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Dominó su curiosidad, pues quería ver salir del puerto el barco de Murchad. Permaneció un momento sorbiendo el refresco y contemplando al Barnacla Cariblanca, que ya se alejaba en el estuario, al que los lugareños llamaban ría. Al fin, desapareció tras el cabo. Era agradable disfrutar del calor del sol. Sin embargo, la envolvía de nuevo una tremenda sensación de soledad. Se paró a analizar sus sentimientos. ¿Era esa la palabra que mejor definía aquella emoción? Prefería estar sola que mal acompañada; desde luego, no quería estar en presencia de Cian nunca más. No obstante, algo bueno había sacado en claro y se alegraba de haberse encontrado con él.

Durante todos esos años Cian había sido como una espina clavada, pues no había olvidado la angustia y las tormentosas pasiones de juventud. Ahora, a la edad adulta, ya madura y experta, se le había concedido un encuentro con Cian y, bajo la perspectiva de esa madurez, había analizado y comprendido lo irracional de la agridulce intensidad del amor joven. Ya no tenía ningún reparo en despedirse de Cian para siempre y reconocer que formaba parte del pasado. Entendía lo ocurrido como una experiencia enriquecedora y no como un lastre que habría de cargar el resto de su vida.

Sin saber por qué, Eadulf le vino al pensamiento; fue algo tan inopinado que hasta dio un respingo y agitó la bebida que sostenía con mano trémula.

¡Eadulf! Se dio cuenta de que su amigo había sido una presencia constante durante todo el viaje, como una brizna etérea en el camino.

¿Por qué acudieron a su mente las palabras de Publio Siro, uno de sus autores de máximas predilectos?

Amare el sapere vix deo conceditur.

Hasta para un dios es difícil amar y ser sabio a un tiempo.

De pronto recordó el papel de vitela doblado. Lo cogió y lo desplegó. Sus ojos se abrieron, estupefactos. Era una nota de su hermano Colgú, enviada desde Cashel el día después de que ella zarpara desde Ardmore. Mientras asimilaba las escasas palabras que contenía, el asombro le heló la sangre y luego la invadió un pánico que jamás había experimentado. El mensaje era conciso:

«¡Regresa cuanto antes! ¡Han acusado a Eadulf de asesinato!»

Peter Tremayne

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