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…¿Qué día es hoy? No estoy muerto, sólo tenía los ojos cerrados, pero no estoy muerto, tendrás que tener paciencia… Hoy estoy muy lúcido, debe de haberme bajado la fiebre, ya no tengo pesadillas. ¿Te he contado las pesadillas? Aunque así haya sido, no te deshagas de nada, todo cabe en la vida, especialmente en la vida de los héroes, incluso las pesadillas… Tengo una especie de silbido, ¿lo oyes?, cuando respiro me suena un silbido en la garganta, pero estáte tranquilo, no será hoy, la cosa va para largo, te hará falta paciencia, a mí también. ¿Qué día es hoy? Cuando sea el diez de agosto, avísame, no te olvides, aunque quizá haya pasado ya. He dormido mucho, debo de haber dormido mucho. O tal vez no… en un minuto de sueño caben años de por medio, a veces… La Frau me escatima la morfina, es una puñetera… o tal vez piense que me hace daño, pobre mujer ella también… A veces los recuerdos parecen de gelatina, las cosas se pegan las unas a las otras como deshuesadas, se derriten, ves un rostro… detente, dices, te he atrapado, estúpida, ¿no me reconoces?, soy yo, ¿no lo ves?, soy yo, espera un momento… Te sonríe… Ah, me has reconocido, dices, y en cambio ella te sonríe, socarrona, tú la llevas, guapetón, tú la llevas, y guiña un ojo… Tenía unas pestañas así de largas, y su sonrisa de malicia es exactamente la misma, pero la boca ha cambiado, qué extraño, y el rostro también, como si fuera cera caliente que se moldea por sí misma, y ya es otro. Y ese de ahí, ¿ahora qué quiere? Ah, pero si es el Sirio, lo reconoces, es el Sirio, que murió de un cáncer en el culo… pero es el Sirio sólo un momento, se ha convertido ya en Cary, aquel comandante americano que estaba contigo en el monte, lo ves bien, y también Tristano lo ve como si fuera otro, cuando él era el comandante Clark, prácticamente eran la misma persona, a partir un piñón, hermanos gemelos, lo llamaban así porque se parecía a un actor de cine de aquellos años, con un mechón reluciente de gomina sobre la frente, sólo le faltaban los bigotitos. Y él, Tristano, aquel día de marras, en aquel amanecer lívido, está esperando oculto detrás del peñasco, tiene el fusil ametrallador apuntado hacia el caserío, sin embargo te sonríe como si te esperara para contarte un chiste… y le sonríes tú también, es extraño volver a encontrarse así, después de tanto tiempo, y Tristano sigue todavía allí, en el mismo sitio, en aquel amanecer lívido. ¿Es posible que no se haya movido? Es posible. Los hombres no se mueven, quedan hechizados en distintos momentos fijos, sólo que no lo saben, nosotros creemos que hay un flujo continuo que poco a poco se evapora, y en cambio, no, en alguna parte del espacio queda ese momento fijo con su gesto y todo, como en un hechizo, una fotografía sin su placa. Es necesario saber verla, pero ahí está, te lo digo yo.

…En definitiva, fue así, la vio al final del prado, delante del caserío, dándole la espalda, dejó el catalejo astronómico que llevaba en bandolera, porque había llegado a la montaña sin arma alguna, y pensó que era un milagro. Ella llevaba unos pantalones cortos de cuero que le tapaban media pierna, botas altas, y tenía una metralleta al hombro cuyo cañón se le enfilaba entre los cabellos negros sueltos sobre el cuello. Empezó a temblar. A causa de la sorpresa, de la emoción, algo que no sabría describirte, como una llamarada que le explotara en el pecho, con las sienes que le latían. Gritó, ¡Daphne! Ella no se dio la vuelta. Estaba hablando con alguien, un soldado con el uniforme del ejército saboyano, [6] le pareció. Gritó otra vez, ¡Daphne!, y echó a correr. Ella se volvió al oír los pasos, con la mano ya en la culata de la metralleta, alerta. Lo miró con los ojos muy abiertos por la sorpresa, pero eran de un azul intenso, con una expresión algo socarrona, tal vez a causa de un ligero estrabismo. Mi nombre es Marilyn, dijo, ¿y tú qué es lo que quieres? No podía tener más de veinte años y hablaba con la voz de quien está acostumbrada a mandar. Soy nuevo, balbuceó él, vengo de Grecia. Yo me encargo de los contactos con los aliados, soy americana, puedes llamarme capitán, capitán Mary. Te sentaría mejor Rosamunda, dijo él. No te hagas el gracioso, dijo ella, ¿quién es Rosamunda? Es una pieza de Schubert, dijo él.

