– Desembucha -repitio y dio un paso atras.
Con las manos vacias y las palmas hacia arriba, De Spain dio un paso con el pie izquierdo Chandler, Raymond Tristezas de Bay City – 32 – y pateo a Gran Menton en la entrepierna, asi de simple, sin la menor vacilacion y frente a un arma.
Gran Menton seguia debatiendose interiormente cuando desenfundamos. Su mano derecha luchaba por apuntar y apretar el gatillo. El dolor dominaba todo lo demas salvo el deseo de doblarse y gritar. Su lucha interior lo llevo a perder una fraccion de segundo y cuando le caimos encima no habia gritado ni disparado. De Spain le dio en la cabeza y yo en la muneca derecha. Me habria gustado darle en el menton, que me fascinaba, pero su muneca estaba mas cerca del Colt. La pistola cayo y Gran Menton hizo lo propio, casi subitamente, para lanzarse de inmediato sobre nosotros. Lo sujetamos, lo retuvimos, su aliento soplo ardiente y fetido en nuestras caras, pero enseguida le fallaron las rodillas y caimos sobre el en medio del pasillo.
De Spain protesto, hizo esfuerzos para ponerse en pie y cerro la puerta. Giro al hombre corpulento, gimiente y medio desmayado, le puso las manos a la espalda y lo esposo.
Bajamos por el pasillo. En la habitacion de la izquierda, de una pequena lampara de mesa cubierta con un periodico escapaba una luz tenue. De Spain quito el periodico y miramos a la mujer tendida en la cama. Por lo menos no la habia asesinado. Llevaba un pijama de mala calidad, tenia los ojos desmesuradamente abiertos, la mirada perdida y casi enloquecida de terror. Le habian cubierto con esparadrapo la boca, las munecas, los tobillos y las rodillas y por sus orejas asomaban gruesos tapones de algodon. Por detras de la losa de esparadrapo de cinco centimetros que le mantenia cerrada la boca escapaba un barboteo ininteligible. De Spain inclino ligeramente la pantalla de la lampara. El rostro de la mujer estaba manchado.
Llevaba el pelo decolorado, con las raices oscuras, y en los huesos de su rostro se dibujaba una expresion macilenta y desgastada.
– Soy policia -dijo De Spain-.?Es usted la senora Greb?
La mujer se sacudio y lo miro atormentada. Le quite los tapones de algodon de las orejas y dije:
– Vuelva a intentarlo. -?Es usted la senora Greb?
La mujer asintio.
De Spain sujeto el esparadrapo que le sellaba los labios. La mujer cerro los ojos y De Spain tiro con fuerza e inmediatamente le cubrio la boca con la mano. Se quedo impavido, inclinado, con el esparadrapo en la mano izquierda. Parecia un poli corpulento, moreno, inexpresivo y con el mismo valor que una mezcladora de cemento. -?Me promete que no gritara? -pregunto. La mujer asintio con la cabeza y De Spain aparto la mano-.?Donde esta Greb?
Le arranco los otros trozos de esparadrapo.
La mujer trago saliva, se toco la frente con la mano de unas rojas y meneo la cabeza.
– No lo se. No ha vuelto a casa. -?Que le dijo el gorila para que lo dejara pasar?
– Nada -respondio hoscamente-. Sono el timbre, abri la puerta y ese hombre entro y me sujeto. El muy bestia me cubrio de esparadrapo y me pregunto donde estaba mi marido. Le respondi que no lo sabia y me pego varios bofetones, pero al final parecio creerme. Me pregunto por que mi marido no se habia llevado el coche y le dije que siempre va y vuelve andando del trabajo. Despues se sento en un rincon y no se movio ni hablo. Ni siquiera fumo. -?Hablo por telefono? -pregunto De Spain.
– No. -?Lo habia visto antes?
– No.
– Vistase -anadio De Spain-. Busque algunos amigos que puedan alojarla esta noche.
La mujer lo miro, se incorporo lentamente y se meso los cabellos. Abrio la boca y De Spain volvio a taparsela con decision.
– Espere -ordeno-. Por lo que sabemos, a su marido no le ha pasado nada. De todos modos, sospecho que no se asombraria demasiado si le ocurriese algo.
