– No seas impertinente -le espetó Margot glacialmente-. Te he hecho venir porque no quiero que nuestros noticiarios comenten nada respecto a los impuestos de Theo, y además me gustaría que pidieras a las demás emisoras que tampoco lo mencionen.
Chippingham, escandalizado y casi sin poder creer lo que estaba oyendo, procuró proseguir con voz calmada:
– Margot, si yo llamara a las demás emisoras con semejante petición, no sólo la rechazarían, sino que proclamarían a los cuatro vientos que la CBA-News había intentado encubrir un delito. Y francamente, si pretendieran algo similar desde la competencia, en la CBA haríamos lo mismo.
Mientras hablaba se daba cuenta de que la nueva directora de la emisora acababa de demostrar en una breve conversación no sólo su desconocimiento del mundo de los servicios informativos, sino una total insensibilidad a la ética del periodismo. Pero en fin, recordó, era del dominio público que ella no había llegado a ese puesto por ninguna de esas dos cosas, sino por su perspicacia financiera y su capacidad para crear beneficios.
– Bueno -dijo ella a regañadientes-, supongo que tengo que aceptar lo que dices acerca de las otras emisoras. Pero en la nuestra, ni una palabra.
Chippingham suspiró para sus adentros al darse cuenta de que, en adelante, su trabajo como director de la CBA-News sería bastante más complicado.
– Por favor, Margot, créeme. Esta noche, con absoluta certeza, las demás emisoras darán la noticia de la defraudación del señor Elliott. Y si nosotros no lo hacemos, llamaremos la atención todavía más que si la damos. Y eso es porque todo el mundo estará al acecho, para ver si somos decentes e imparciales, sobre todo después de las afirmaciones de Globanic de no interferir en la libertad de nuestra sección de informativos.
La directora general frunció el ceño y apretó los labios, pero su silencio demostraba que había entendido el argumento de Chippingham.
– Bueno -dijo al fin-, pero que sea breve.
– Por supuesto, sería así en cualquier caso. No es noticia para un reportaje largo.
– Y no quiero que ningún reportero listillo insinúe que Theo conocía la ilegalidad del asunto cuando él ha declarado lo contrario.
– Lo único que puedo prometer -dijo Chippingham- es que cualquier cosa que hagamos será justa. Yo me encargaré personalmente de ello.
Margot no hizo comentario alguno, y cogió un folio de su mesa.
– Has venido hasta aquí en una limusina con chófer.
– Pues sí -repuso Chippingham, desconcertado.
El coche con chófer era uno de los privilegios de su cargo, pero el hecho de que le espiaran -cosa que había sucedido, evidentemente- era una experiencia nueva e inquietante.
– En el futuro, coges un taxi. Es lo que hago yo. Tú puedes hacer lo mismo. Y otra cosa más. -Le dedicó una mirada de acero-: El presupuesto de la sección de informativos debe recortarse en un veinte por ciento inmediatamente. Mañana recibirás notificación oficial al respecto. E «inmediatamente» significa exactamente eso. Dentro de una semana quiero un informe detallado de las partidas que se van a recortar.
Chippingham se quedó tan aturdido que apenas logró articular una despedida de compromiso.
La noticia sobre Theodore Elliott y su declaración de renta se dio en el boletín nacional de últimas noticias de la CBA, sin poner en tela de juicio la declaración de inocencia del presidente de Globanic Industries. Una semana más tarde, un realizador de la Herradura observaba:
– Si hubiera sido un político, habríamos descargado nuestro escepticismo sobre él y luego le habríamos arrancado la piel a tiras. Y en cambio, ni siquiera hemos realizado una investigación complementaria.
De hecho, se consideró la posibilidad de hacer un seguimiento; había suficiente material. Pero durante una discusión en la Herradura en la que participó el propio director de la CBA-News se decidió que ese día había otras noticias más importantes, así que el proyecto no se llevó adelante. Fue una determinación muy suticlass="underline" pocos reconocieron que se trataba de una manipulación.
La cuestión de recortar el presupuesto ya era otra cosa. Era un tema en que todas las emisoras eran vulnerables respecto a sus conquistadores y todo el mundo lo sabía, incluso Leslie Chippingham. Las divisiones de informativos, en particular, habían engordado mucho, estaban sobrecargadas de personal y a punto para la poda.
Cuando le tocó el turno a la CBA-News -como consecuencia del recorte presupuestario-, el proceso fue doloroso, sobre todo porque más de doscientos empleados perdieron su puesto de trabajo.
Los despidos produjeron reacciones airadas por parte de los perjudicados y sus amigos. La prensa encontró un filón: los periódicos describieron las historias de interés humano, dando un enfoque parcial de las víctimas de la campaña de ahorro. Aunque los editores de prensa también realizaban ese tipo de recortes con relativa frecuencia.
Un grupo de profesionales de la CBA-News que poseía contratos indefinidos con la empresa envió una carta de protesta al New York Times. Lo firmaban, entre otros, Crawford Sloane, cuatro corresponsales veteranos y varios realizadores. El texto lamentaba que entre los despidos se encontraran corresponsales veteranos que habían trabajado para la CBA-News durante la mayor parte de su carrera. También señalaba que a nivel global, la CBA no tenía dificultades económicas y que los beneficios de la emisora no tenían nada que envidiar a los de cualquier empresa importante. La carta se publicó y fue discutida y citada en toda la nación.
La carta y la atención que se le prestó enfurecieron a Margot Lloyd-Mason. Una vez más, llamó a Leslie Chippingham.
Con el Times abierto encima de la mesa, estalló:
– Esos miserables engreídos y sobrevalorados forman parte del equipo directivo. Deberían apoyar las decisiones de la dirección en vez de minarnos publicando sus quejas.
– Dudo que ellos se consideren directivos -aventuró el director del departamento de informativos-. Primero son periodistas y lamentan la suerte de sus colegas. Y si me lo permites, Margot, yo también.
La directora general le traspasó con la mirada.
– Ya tengo bastantes problemas para que tú me vengas con esto, así que olvídate de ese rebaño de desgraciados. Ocúpate de apretar las clavijas a todos los firmantes de esa carta y de comunicarles que no toleraré más deslealtades. También puedes anunciarles que sus manejos se tendrán en cuenta a la hora de renovar el contrato. Lo cual me recuerda que los sueldos que están cobrando algunos periodistas son exorbitantes, sobre todo el de ese cabrón arrogante de Crawford Sloane.
Más tarde, Leslie Chippingham difundió una versión más suave de los comentarios de Margot, razonando que era él quien tenía que mantener la cohesión de la división de informativos, tarea que se estaba volviendo cada vez más difícil.
Las dificultades se agravaron varias semanas más tarde, cuando la señora Lloyd-Mason difundió por toda la CBA una circular interna con una nueva proposición. Pretendía crear un fondo de acción política para intervenir en Washington en nombre de la CBA. El dinero para esa fundación sería cedido «voluntariamente» por los ejecutivos de la emisora, es decir, deducido de sus salarios. Ello abarcaba al personal directivo de la división de informativos. El comunicado señalaba que la disposición era paralela a otra similar de la oficina central, Globanic Industries.