Peter Tremayne
Un acto de misericordia
Nº 8 Serie Sor Fidelma
Para Christos Pittas, cuya música siempre ha sido inspiradora pero quien, como capitán del Alcyone, guió el camino de Fidelma a La Coruña; también para Dorothy, que compartió mi viaje a Santiago de Compostela; para Moira por sus sugerencias y para David por su apoyo..
Nota histórica
Los misterios de sor Fidelma se desarrollan en los años centrales del siglo VII d. C.
Sor Fidelma no es simplemente una religiosa, otrora miembro de la comunidad de Santa Brígida de Kildare. Es además una cualificada dálaigh, o abogada de los antiguos tribunales de justicia de Irlanda. Dado que muchos lectores no estarán familiarizados con estos antecedentes, este prólogo proporcionará algunos puntos de referencia fundamentales, de manera que la historia que aquí se cuenta se comprenda sin ningún problema.
En el siglo VI d. C, Irlanda estaba compuesta por cinco reinos provinciales; de hecho, la palabra irlandesa que se emplea en la actualidad para «provincia» sigue siendo cúige, que literalmente significa «una quinta parte». Los cinco reyes provinciales -de Ulaidh (Ulster), de Connacht, de Muman (Munster) y de Laigin (Leinster)- juraron ser leales al ArdRío rey supremo, que reinaba desde Tara, en la quinta provincia «real» de Midhe (Meath), que significa «provincia central». Incluso entre estos reinos provinciales había una descentralización del poder en reinos menores y territorios gobernados por clanes.
La ley de la primogenitura, que concedía el derecho de sucesión al hijo o a la hija mayor, era un concepto desconocido en Irlanda. El parentesco, desde la del jefe del clan inferior hasta la del rey supremo, sólo era hereditario en parte ya que, sobre todo, tenían un carácter electoral. Cada gobernante era elegido por el derbhfine de su familia, un mínimo de tres generaciones reunidas en cónclave. Si un gobernante no buscaba el bienestar del pueblo, se le acusaba de no desempeñar debidamente sus funciones y era destituido del cargo. Así pues, el sistema monárquico de la antigua Irlanda tenía más cosas en común con la república actual que con las monarquías feudales de la Europa medieval.
En el siglo VII d. C, Irlanda se regía por un sistema de leyes sofisticadas, conocidas como las Leyes de los Fénechas (cultivadores de la tierra), que a la larga se conocerían popularmente como las Leyes Brehon, a raíz de la palabra breitheamh, juez. Según la tradición, estas leyes se promulgaron por primera vez en el año 714 a. C. por orden del rey supremo Ollamh Fódhla. Sin embargo, en 438 d. C. el rey supremo Laoghaire nombró una comisión de nueve eruditos para estudiar, revisar y verter las leyes a la nueva escritura en caracteres latinos. Una de aquellas personas fue Patricio, el que luego se convertiría en santo patrón de Irlanda. Tres años después, la comisión ya tenía un texto escrito de las leyes, la primera codificación que se conoce.
Los primeros textos íntegros de las antiguas leyes de Irlanda que han sobrevivido se conservan en un manuscrito del siglo XI. La administración colonial de Inglaterra en Irlanda no suprimió el uso del sistema de Leyes Brehon hasta el siglo XVII, cuando poseer siquiera una copia de los libros de la ley se castigaba a menudo con la pena de muerte o con la deportación.
El sistema legal no era estático, ya que cada tres años, en el Féis Teamhrach (Festival de Tara) abogados y administradores se reunían para analizar y revisar las leyes a la vista de una sociedad cambiante y de sus necesidades.
