…Estaba aquí en el duermevela y se me ha venido a la cabeza una cosa… todo esto ¿por qué lo haces? Quiero decir, aguantas mis malos humores, y todo… para mí que eres un poco vivales, no te ofendas, acaso sin darte cuenta de ello… en definitiva… demasiado paciente… y así se me ha venido a la cabeza esta palabra, vivales… No te ofendas, soy malo, mejor dicho, estoy maleado, échale la culpa si quieres a esta gangrena que me está royendo, yo creo que ya me ha alcanzado los testículos, hazme un favor, dame ese talco mentolado que está sobre la cómoda… discúlpame por permitirme esta intimidad, pero con la de cosas íntimas que te estoy contando, ya hemos entrado en confianza… He notado que acudes con diligencia al cracrá de mi timbre, a cualquier hora, acaso para oír que te dicen una maldad como esta que te estoy diciendo… Pero vamos a ver, ¿es que te interesa de verdad tanto la vida de Tristano?
Los Abderitas afirmaban que Tristano desvariaba y yo también te he dicho que había perdido los estribos, pero para mí sólo se anticipaba… las personas que se anticipan parecen estar locas, tienen el destino de las casandras, casandrillas acaso de tres al cuarto, pero los creontes de tres al cuarto las temen de todas formas, por eso han inventado los manicomios, que son casas llenas de casandras inocuas, la gente peligrosa está fuera y es la que manda… ¿Sabes lo que os ocurrirá, escritor?… Te diré en qué iba pensando Tristano, cuando descubrió la naturaleza de tontintolín, porque está a punto de verificarse… tontintolín, en su solemne objetivo de abolir totalmente de la mente humana cualquier clase de pensamiento nocivo para él, incluso el más nimio, empezará gradualmente a expurgar de sus cajas de cristal toda imagen portadora de ideas, hasta vuestra completa desintoxicación y la absoluta desaparición de todo signo significante, porque la imagen misma, incluso la más mezquina y mínima y repugnante, como las que os propinan cada noche, puede inducir a un pensamiento, y el pensamiento es peligroso… y así miraréis únicamente la luz, determinadas pautas eléctricas que se estremecen, de vez en cuando un crepitar de puntitos luminosos, donde se perderá vuestro pensamiento y el naufragar os será dulce en ese fulgor… ¿un moderno nirvana?, tal vez el fatídico mu sobre el que fábula el budismo, alcanzado por fin. Es lo que os aguarda mañana, escritor, porque mañana será otro día, como decía Escarlata, os imagino a todos allí, por la noche, reunidos en vuestras cavernas con moquetas, mirando fascinados fijamente el fuego eléctrico, murmurando en coro muuuu… dejo a ese fuego eléctrico mi cruz de guerra, cachivaches, porque él será el señor dios vuestro y no tendréis más dios por encima de él… la verdad, no es que los ruegos eléctricos de los demás países sean muy distintos de los del tuyo, a cada uno lo que le atañe… digo tu país porque mío no lo es prácticamente ya… ya estoy más allí que aquí, tengo los pies flotando en el aire, soy apátrida, no pertenezco a nadie, no me hace falta pasaporte para la aduana que tengo que traspasar, y no hay nadie que pueda aferrarme por los pies y bajarme del naranjo como Tristano hizo con su Daphne, puedo asegurártelo.
