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Por quien más se interesaba era por Pérez Nuix, dentro de su general distanciamiento de aquel grupo al que él había pertenecido en otros tiempos, tan remotos y tan distintos. No estaba seguro de si por lo mucho que le había oído hablar a Tupra de sus cualidades ('Esa chica medio española tan competente que tiene', así se había referido a ella Wheeler cuando yo aún no la conocía, 'nunca logro recordar cómo se llama, dice que será la mejor de todos si se las apaña para retenerla.' Y había añadido como si se acordara de otra: 'Esa es una de las dificultades, la mayoría se harta y abandona pronto') o porque en algún momento pensaba que yo podría vincularme a la joven y así salir de mi aturdimiento sentimental y de mis ocasionales tumbos sexuales, mucho más infrecuentes de lo que él suponía, los ancianos tienden a creer promiscuos -quiero decir con éxito, efectivos- a cuantos ellos juzgan en la edad viril y por lo tanto todavía jóvenes. Wheeler veía que pasaban los meses y que la situación con Luisa no se arreglaba, como él habría preferido -ni siquiera había coletazos; ni un vaivén, aunque fuera de los que dejan las puertas más cerradas que antes; pero al menos hay una leve zozobra, mientras se entreabren-, de modo que desde su distancia, a tientas si es que no a ciegas, con un poco de ingenuidad y respetuoso paternalismo, ejercía de casamentero, tenuemente, cuando un nombre femenino aparecía en nuestras conversaciones, y el de Patricia Pérez Nuix era por fuerza el más persistente y duradero.

'¿Qué tal te llevas personalmente con ella? ¿Hay algo de compañerismo entre vosotros?', me preguntó en una ocasión. 'En contra de lo que se cree, lo mejor que puede tenerse con el otro sexo es compañerismo, es lo más eficaz para las conquistas y también lo que lleva más lejos.' En otra indagó sobre sus aptitudes: '¿Te interesa su charla, su visión de las cosas, los elementos en que se fija? ¿Es tan buena como asegura Tupra? ¿Te lo pasas bien con ella?'. Y en una tercera fue aún más directo o más curioso: '¿Es guapa esa chica? Más allá de su juventud, me refiero. ¿A ti te atrae?'.

Y yo le había contestado cada vez, sin alacridad pero con deferencia: 'Sí lo hay, incipiente, quiero decir que podría haberlo. Pero aún es pronto para eso, no nos hemos encontrado en situación inequívoca de ayudarnos, de sacarnos el uno al otro de un apuro o de un dilema, son esas cosas las que crean el compañerismo. O la mucha costumbre, el tiempo que ya no se advierte'. Y luego: 'Sí es buena, ve mucho y afina; matiza, aunque sin fiorituras, no se recrea ni exhibe; sí resulta entretenida, cuando me toca interpretar junto a ella no suelo irritarme ni aburrirme, siempre la escucho de buen grado y sin esforzarme'. Y más adelante: 'Sí, es bastante guapa, sin exagerar. Pero tiene humor, es carnal y no se guarda la risa, lo más atrayente de las mujeres, tantas veces. Más que atraerme hasta el punto de tomarme molestias que ya no suelo tomarme, de dar un paso por ese rumbo, digamos que no le haría ningún asco si se me presentara la oportunidad de balde'. Recuerdo que recurrí al español para toda esta frase, no hay rival para 'no hacer ascos' en otras lenguas, y añadí: 'No es más que una hipótesis: no se me ocurre, ni me lo planteo. Estaría fuera de lugar, es mucho más joven que yo. En teoría yo no podría aspirar a ella'.

Wheeler me respondió con sincera extrañeza:

'¿Ah no? ¿Desde cuándo te pones límites? ¿Desde cuándo trabas? Si no me equivoco, eres más joven que Tupra, y, por lo que yo sé, él aún no se los pone, ni en ese ni en ningún otro campo.'

Podía estar hablando en general o haciendo una referencia concreta a la liaison entre él y Pérez Nuix de cuya pasada existencia tenía yo tantas sospechas. Fue un dato más a favor de ellas.

'No todos somos iguales, Peter', le contesté. 'Y cuanto más mayores los hombres, más nos diferenciamos, ¿no? Usted debería saberlo. Tupra y yo somos muy distintos. Seguramente lo fuimos siempre, desde nuestras respectivas infancias.'

Pero él no me hizo caso, o se lo tomó a broma.

'Oh vamos vamos. No lograrás hacerme creer que te has vuelto tímido a estas alturas, Jacobo. O que te ha entrado complejo de edad y has desarrollado esa clase de escrúpulos. ¿Qué importan diez años más, o veinte? Cuando la gente es adulta, lo es ya para siempre, y se iguala todo muy rápido a partir de entonces. Es algo sin vuelta atrás, por fortuna, aunque haya algunas personas que nunca llegan a serlo, ni en el aspecto vital ni en el intelectual, cada vez hay más de esas y son una peste, yo no las aguanto, están llenas las tiendas, los hoteles y las oficinas, y hasta los hospitales y los bancos. Es algo deliberado, provocado por nuestras sociedades. Aunque no entiendo por qué, les va bien crear irresponsables. No sé cómo te lo explicas. Es como si les conviniera crear inválidos. ¿Cuántos años tiene esa chica tan lista?'

'No más de veintisiete, supongo. Tampoco muchos menos.'

'Bah. Es una mujer hecha y derecha, habrá ya cruzado lo que Joseph Conrad llamaba la línea de sombra, o estará a punto de hacerlo. Ya sabes, la edad en que la vida se encarga de uno, si es que no se ha hecho cargo de ella uno antes. La línea que separa lo cerrado de lo abierto, la página escrita de la página en blanco: allí donde empiezan a agotarse las posibilidades, porque las que uno descarta se van volviendo irrecuperables, y están más perdidas cada día que uno cumple. Cada fecha de penumbra; o de memoria, que es lo mismo.'

'Eso sería en tiempos de Conrad, Peter. Ahora, a los veintisiete, la mayoría de la gente se sigue sintiendo sin estrenar, cómo decir, con todas las puertas de par en par y la vida de verdad aún no iniciada, esperando eternamente. Se sale a edad más tardía, de esa escuela de los irresponsables. Y como acaba usted de decir: cuando se sale.'