Bajo estas leyes, las mujeres ocupaban un lugar excepcional. Las leyes irlandesas concedían más derechos y protección a las mujeres que cualquier otro código legal occidental de aquella época, o de los que se les han concedido desde entonces. Las mujeres podían aspirar -y aspiraban- a cualquier cargo y profesión en igualdad de condiciones con los hombres. Podían ser dirigentes políticas, podían estar al mando de su pueblo en combate como guerreras, podían ser médicos, podían ser jueces locales, poetas, artesanas, abogadas y magistradas. En la actualidad conocemos muchos nombres de mujeres magistradas de la época de Fidelma: Bríg Briugaid, Áine Ingine Iugaire, o Darí, entre tantos otros. Por ejemplo, Darí no solamente fue juez, sino autora de un célebre texto jurídico, redactado en el siglo VI d. C. Las leyes protegían a las mujeres del acoso sexual, de la discriminación, de la violación; tenían derecho a divorciarse de sus maridos en igualdad de condiciones gracias a leyes de separación equitativas, y podían exigir parte de la propiedad de éstos como un acuerdo de divorcio; tenían derecho a poseer y heredar tierras y propiedades, así como a un subsidio por enfermedad. Desde la óptica actual, las Leyes Brehon bien podrían ser un ideal para las feministas.
Este contexto, así como la marcada diferencia de Irlanda con sus vecinos, debe tenerse en cuenta para comprender la función de Fidelma en los hechos que se relatan.
Fidelma nació en Cashel, capital del reino de Muman (Munster), en el suroeste de Irlanda, en el año 636 d. C. Fue la hija menor de Faílbe Fland, el rey, que falleció un año después de nacer su hija, por lo que fue criada bajo el consejo de un primo lejano, el abad Laisran de Durrow. Cuando Fidelma cumplió la «edad de elegir» (catorce años), ingresó en la escuela barda del brehon Morann de Tara, como era costumbre entre muchas jóvenes de su edad. Tras ocho años de estudio, Fidelma obtuvo el título de anruth, solamente un grado por debajo del título superior que se otorgaba antiguamente tanto en las universidades bardas como en las universidades eclesiásticas de Irlanda. El título de mayor grado era el de ollamh, palabra que todavía hoy se emplea en irlandés moderno para «profesor». Fidelma estudió derecho y, en concreto, el código penal del Senchus Mór, como en el código civil del Leabhar Acaill. Por tanto, obtuvo el título de dálaigh o abogada de los tribunales.
Sus funciones podrían equipararse a las de juez suplente de un distrito, cuya labor consiste en recopilar y evaluar las pruebas con independencia de la policía, a fin de averiguar si una acusación tiene fundamento o no. La denominación de «juez de instrucción» encierra una función similar.
En aquella época, buena parte de las clases profesionales e intelectuales eran miembros de las nuevas órdenes religiosas cristianas, del mismo modo que, en siglos anteriores, los profesionales e intelectuales eran los druidas. Fidelma ingresó en la orden religiosa de Kildare, fundada a finales del siglo V d. C. por santa Brígida.
Si el siglo VII d. C. ha sido considerado en Occidente como parte de la Edad de las tinieblas, para Irlanda fue una «Edad de Oro». Estudiantes de todas partes de Europa acudían a las universidades irlandesas para formarse, incluso los hijos de los reyes anglosajones acudían a ellas. Hay constancia de que, en la universidad de Durrow, había al menos dieciocho naciones de aquella época representadas entre los estudiantes. Al mismo tiempo, misioneras y misioneros irlandeses partían a ultramar para reconvertir al cristianismo a una Europa pagana, construyeron iglesias y fundaron monasterios y centros de estudio por todo el continente hasta Kiev (Ucrania) por el este, las islas Feroe por el norte y Tarento por el sur, en Italia. Irlanda era sinónimo de alfabetización y educación.
Sin embargo, la Iglesia celta de Irlanda tenía constantes enfrentamientos con la Iglesia de Roma en cuestiones litúrgicas y rituales. La Iglesia romana inició su propia reforma en el siglo IV, cuando cambió la fecha de celebración de la Pascua de Resurrección y algunos aspectos de su liturgia. La Iglesia celta y la Iglesia ortodoxa oriental se negaron a seguir los dictados de Roma. No obstante, la Iglesia celta fue absorbida paulatinamente por Roma entre los siglos IX y XI, mientras que las iglesias ortodoxas orientales conservaron su independencia. Durante la época de Fidelma, este conflicto era un motivo de preocupación para la Iglesia celta de Irlanda.