Chandler, Raymond Tristezas de Bay City – 33 – La mujer aparto la mano del poli, abandono la cama, se acerco a la comoda y saco una botella de whisky. Le quito la tapa y bebio un sorbo.
– Si -dijo con voz firme y ronca-.?Que haria si tuviese que untar a un monton de medicos por cada centavo que gana y, para colmo, gana poco? -bebio otro trago.
– Tal vez cambiaria las muestras de sangre -replico De Spain.
La mujer lo miro perpleja. De Spain me observo y se encogio de hombros.
– Tal vez es buen material -anadio-. Quiza comercia con el. A juzgar por como vive, debe ser muy poco -paseo desdenoso la mirada por la sala-. Senora, vistase.
Salimos y cerramos la puerta. De Spain se inclino sobre Gran Menton, que yacia boca arriba y algo ladeado. El hombre fornido se quejaba sin cesar con la boca abierta, sin estar totalmente desmayado ni plenamente consciente de lo que ocurria. De Spain, que seguia guiandose por la tenue luz del vestibulo, miro el trozo de esparadrapo que llevaba adherido a la palma de la mano y de sopeton rio. Pego el esparadrapo en la boca de Gran Menton. -?Conseguiremos que camine? -pregunto-. No me gustaria nada tener que acarrearlo.
– No lo se -replique-. Yo solo estoy de paso.?Hasta donde quiere que camine?
– Colina arriba, donde todo esta tranquilo y trinan los pajaros -repuso De Spain muy serio.
Me sente en el estribo del coche, con la enorme linterna acampanada colgada entre las rodillas. Aunque no iluminaba mucho, bastaba para lo que De Spain le hacia a Gran Menton.
Sobre nosotros habia un deposito techado y despues el terreno se inclinaba hacia un gran canon. Mas o menos a un kilometro habia dos casas en la cima de la colina, ambas a oscuras, y el claro de luna relucia en las paredes de estuco. Aunque a esa altura hacia frio, el aire estaba despejado y las estrellas semejaban trocitos de cromo lustrado. La ligera bruma que cubria Bay City parecia muy lejana, como si formara parte de otro distrito, pero solo estaba a diez minutos en coche.
De Spain se habia quitado la chaqueta. Se habia arremangado la camisa y sus munecas y sus gruesos brazos lampinos aparecian enormes bajo esa luz debil y aspera. Su chaqueta estaba en el suelo, entre Gran Menton y el. La pistolera reposaba sobre la chaqueta, con el arma puesta y la culata hacia Gran Menton. Como la chaqueta se encontraba ligeramente a un lado, entre De Spain y Gran Menton se abria un pequeno espacio de grava pisoteada que la luna iluminaba. La pistola estaba a la derecha de Gran Menton y a la izquierda de De Spain.
Despues de un prolongado silencio en el que solo se oian nuestras respiraciones, De Spain dijo:
– Vuelva a intentarlo.
Hablo a la ligera, como si se dirigiera a alguien que juega con una maquina de pinball.
La cara de Gran Menton era un amasijo sanguinolento. No logre verla roja, pero una o dos veces lo enfoque con la linterna y supe que estaba alli. Tenia las manos libres y la patada que habia recibido en salva sea la parte habia ocurrido hacia mucho tiempo, al otro lado de los oceanos de dolor. Gimio, subitamente golpeo a De Spain con el lado izquierdo de la cadera, se apoyo en la rodilla derecha y se abalanzo sobre la pistola.
De Spain le pateo la jeta.
Gran Menton rodo sobre la grava, se cubrio la cara con las manos y entre sus dedos escapo un gemido. De Spain se acerco y le pateo el tobillo. Gran Menton aullo. De Spain retorno a su posicion original, proxima a la chaqueta y a la pistola enfundada. Gran Menton rodo, se puso de rodillas y meneo la cabeza. Grandes gotas oscuras rodaron de su cara hasta el terreno cubierto de grava. Se irguio lentamente y permanecio acuclillado unos instantes.
– Levantate -dijo De Spain-. Eres un hueso duro de roer. Cuentas con el apoyo de Vance Conried que, a su vez, esta respaldado por la mafia. Puede que hasta el jefe Anders te apoye.
Yo solo soy un piojoso detective que no llegara a ninguna parte. Levantate. Montaremos el espectaculo.