La Frau quería ponerme la péndola sobre la mesilla, por lo menos ves qué hora es, dice, te basta con volver la cabeza, así te orientas durante el día, te pasas el día preguntando la hora. Le he contestado que me molesta el tictac, pero ella no se ha dado por vencida. Con la campana de cristal no se oye, dice, no lo oiría ni siquiera un tuberculoso. Un tuberculoso no, pero yo sí, lo oigo todo… por la noche la carcoma que roe el armario hace un ruido insoportable, parece una voz dentro de una caverna… es un armario de castaño, a la carcoma le gusta la madera de castaño, y cuanto más añeja, más gusto les da, que yo de carcoma entiendo… le he dicho exactamente eso, que yo de carcoma entiendo, Renate, ver para creer, échale una ojeada a mi pierna… y también de ruidos entiendo, tengo línea directa con lo de abajo, estoy ya en comunicación, oigo caminar incluso a las hormigas, que tienen las patas tan ligeras como pelos. Estás tomando demasiada morfina, dice ella por desquite, déjate de hormigas, ésta es la tercera inyección que te pongo desde ayer por la noche, de todas formas, si la péndola en la mesilla te molesta, qué se le va a hacer, puesto que ahora tienes a alguien escuchándote todo el día, la hora pregúntasela a él, que yo tengo mucho que hacer. Mucho que hacer… todo eso que tiene que hacer es un misterio, de las cosas de la casa se encarga la mujer de Agostino, la compra la trae el repartidor… dar órdenes a todo el que se le ponga a tiro, eso es lo que tiene que hacer. ¿Te da órdenes a ti también? En todo caso, si de día no me oriento, por la noche es más fácil, hay un avión, no sé si lo has oído ya, tal vez no, probablemente a medianoche estés durmiendo, y además está demasiado alto, hace un zumbido lejano, es el avión de medianoche, yo lo llamo así… es puntual, quizá se retrase a veces, pero no mucho, marca la medianoche mejor que esa estúpida péndola que ya no suena, que sólo hace tictac… puedes verlo desde la ventana de tu habitación, pero tienes que esperarlo, porque cuando oyes el ruido ya ha pasado, verás, son dos lucecitas azules paralelas… ya hará más de diez años que pasa, lo noté la noche de nuestro definitivo regreso a esta casa, llegamos cansadísimos, ya te imaginarás, aquella tarde de agosto habíamos salido de una placita de Plaka, donde Daphne, en broma, se había puesto a fluctuar a la altura de la rama de un naranjo, le había rogado que no me dejara volver solo, y así nos pusimos en camino… yo, aquella noche, no conseguía conciliar el sueño, sucede cuando uno está demasiado cansado, me asomé a la ventana, ya sabes, un cigarrillo… Es un avión que viene del Sur y se dirige hacia occidente, cuando llega a nuestra altura, justo aquí encima de la casa, gira hacia la costa… para él es de inmediato el mar… yo me lo imagino pasando sobre Cerdeña, un viajero que por la ventanilla ve unas luces diminutas abajo, se preguntará quién vive en esas luces, quién estará allá abajo, en esa casa, en esa aldea… imposible de saber, al igual que yo no sé quién es el viajero que se lo pregunta, pero entretanto nos lo imaginamos, él y yo, y sin saber quién somos, hemos pensado lo mismo… y después helo ahí sobre España… tal vez pase incluso sobre Pancuervo, en Pancuervo habrá alguien también que a medianoche no duerma y mire ese avión… y por último sobre Portugal… y después está el océano, pues sí, no cabe más solución, querido mío, hay que cruzar el Atlántico… y enseguida estás en América, porque en aeroplano no se tarda nada en llegar a América. América… Mi padre soñó siempre con irse a América, me lo contaba mi abuelo, pensaba que allí hubiera podido continuar investigando, en América se hubiera convertido en un biólogo famoso en todo el mundo… América… ¡qué hermosa debía de ser América en los tiempos en los que mi padre soñaba con ella! Él se lo sabía todo de las praderas, de los indios seminólas, de Benjamin Franklin, de Charlie Chaplin, de Walt Whitman, del Empire State Building, de la música… eso también me lo contaba mi abuelo, por entonces no había nadie aquí, entre nosotros, que apreciara esa música, les parecía desafinada, era una música de negros… ignorantes… pero mi padre tenía un fonógrafo, y los discos le llegaban directamente desde América… fue mi abuelo quien me enseñó a amar esa música, tras la muerte de mi padre, yo había dejado de divertirme con su espada de garibaldino, y él se había inventado un juego para las mañanas de los domingos, entrábamos de puntillas en el despacho de mi padre, como si él tuviera el ojo pegado a su microscopio y no se le pudiera molestar, después el abuelo ponía el disco de uno que tocaba la trompeta y se entusiasmaba, se acariciaba sus bigotes blancos siguiendo el ritmo, escucha a este músico, decía, escucha cómo hace latir la vida en su trompeta, la vida es aliento, muchachito, en principio era el verbo, y los curas quién sabe lo que se han creído, pero el verbo es aliento, muchachito, nada más que aliento… en la vida hay que amar la vida, y a ti tiene que gustarte siempre la vida, recuérdalo, la muerte les gusta a los fascistas… Escritor, si miras en la biblioteca, junto a la mesa de debajo de la ventana está el catalejo de mi abuelo y el microscopio de mi padre… Qué curioso, piénsalo un momento, mi padre estudiaba vidas cercanísimas con su microscopio, mi abuelo buscaba otras lejanísimas con su catalejo, ambos con las lentes. Pero la vida se descubre a simple vista, ni demasiado lejos ni demasiado cerca, a la altura de los ojos… Con lo que mi padre amaba Nueva York y murió antes de poder ir… A mí también me hubiera gustado mucho ir a Nueva York, pero nunca llegué a ir, nunca hubo ocasión. ¿Tú conoces Nueva York? Qué pregunta, quién no ha estado en Nueva York hoy en día, y además, entre los de vuestro ambiente… Sabes, me gustaría coger de verdad ese avión del que te hablaba, una noche u otra, casi casi… Disculpa, de qué te estaba hablando, me temo que me he ido por las ramas, quizá me estuviera quedando dormido, uno habla en el duermevela y le salen razonamientos sin pies ni cabeza, es mejor que sigamos luego, tengo la impresión de que se ha hecho tarde… ¿Crees que podría fumarme un cigarrillo, aunque sean dos caladas, sin que se dé cuenta la Frau? Si acaso, abre las persianas, total, con el calor que hace.

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[6]Con este nombre relativo a la dinastía reinante entonces se denomina a las fuerzas armadas que, tras el armisticio, se mantuvieron fieles a Italia, sin unirse a las tropas nazis. (N. del T.)