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– Llámame cuando acabe la universidad -bromeó Blake, preparándose para marcharse.

Pasó por todas las habitaciones para besar a los niños y despedirse de ellos, y después se quedó un minuto en la puerta con Maxine.

– Cuídate, Max. Espero que ese tipo sea bueno para ti. Si no lo es, dile que tendrá que vérselas conmigo.

– Dile lo mismo a Arabella -dijo Maxine. Le abrazó, lamentando que Daphne le hubiera estropeado las vacaciones-. ¿Adónde vas ahora?

– A Londres durante algunas semanas, y luego a Marrakech. Quiero ponerme a trabajar en la casa. Bueno, no es una casa, es más bien un palacio. Tienes que ir a verlo algún día.

Maxine no tenía ni idea de cuándo podría ser.

– A finales de enero probablemente estaré en Saint-Barthélemy. Saldré a navegar un poco con el barco.

Maxine conocía la canción. Probablemente, los niños no le verían durante mucho tiempo. Estaban acostumbrados, pero a ella la entristecía un poco. Necesitaban estar con Blake más a menudo.

– Ya te llamaré.

A veces la llamaba y a veces no, pero normalmente ella sabía dónde encontrarle si lo necesitaba.

– Cuídate mucho -dijo, abrazándole en el ascensor.

– Tú también -respondió él, abrazándola con fuerza antes de marcharse.

Maxine siempre tenía una sensación extraña cuando se despedía de él. Le hacía pensar cómo habría sido la vida si hubieran seguido casados. El habría estado ausente constantemente, tal como hacía ahora. Para ella, no era suficiente tener un marido solo sobre el papel. Lo que necesitaba era lo que por fin había encontrado: un hombre como Charles, que estaría a su lado. Era la personificación de la responsabilidad.

Capítulo 13

Cuando Blake y Arabella llegaron a Londres, ambos tenían mucho que hacer. El tenía reuniones y dos casas en obras, y ella el encargo de un retrato. Pasaron dos semanas antes de que pudieran salir de la ciudad. Cuando lo hicieron, a Blake le apetecía mucho. En Londres hacía un frío glacial y estaba cansado del invierno. En Aspen y en Nueva York hacía frío, aunque al menos en Aspen podía esquiar. Estaba deseando ir a Marruecos. Arabella no había estado nunca y quería que descubriera el país con él. El día que se marcharon ella estaba tan emocionada como él. Se alojarían en La Mamounia. Blake se llevaba a su arquitecto, que ya tenía los planos de la casa; era fabulosa. El proyecto duraría al menos un año, pero eso no le molestaba en absoluto. Lo mejor de todo era la planificación, y la emoción de ver cómo tomaba forma. Con el sentido artístico de Arabella, sería divertido compartir el proyecto con ella. Charlaron sin parar durante todo el viaje. En cuanto aterrizaron, la belleza del lugar dejó a Arabella sin habla. Llegaron al atardecer, con un brillo suave sobre las montañas del Atlas.

Un coche los esperaba para llevarlos al hotel y Arabella se quedó deslumbrada al contemplar la ciudad. El impresionante minarete de la Koutoubia fue la primera vista de Marrakech que le llamó la atención; luego cruzaron la plaza central de Jemma el Fna, al atardecer. Parecía el decorado de una película. Ni siquiera en sus viajes por la India había visto algo tan exótico. Había encantadores de serpientes, bailarines, acróbatas, vendedores ambulantes que servían bebidas, muías guiadas por sus dueños, hombres con chilaba por todas partes. Era una escena digna de Las mil y una noches. Blake le estaba diciendo que quería llevarla a los zocos, sobre todo al Zoco de Zarbia, de la Medina, en la ciudad amurallada, y a los jardines de la Menara, que según él era el lugar más romántico del mundo. El ambiente era embriagador y Arabella bajó la ventanilla de cristal ahumado para ver mejor. El aroma de las especias, las flores, las personas y los animales se mezclaba creando la impresión de un aura propia. El tráfico era una locura. Había motos y motocicletas esquivando los coches, de forma muy caótica y desorganizada; las bocinas sonaban y las personas gritaban, y los músicos callejeros se añadían a la cacofonía de sonidos. Arabella miró a Blake con una sonrisa amplia y feliz y los ojos brillantes. Era incluso mejor que en la India, porque esta vez estaba con él.

