, parecía muerto, pero no lo estaba, se ha quedado allí envejeciendo, nos está esperando, ven conmigo, formaremos un buen trío, te lo prometo. Ha caído el crepúsculo de repente, qué extraño, era el amanecer en el valle montañoso y de repente llega el crepúsculo, pero Tristano sonríe a la mujer que ha salido del caserío, el puñal en sus manos se ha convertido en una flor silvestre, ella le hace un gesto para que entre por la puerta del caserío, ven, ven, Tristano… Tristano cruza la puerta y entra otra vez en el sueño que estaba soñando un momento antes, detrás de aquella puerta no hay habitaciones de un caserío rústico, hay personas que bailan en un salón y más allá del salón hay un jardín elegante que parece el de una mansión toscana, con cipreses y setos de boj, y personas con vasos en la mano, y camareros con chaqueta blanca, Tristano se encuentra de pronto en un garden-party con el oficial alemán que lo acompañaba como un paje, pero ahora ya no es Marilyn, es un viejo señor de rostro apergaminado y piel llena de manchas seniles, susurra un nombre alemán que Tristano no consigue retener, lleva un monóculo en el ojo derecho y tiene una pierna rígida, quizá sea una extremidad artificial, quién sabe. Tristano, en sueños, piensa que muchos aristócratas alemanes perdieron las piernas en la primera guerra mundial, y después piensa que éste tal vez baile ahora sobre la mesa, pero lo piensa porque ha leído libros y ha visto películas, y ni siquiera los sueños son inocentes… y en cambio, no, con la sorpresa sin sorpresa de los sueños el barón alemán con monóculo dice I'm american, y después susurra otras frases que se pierden entre los murmullos de los invitados, freedom… freedom… le presento a los invitados, adelante, y tiene una voz metálica y gélida, chirriante como su extremidad artificial… Qué pesadilla… pero esto no es una verdadera pesadilla, porque ahora estoy despierto, por lo tanto no te estaba contando un sueño, te estaba contando algo con los ojos abiertos, de vez en cuando este algo me deja suelto, como me he escapado ahora, pero después me absorbe como si lo estuviera viviendo de verdad, mira que no te estoy contando una pesadilla, te estoy contando algo vivo, yo estoy en medio, debe de ser la mezcla de todos estos fármacos, y además me estalla la cabeza, me está estallando de verdad… Tristanucho mío… Tristano se dio la vuelta y al fondo del jardín vio a Marilyn vestida de niña, con un lazo en las trenzas, estaba tumbada en la hierba con la falda levantada hasta la tripa, con las piernas abiertas, detrás de ella se veía un puerto marino donde estaba escrito freedom harbour, y a su lado estaba un desconocido algo calvo, de rostro redondo, que sonreía, únete a nosotros, estamos haciendo la revolución, susurraba el hombrecillo, pero Tristano no conseguía entender… ¿qué dices? El hombrecillo regordete preguntó si sabía disparar, nos hace falta gente decidida como tú, no hagas caso a todos esos cretinos que celebran la fiesta, les estamos utilizando, nos son útiles, porque tanto peor, tanto mejor, Rosamunda, explícáselo tú a tu Tristano, pero ¿qué clase de partisano es? Únete a nosotros, Tristano, es hora de matar, ¿es que no lo has entendido aún?, Marilyn, explícale tú que es hora de matar… su voz se alargó como en un eco, matarrrrrrrrrrrrr. Alguien le tocó en un hombro. Era un hombre alto, feo, con una enorme nariz y una sonrisa torcida, quisiera presentarle al jefe del estado mayor de la república sumergida, susurró el narigón al oído de Tristano, tiene muy estrechos contactos con servicios de todo tipo, trátelo con el debido respeto, hay más enemigos muertos sobre su conciencia que granos de uva en un viñedo. El narigón y el militar condecorado le cogieron del brazo, obligándolo a avanzar hacia la enorme barbacoa que ardía al fondo del jardín, alrededor de la barbacoa había una decena de viejecillos de cejas blancas con platos en las manos que mordisqueaban unas salchichas, en aquel rincón del jardín se respiraba un aire muy distinto, parecía una fiesta de pueblo, al estilo de la feria de la salchicha, con una musiquita que a Tristano le pareció familiar pero que no reconoció de inmediato, salía de un viejo gramófono con bocina colocado entre los braseros. Señores presidentes clonados de la futura república, gritó el narigón, tengo el honor de presentarles a un gran héroe nacional, a un hombre que expulsó al invasor, ¡agasájenlo antes de que la emprenda a patadas con ustedes! Los diez viejecillos se pusieron a dar brincos jocosos lanzando al aire las salchichas, acompañando con la letra la musiquita que salía del gramófono, ¡se ha ceñido la cabeza, se ha ceñido la cabeza! Pero en aquel momento, por un matorral se asomó un tipo achaparrado, con aspecto de mastín, vestido con un traje cruzado, se acercó altaneramente a Tristano y le dijo, compadre, no hagas caso a los revolucionarios proletarios, no hagas caso a estos viejecitos del asilo, hazme caso a mí, el futuro jefe seré yo, fundaré la república de los tontintolín, ¿quieres ser presentador de un programa como dios manda? El achaparrado se chupó los labios y después, extendiendo la lengua como un camaleón, se hizo una limpieza por toda la cara. Yo soy tu futuro, mi querido partisano, dijo con tono de quien no admite réplica, es por mí por quien luchaste en el monte, aunque no lo supieras, por lo tanto, escucha con atención, voy a decirte una sola cosa porque tengo que ir a comerme el besuguito que ha preparado mi cocinera, y esa cosa es que Cristo trajo demasiado Oriente a nuestra casa, era un beduino, iba montado en un borrico para provocarnos, a nosotros los dueños de la civilización de las máquinas…