Quién sabe cuánto te odiarán por haber contado mi historia… y por si fuera poco, en el país en el que te toca vivir… y en el siglo en el que estás entrando. Sabes, hay alguien a quien los judas comunes, esos que traicionan por traicionar, odian sin tregua, y es precisamente a Judas, quien traicionó por fidelidad… pero tú no hagas caso, has tenido un privilegio, has escuchado la voz de Tristano, su viva voz, como suele decirse, ya no la oirá nadie más porque estará muerta. Ahora Tristano está cansado de verdad, ya no le queda aliento, lo notarás, tendría ganas de dormir, pero no el breve sueño de una inyección, un sueño largo y tendido, tan largo como debe serlo el sueño que compense las fatigas de haber vivido… Es hora de que los párpados se cierren y extiendan por dentro una sombra más oscura que estas persianas… No me dices nunca a qué día estamos, o tal vez sea yo quien lo olvide, pero sigue siendo agosto, la canícula se está acabando, advierto algo que huele a septiembre, no sé qué, de septiembre, pero yo me he adelantado, se la he jugado… ¿Sabes lo que está viendo Tristano, detrás de los párpados? Está viendo una noche de agosto de hace muchos pero que muchos años, él es un niño que está sentado sobre las rodillas de su abuelo, y están en la era de esta hacienda y el abuelo conoce bien el cielo y le ha prometido que esa noche se lo explicará, el abuelo es un hombre arisco, ha bajado hasta Sicilia para disparar contra los Borbones y conserva una camisa roja en una cómoda que huele a naftalina, todos le hablan de vos, pero el niño puede hablarle de tú, y con él el abuelo se ríe a menudo, ahora le ha cogido la mano y la guía en lo alto, hacia el cielo estrellado, y le dice que cierre un ojo como si apuntara con un mosquetón, un poquito más río arriba, un poquito más río abajo, ¿ves?, ésa es Orion, detrás de nosotros está el septentrión, que tu abuelo llama río arriba, ¿entendido, Ninototo? El abuelo tiene ahora una voz curiosa bajo los párpados cerrados de Tristano, el abuelo y el niño a quien le está hablando son la misma persona, qué extraño. Pero ¿es acaso más extraño que el cielo, con todas las estrellas que están ahí desde siempre?… Las cosas del mundo son tan viejas que a fuerza de ser viejas se rejuvenecen, como si estuvieran cansadas de ser viejas. Empecemos por el poniente, dice el abuelo, mejor dicho, no, empecemos por el meridión, que tu abuelo llama río abajo cuando habla con los vaqueros. Empecemos por el meridión porque allí está Pegaso, el Caballito, ahora te lo enseño, sigue mi dedo, he oído que por la noche la abuela te canta la canción del caballito atigrado para que te quedes dormido, tenía un caballito atigrado, contaba los pasos que daba la luna… eso es, son esas estrellas de ahí, se llama así porque tiene una historia, es el caballito que Mercurio le regaló a un amigo suyo, pero los griegos a Mercurio lo llamaban Hermes, las estrellas las descubrieron antes los griegos, porque vinieron antes, pero las estrellas estaban antes que nadie, en cambio, eso es el este, es el Oriente, todo vino de allí, de oriente, todo viene de allí, de ese Oriente magnífico y antiguo donde los hombres comprendieron las cosas en abstracto, nosotros estamos aguas abajo, Ninototo, no hemos descubierto nada aunque nos creamos los mejores, pero ahora el razonamiento me estaba llevando lejos, retomémoslo con calma, cerca del Caballito está el Cisne y ésa es la estrella más luminosa del Cisne, se llama Albireo, con mi catalejo se ve el color que tiene, es anaranjado, y cerca de ella está Deneb, como la llamaron los árabes, es decir, la cola… pero no, me he equivocado, es más luminosa Deneb, tiene un compañero, pero es un compañero extraño, sólo se deja ver cada cinco años, en aquella constelación fue transformado un jovenzuelo que se llamaba Faetón, era uno como Amilcare, que conduce un carro de bueyes, sólo que Faetón conducía el carro del sol, pero como no prestó atención, acabó en un terraplén y los dioses le transformaron el carro en esas estrellas que ves. Ahora nos desplazamos y tú sigue mi dedo, allí encontrarás Capricornio y Acuario, son estrellas débiles, parecen farolillos de camposanto, yo no las veo, me haría falta el catalejo, pero tú tienes buena vista… ¿que cómo es que me lo sé de memoria? Porque el cielo es igual cada verano, Ninototo, siempre igual, y yo lo he mirado cada verano de mi vida…