– ¡Esto me encanta! -exclamó animadamente.

El le sonrió satisfecho. Estaba impaciente por mostrarle su palacio. Creía que Marrakech era el lugar más romántico en el que había estado, y Arabella estaba de acuerdo con él. A pesar de sus viajes por la India, esto le gustaba más. Arabella cobraba vida en los lugares exóticos de una forma que Blake no había imaginado.

Atravesaron una calle bordeada de palmeras gigantes antes de llegar al hotel La Mamounia, pintado de color melocotón. Arabella había oído hablar de él muchas veces, y siempre había querido ir. Hacerlo con él era un sueño. Les recibieron unos hombres con trajes marroquíes blancos y cinturones rojos. Arabella advirtió la madera tallada y los dibujos de los mosaicos en la parte exterior del hotel. El director salió a saludarlos. Blake se había alojado allí varias veces desde que había adquirido el antiguo palacio. Esta vez había reservado una de las tres lujosas villas privadas del hotel, que pensaba ocupar hasta que terminara la reforma y la decoración de su casa.

Para que Arabella lo viera, entraron en el vestíbulo principal donde se detuvieron sobre el suelo de mármol blanco bordeado de negro, bajo una enorme araña muy elaborada. Para entrar habían cruzado una puerta de vidrieras de colores, en rojo, amarillo y azul. Miembros del personal con bombachos blancos, chaleco gris y tarbush rojo rodearon a Arabella y Blake y los saludaron. Había cinco restaurantes de lujo y cinco bares para los huéspedes. Baños turcos e infinidad de posibilidades de entretenimiento. Cuando el director los acompañó a la villa privada de Blake ya los esperaban varios criados. La villa tenía tres dormitorios, un salón, un comedor, una pequeña cocina para su uso personal y otra más grande aparte, para que un chef les preparara las comidas si no querían cenar en la ciudad o en uno de los restaurantes del hotel. Tenían una entrada privada, jardín y jacuzzi, para que no tuvieran que ver a nadie durante su estancia si no lo deseaban. Pero Arabella estaba ansiosa por ver la ciudad con él, así que Blake había pedido al chófer que esperara. El y Arabella querían salir a explorar la ciudad después de comer algo en el jardín. El simple hecho de estar allí era mágico y exótico.

Se ducharon, se cambiaron y tomaron una comida ligera en la mesa del jardín. Después salieron cogidos de la mano. Pasearon por la gran plaza, manteniéndose a distancia de los encantadores de serpientes, y dieron una vuelta por las murallas de la ciudad con un carruaje. Era tal como Arabella esperaba que fuera. Después de tomar un baño en el jacuzzi de su jardín privado y respirar la intensa fragancia de las flores, se retiraron a su dormitorio e hicieron el amor durante horas, lira casi de día cuando se durmieron el uno en brazos del otro.

A la mañana siguiente, el personal de la villa les tenía preparado un copioso desayuno. Blake mostró a Arabella los planos para el palacio que estaba reformando, y después de desayunar fueron a verlo. Era más impresionante de lo que ella esperaba. Tenía torreones y arcos, y un amplio patio interior con bellos mosaicos antiguos en las paredes. Las habitaciones de la casa eran enormes. Se trataba realmente un palacio, y los ojos de Blake brillaban mientras paseaba por él con el arquitecto y Arabella. Ella hizo algunas buenas propuestas para los colores de las paredes y la decoración. De repente, mientras lo recorrían, Blake supo que quería compartirlo con ella. La abrazó en el balcón con vistas a las montañas del Atlas y la besó con la pasión que había caracterizado su relación desde el principio.

– Quiero que este sea nuestro nido de amor. Será perfecto para nosotros. Podrías pintar aquí.

Se veía a sí mismo pasando largos meses allí cuando estuviera terminado. Era una ciudad pequeña y perfecta, con restaurantes, bazares con mercancías exóticas y la belleza de la naturaleza alrededor. También tenía una vida social muy animada. Arabella tenía varios amigos franceses que se habían mudado a Marrakech, y ella y Blake cenaron con ellos antes de marcharse. Fue un viaje indescriptible.