Выбрать главу

– Son fabulosos -dijo-, absolutamente maravillosos, Arabella.

Ella descorchó una botella de champán, para celebrar la primera visita de Blake al estudio, y dijo que esperaba que fuera la primera de muchas. Brindaron. Blake bebió dos copas a pesar de la aversión que sentía por el champán. Habría bebido incluso veneno con ella. A continuación propuso que fueran a su casa. El también quería mostrarle sus tesoros. Tenía obras de arte muy importantes, y una casa absolutamente espectacular que adoraba y de la que estaba orgulloso. Encontraron un taxi fácilmente y, media hora después, estaban paseando por la casa de Blake, mientras ella profería exclamaciones de admiración por las obras de arte que veía. Blake descorchó otra botella de champán para ella, pero esta vez él bebió vodka. Subió el volumen del sistema de sonido y le enseñó la sala de proyecciones que había montado. Se lo mostró todo, y a las nueve estaban en su enorme cama, haciendo el amor desenfrenada y apasionadamente. Nunca había tenido una experiencia igual con una mujer, ni siquiera bajo el efecto de las drogas, con las que había experimentado un poco en cierta época, aunque nunca le gustaron. Arabella era como una droga para él, y se sentía como si hubiera viajado a la luna y hubiese regresado. Mientras estaban en la bañera después de hacer el amor, ella se puso encima de él y empezó de nuevo. Blake gimió de placer y se vació dentro de ella, por cuarta vez aquella noche. Oyó el sonido mágico de su risa. El duendecillo inverosímil que había descubierto en Kensington Palace lo había llevado al límite de la cordura. No sabía si lo que sentía era amor o locura, pero, fuera lo que fuese, no quería que acabara nunca.

Capítulo 10

El siguiente viernes por la noche, Charles y Maxine salieron de nuevo a cenar a La Grenouille como dos adultos. Ambos tomaron langosta y un risotto de trufa blanca tan exquisito que era casi un afrodisíaco. Una vez más, Maxine disfrutó de la comida, esta vez quizá incluso más. Le gustaba su conversación inteligente y madura, y Charles ya no le parecía tan serio como al principio. Por lo visto, también tenía sentido del humor, aunque un poco escondido. En él nada parecía fuera de control. Decía que prefería tener una vida planificada y bien organizada, moderada y previsible. Era el tipo de vida que Maxine había querido siempre, y que había sido imposible con Blake. Tampoco era totalmente factible para ella, con tres hijos, y los consiguientes factores imprevisibles, y su consulta, donde lo inesperado sucedía con regularidad. Pero sus personalidades se complementaban bien. Charles estaba mucho más cerca de lo que Maxine deseaba que Blake, y se dijo a sí misma que aunque Charles era menos espontáneo, en cierto modo también eso era tranquilizador. Sabía lo que podía esperar de él. Y era una buena persona, lo cual también la atraía.

Estaban volviendo a casa en taxi después de su segunda cena en La Grenouille. Charles le prometió que la próxima vez irían a Le Cirque y quizá otro día al Daniel o al Café Boulud, sus locales favoritos, que quería compartir con ella, cuando sonó el móvil de Maxine. Ella dio por sentado que uno de sus hijos la necesitaba. Aquel fin de semana la sustituía Thelma Washington. Sin embargo, era su servicio de llamadas, que intentaba localizarla en nombre de la doctora Washington. Maxine sabía que eso significaba que a uno de sus pacientes le había ocurrido algo grave. Solo en ese caso la llamaría Thelma durante el fin de semana. Normalmente ella se encargaba de todo, excepto de las situaciones que sabía que Maxine preferiría manejar personalmente. El servicio le pasó a Thelma.

– Hola. ¿Qué ocurre? -dijo Maxine enseguida.

Charles pensó que hablaba con uno de sus hijos. Esperaba que no fuera una urgencia. Lo estaban pasando tan bien que no quería que nada estropeara la velada. Maxine escuchaba atentamente, con el ceño fruncido y los ojos cerrados; aquello le pareció un mal augurio.

– ¿Cuántas unidades de sangre le habéis administrado?

Hubo un breve silencio mientras escuchaba la respuesta.

– ¿Puedes llamar a un cirujano cardiotorácico enseguida? Prueba con Jones… Mierda… bueno… voy enseguida.

Se volvió hacia Charles con expresión preocupada.

– Lo siento. Detesto hacerte esto, pero acaban de ingresar a una de mis pacientes en Urgencias. ¿Puedo pedirle al taxista que me lleve al Columbia Presbyterian? No tengo tiempo de volver a casa a cambiarme. Puedo dejarte en casa por el camino, si quieres.

No podía pensar en otra cosa que en las palabras de Thelma. Se trataba de una chica de quince años que llevaba visitando hacía tan solo unos meses. Había intentado suicidarse, y se hallaba al borde de la muerte. Maxine quería estar allí para tomar las decisiones que fueran necesarias. Charles se puso serio inmediatamente y dijo que por supuesto iría con ella en el taxi.

– Te acompaño. Puedo esperarte y darte apoyo moral.

Solo podía intentar imaginar lo duros que debían de ser esos casos, y la carrera de Maxine estaba llena de ellos. No se veía a sí mismo afrontándolos cada día, y la admiraba por ello. Médicamente, era mucho más interesante que lo que hacía él, aunque más angustioso y más importante en cierto modo.

– Puede que me lleve toda la noche. Al menos es lo que espero.

La única razón de que no fuese así sería porque su paciente muriera, que en aquel momento era una posibilidad muy real.

– No te preocupes. Si me canso de esperar me marcharé a casa. Yo también soy médico, y esta situación no es nueva para mí.

Maxine le sonrió. Le gustaba tener esto en común con él. Era un vínculo muy fuerte que tuvieran la misma profesión. Dieron la dirección del hospital al taxista, que giró hacia el norte, mientras Maxine le explicaba la situación a Charles. La chica se había cortado las venas y se había clavado un cuchillo de cocina en el corazón. Lo había hecho francamente bien y solo porque, por puro milagro, su madre la había encontrado lo bastante rápido todavía existía la posibilidad de salvarla. Los enfermeros habían llegado enseguida a la casa. Por el momento le habían administrado dos unidades de sangre, su corazón se había parado dos veces por el camino, pero lo habían reanimado otra vez. Su vida pendía de un hilo, pero estaba viva. Era su segundo intento.

– Santo Dios, no hacen las cosas a medias, ¿verdad? Siempre pensé que los chicos lo hacían para llamar la atención y sin mucha convicción.

No había falta de convicción en ese intento. Hablaron de ello por el camino y Maxine se puso en movimiento en cuanto entraron en el hospital. Llevaba un vestido negro de cóctel y tacones altos. Se quitó el abrigo negro de noche, se puso una bata blanca sobre el vestido, encontró a Thelma, y se reunió con el equipo de Urgencias. Examinó a su paciente, llamó personalmente al cirujano cardíaco y habló con el médico supervisor y el jefe de residentes. Ya le habían cosido las muñecas a su paciente y el cirujano cardíaco llegó quince minutos después. Se llevó a la chica al quirófano y Maxine fue a consolar a los padres. Mientras ella hacía esto, Charles y Thelma hablaban en el pasillo.

– Es fantástica -comentó Charles con admiración.

Era realmente eficiente cuando trabajaba. Media hora después se reunía con ellos en el pasillo. Thelma estaba totalmente de acuerdo con Charles, y le encantó que él se mostrara tan impresionado y respetuoso con el trabajo de Maxine.