Hoy todo el mundo se habla de tú, te habrás dado cuenta, es una forma expeditiva y falsamente confidencial. A mí no me gusta, porque es irrespetuoso… Yo creo que cuando dos personas se aprecian deben hablarse de usted, es una forma que indica civilización y respeto por el otro. Y además marca esa distancia necesaria para que uno haga entender al otro que aunque nos conozcamos bien, incluso de forma íntima, sabiendo nuestros respectivos secretos, hacemos como si no fuera así, como si ciertas cosas no las supiéramos, y lo hacemos para que el otro se sienta más cómodo, como cuando alguien te ha confesado algo importante, que no le diría a nadie, pero tú hacías como si te hubieses distraído un momento, no exactamente así, claro, lo has escuchado con mucha atención, sin embargo… eso es, es como si tú ya no pensarás en ello, eso te lo has metido en un cajón secreto de tu corazón y has echado la llave… Ahora que ha llegado el momento de despedirnos, en este último saludo quiero hablarte de usted. Estoy seguro de que lo entiendes, no es un detalle sin importancia… incluso para lo que tengas que escribir sobre mí. ¿Estás de acuerdo?
Me parece que sigue estando el moscón, sáquelo de aquí, no quiero que se me pose en la boca cuando la haya cerrado. Cuando escriba esta historia, si es que saca un libro, ponga en el libro su nombre, el mío no lo quiero, no quiero ser aquel que relata, quiero ser relatado… Usted escribió una vez que Tristano conoció el miedo y yo se lo he confirmado. Pero el verdadero miedo es otro, aquél era un miedo de poca importancia, porque tenía el privilegio de lo aleatorio, podían irle las cosas mal, pero también podía salir del atolladero… el verdadero miedo es cuando la hora ha quedado establecida y sabes que será inevitable… es un miedo extraño, insólito, se siente una sola vez en la vida, y no vuelve a sentirse más, es como un vértigo, como si se abriera una ventana a la nada, y ahí el pensamiento se ahoga de verdad, como si se aniquilara. Ése es el verdadero miedo… Dentro de un rato, cuando deje de oír mi respiración, abra de par en par esa ventana, deje que entren la luz y los ruidos del mundo vivo, le pertenecen a usted, el silencio es mío. Y márchese enseguida, cierre la puerta y deje aquí el cadáver, ése no soy yo, ya le he dado disposiciones a la Frau para que se deshaga deprisa de él… Hay un amor religioso por la muerte que tiene algo de necrófilo, casi como si se amara más un cadáver que un vivo… Una buena muerte… qué tontería… la muerte nunca es buena, la muerte es repugnante siempre, es la negación de la vida… Se dice que la muerte es un misterio, pero el hecho de haber existido es el mayor de los misterios, aparentemente es trivial, pero es tan misterioso… Verá, por ejemplo el hecho de que usted y yo nos hallemos aquí, en la misma habitación, en este preciso momento, es muy misterioso, o en todo caso, bastante singular, ¿no le parece?… Se lo agradezco… Quisiera hacerle otro regalo, ¿ve esa fotografía sobre el tocador?, no, no la de la cómoda, la del tocador con espejo, junto a la campana de cristal, donde la péndola sigue moviendo sus manecillas, porque las manecillas avanzan incluso cuando nosotros nos detenemos, los relojes los hemos inventado nosotros, pero obedecen a otro amo… me refiero a esa del marco de ébano donde hay un hombre de espaldas que camina a orillas del mar… ¿ve esas casas del fondo?… en aquel pueblo vivía mi madre, mi padre está yendo a casarse, por eso va tan elegante aunque camine por la playa, después de la ceremonia se traerá a mi madre aquí, a esta casa donde nací yo y que pronto estará a la venta, cuando muera la Frau… Es una hermosa foto, se la regalo, póngala en la portada de su libro, no es Tristano pero lo es en cierto modo, dado que es su padre… Nos da la espalda como si nos dijera adiós, que en el fondo es lo que yo he estado haciendo durante todos estos días con usted, y lo que hago ahora por última vez… Mire la péndola, ¿qué hora es? Le parecerá una estupidez, pero quiero saberlo, es lo último que quiero saber… En todo caso, mañana será otro día, como suele decirse.