…Te decía que empezaron a llegarle cartas. O mejor dicho, eran voces, llegaban en forma de voz, aunque él las viera escritas, podía leer la caligrafía de cada una en el aire, las caligrafías eran distintas, porque cada voz tenía su propia caligrafía que es el timbre de la escritura, y cada una su propio tono, y la inflexión, el color de la voz que enviaba las cartas. El doctor Ziegler le había dicho que estas cosas pueden ocurrir en las cabezas de ciertas personas… los sonidos se convierten en colores, es una forma de aura… incluso la tinta variaba de color, con todos los matices del espectro cromático, negro por lo general, pero también un blanco sobre negro, a veces, y amarillos, y anaranjados, al estilo de los atardeceres de verano… rojos… azules pocos… verdes en abundancia, con todas las variaciones del verde, verde botella, verde bandera, verde veronés, y sobre todo un verde vejiga que tiraba a amarillento terroso. Aquel verde le entraba en el pabellón auditivo como un silbido, porque era un verde traído por un sonido que hacía ssssssssssss… Eran letras sibilantes, serpentinas, y el verde que le silbaba en los oídos como por arte de magia se transformaba en su paladar en un gusto amargo, como si masticara una hoja de cardo. A aquel verde lo llamaba verdehiel. Y eran muchas las cartas que le llegaron al día, llegó a recibir diez, veinte e incluso más, hasta por la noche, él por fin dormía, después de tantos esfuerzos por dormir, tal vez ni siquiera soñara, estaba apagado como cuando una radio está apagada, que no recibe… al contrario, se hacía la ilusión de haber interrumpido el contacto, al estilo de cambio y corto, y por el contrario no, había cambiado pero no había cortado… la cosa empezaba con un chisporroteo, no sabría bien cómo llamarlo, exactamente igual que cuando giras el sintonizador de la radio y oyes una voz friéndose, en ese momento se despertaba, se incorporaba en las almohadas, inmóvil en la oscuridad del dormitorio, estaba llegando una carta, aquel extraño cartero llamaba, insistía con un timbre que chisporroteaba en la oscuridad como una parrilla ardiente sobre la que hubieran dejado a asar sus orejas, frrrrrr frrrrrr frrrrrr, y no es que estuvieran escritas todas con tinta negra o verdehiel, también podían ser azules, incluso de un azul cerúleo amasado de infancia y de recuerdos perdidos… Querido Ninototo, en las paredes de los establos escribiste por todas partes con carboncillo Ninototo Ninototo, y a mí me pareció divertido, porque nadie te ha enseñado a escribir, así que has aprendido tú solo, pero esta mañana he encontrado la misma pintada en toda la tapia de la granja, acompañada de palabras que nunca te había oído decir, y he tenido que llamar a Amilcare, a quien le han hecho falta dos cubos de cal para tapar todas las pintadas, palabras así, mi querido Ninototo, no pueden escribirse, porque los campesinos como Amilcare se escandalizan, ellos los domingos van a misa y el cura les castiga si dicen palabras como ésas, y encontrarlas escritas les causa impresión, ellos son respetuosos y creen en dios, y ¡hay que dejarles que crean en dios, y tú esas palabras puedes decirlas con tu abuelo cuando estáis juntos, pues si no, el abuelo por San Juan no volverá a llevarte a la feria del pueblo como el año pasado, ¿entendido, Ninototo?… La voz del abuelo tenía una caligrafía azul. El abuelo custodiaba en el armario una camisa roja porque había sido garibaldino, y un sable depositado sobre la camisa roja que Ninototo podía ver el sábado por la tarde cuando el abuelo lo llevaba a su cuarto. Sin embargo, a pesar de la camisa roja, la voz del abuelo era de un azul cerúleo y Tristano, incorporado sobre las almohadas, ya despierto del todo, alarmado, veía bien la voz azul en la oscuridad del dormitorio. ¿Abuelo, decía dirigiéndose hacia la oscuridad, ¿por qué me has despertado? Por fin había cogido el sueño, duermo tan mal últimamente, escucha, abuelo, fue hace mucho tiempo, ya ni siquiera me acordaba, ha pasado tanto tiempo, abuelo, ya soy tan viejo como tú, mejor dicho, más, por favor, abuelo, descansa en paz y deja que descanse yo también, pero cómo se te ocurre mandarme esta carta precisamente ahora, con lo que me había costado quedarme dormido, sabes, ahora estoy solo, ya no tengo a nadie, aquel hijo a quien amé como si fuera mío llevaba la muerte consigo… tan amable, tan delicado, ¿será posible?… abuelo, yo me equivoqué cuando era pequeño, comprendo que tú me lo reproches pero ¿es que quieres decirme tal vez que también de mayor me he equivocado y por eso me escribes, abuelo?
…Otra carta, es difícil establecer su color, tal vez no tuviera color. Mi amado Clark, de ahora en adelante te llamaré siempre así, dado que aquí nadie sabe tu nombre, tú has dicho dos o tres pero sólo el comandante sabe el verdadero, te llamaré Clark porque con tu mechón sobre la frente y la sonrisita irónica te pareces a un actor de mi país que a mí me gusta mucho, pero tú me gustas más, y cómo me gusta cuando por las noches me estrechas entre tus fuertes brazos, pero esta noche no podremos estar juntos, mi amado Clark, sé que bajarás al valle con el pelotón que te han confiado, yo bajaré con el pelotón Gesso, tú por la ladera este, yo por la oeste, el comandante me ha ordenado por fin entrar en acción, es ésa la razón por la que me soltaron en paracaídas sobre estos montes, él se queda solo, pero no tiene nada que temer, los soldados del ejército saboyano harán buena guardia, pero mañana por la noche estaré de nuevo en tu refugio, te lo prometo, me parece que después de esta acción me obedecerás como es tu deber y dejarás de llamarme Rosamunda, que no me gusta, yo me llamo Marilyn, y tú ¿cómo te llamas?, Clark, dímelo… Otra, verdehiel. Tristano, qué malo eres, tu proposición es indecente, yo he tenido una historia paradójica y ajena a mi verdadera vida porque mi corazón ha permanecido ocupado siempre por mi frustrado amor por ti, sólo tenía mi limitado espacio para una compañía masculina y esa situación paradójica era la única que paradójicamente me iba bien… no fui yo quien te traicionó en el monte, fuiste tú quien quisiste pensarlo, y tú sabes por qué, sabes lo necesario que te era pensar que alguien más traicionaba… Otra, de generoso color. Querido camarada, no te escribo como comandante, te escribo como camarada, permíteme que te llame así, aunque tal vez no compartas el sentido profundo de esta palabra, he apreciado mucho tus posiciones y la honestidad con la que me has declarado tus ideas políticas, no quisiera que pensaras que te considero un intelectual burgués, como me has acusado de juzgarte, ni quisiera tampoco que tú me consideraras un partidario irreductible del proletariado, como se desprendía de tus palabras, palabras que no me han ofendido en absoluto, es importante que lo sepas, porque yo respeto tu ideas como espero que tú respetes las mías, eres valiente y te aprecio como hombre y como combatiente, pero acerca de nuestras ideas ya discutiremos con calma cuando todo haya terminado, por ahora tenemos que disparar a1 enemigo, no me parece adecuado el que nos tiroteemos los unos a los otros… Otra, amarilla. Tristano, me estoy dando cuenta de que en tu país nadie quiere asumir sus propias responsabilidades, como si todo lo que ha pasado, todo aquello por lo que vinimos a liberaros no fuera culpa de nadie, y eso les permite a unos cuantos flirtear con los países comunistas, como si los totalitarismos os gustaran de todas formas, yo por ahora me quedo en España, de volver a mi Cincinnati no tengo ganas, Spain is different, de verdad, y el fantasma del viejo Ernest, que aquí está por todas partes, es mi amuleto… pero ¿por qué te quedaste en aquella estacioncita perdida, por qué no te viniste conmigo, es que quizá tenías miedo a comprender? Otra, negra, de negros paramentos. Tristano, te lo había confiado y no has sabido protegerlo, y ahora no eres capaz de cortarle la cabeza a la Medusa que lo había hipnotizado, eres el mismo cobarde de otros tiempos.