– Cuando quieras-. Una sonrisa curvó su boca sensual y le pasó el bolso-. Fierecilla.
Capítulo Tres
Delaney cerró la cremallera de su maleta y miró alrededor de su dormitorio por última vez. Nada se había alterado desde el día en que ella se fue diez años atrás. El papel rosa de la pared, las cortinas con lazos y su colección de música estaban exactamente igual que los había dejado. Incluso las fotos que había pegado por vanidad en el espejo eran las mismas. Habían mantenido sus cosas esperando que volviera, pero en vez de sentir que le daban la bienvenida, hacían que se sintiera oprimida. Era como si las paredes se le cayeran encima. Tenía que salir de allí.
Ahora lo único que le faltaba era escuchar el testamento y, claro está, decirle a su madre que se iba. Gwen haría lo que pudiera para hacer que Delaney se sintiera culpable, y Delaney no esperaba el enfrentamiento precisamente con ansia.
Dejó la habitación y bajó las escaleras hacia el despacho de Henry para oír la lectura del testamento. Se había vestido para estar cómoda con un vestido sin mangas y una suave camiseta azul de algodón, y había metido sus pies en un par de sandalias con plataforma que se podía sacar con facilidad en el largo viaje en coche que le esperaba.
En la entrada del despacho, un antiguo amigo de Henry, Frank Stuart, la saludó como si fuera uno de los porteros del Ritz-Carlton-. Buenos días, Señorita Shaw – dijo mientras entraba en la habitación. Max Harrison, el abogado de Henry, estaba sentado detrás del robusto escritorio y levantó la mirada cuando Delaney entró. Lo saludó con la mano e intercambió con él unas palabras antes de tomar asiento al lado de su madre en la primera fila.
– ¿Quién falta aquí?- preguntó, refiriéndose a la silla vacía que había a su lado.
– Nick-. Gwen suspiró manoseando las tres vueltas de su collar de perlas-. Aunque no puedo ni imaginarme lo que le habrá dejado Henry en el testamento. Trató de acercarse muchas veces a él estos últimos años, pero Nick le arrojó a la cara cada uno de sus intentos.
Así que Henry había intentado una conciliación. La verdad es no estaba demasiado sorprendida. Siempre había asumido que desde que Henry se convenciera de que no lograría concebir un heredero legítimo con Gwen, fijaría su atención en el hijo que siempre había ignorado.
Menos de un minuto más tarde, Nick entró en la habitación, logrando parecer casi respetable con un pantalón de pana gris carbón y una camisa de seda con listas del mismo color de sus ojos. A diferencia de cómo iba vestido en el entierro, esta vez se había arreglado para la ocasión. Su pelo estaba peinado hacia atrás y había dejado el pendiente en casa. Su mirada recorrió la habitación, luego tomó asiento al lado de Delaney. Ella lo miró por el rabillo del ojo, pero él se quedó mirando fijamente al frente, los pies separados y las manos descansando sobre sus muslos. El aroma limpio de su aftershave llegó a su nariz. No le había hablado desde que la había llamado “Fierecilla” la noche anterior. Lo había ignorado hasta que llegaron a la casa de su madre, sintiendo la misma humillación que la había sobrecogido años atrás. No tenía intención de hablar ahora con semejante imbécil.
– Gracias a todos por asistir – saludó Max, reclamando la atención de Delaney-. Para ahorrar tiempo, me gustaría que guardarais todas las preguntas para cuando acabe la lectura-. Se despejó la garganta, cuadró los documentos delante de él, y comenzó a decir con su voz de abogado refinado, -Yo, Henry Shaw, de Truly, domiciliado de Valley County, estado de Idaho, hago y declaro este documento como mi Última Voluntad y Testamento, revocando por este medio todas las Voluntades y Codicillos anteriores.
– “Articulo I: Nombro y designo a mi amigo en el que confió Frank Stuart como interventor de ésta mi última voluntad. Y declaro que ningún otro interventor o beneficiario del testamento estará capacitado para requerir la anulación de cualquier cláusula de su competencia…”
Delaney miró un punto detrás de la cabeza de Max y escuchó a medias mientras leía la exposición del testamento. No le preocupaban lo más mínimo los derechos del interventor. Su mente estaba llena de preocupaciones más importantes, con su madre sentada a un lado y Nick al otro. Los dos se odiaban intensamente. Siempre lo habían hecho, y la tensión que llenaba la habitación era casi tangible.
El hombro de Nick rozó el de Delaney cuando colocó los codos en los reposabrazos de su silla. Su polo acarició su piel desnuda, por un momento. Delaney se obligó a permanecer perfectamente quieta, como si el toque no hubiera ocurrido, como si no hubiera sentido la suave textura de la manga en su piel.
Max procedió a exponer la parte del testamento en la que se refería a sus más antiguos empleados y sus hermanos del Moose Lodge. Luego hizo una pausa y Delaney volvió a fijar la mirada en él. Ella le miró mientras pasaba cuidadosamente la página antes de continuar-. “Artículo III: (A) Cedo y dejo en herencia la mitad de mi bienes tangibles y la mitad de mi hacienda, y no de ninguna otra manera que de la dispuesta más abajo, y añado, por consiguiente, cualquier póliza de seguro no expirada, a mi esposa, Gwen Shaw. Gwen fue una esposa excelente, y la amé profundamente.
– “(B) A mi hija, Delaney Shaw, cedo y dejo en herencia el resto de mi bienes tangibles y el resto de mi hacienda, y no de ninguna otra manera que de la dispuesta más abajo, con la condición que resida dentro de los límites estrictos de Truly, Idaho, sin salir, durante un período de un año a fin de que pueda ocuparse de su madre. El año comenzará a contar a la lectura de este testamento. Si Delaney rehúsa cumplir las condiciones aquí expuestas, entonces las propiedades referidas en este Articulo III (B) pasarán a mi hijo, Nick Allegrezza.”
– ¿Qué significa todo eso?- interrumpió Delaney. Que su madre la sujetara por el brazo fue lo único que impidió que se pusiera en pie de un salto.
Max la miró, luego devolvió la mirada al documento que había en el escritorio delante de él-. “(C) Cedo a mi hijo, Nick Allegrezza, las propiedades conocidas como Angel Beach y Silver Creek, para que haga con ellas lo que desee, las recibirá siempre y cuando no mantenga relaciones sexuales con Delaney Shaw durante un año. Si Nick rehúsa, o contraviene mis deseos en relación a esta estipulación, la propiedad de arriba revertirá en Delaney Shaw.”
Delaney se sentó rígidamente en su silla, sintiendo que había sido atravesada por una corriente eléctrica. El calor sonrojó su cara y sintió como su corazón se detenía. La voz de Max continuó durante algún tiempo más, pero Delaney estaba demasiado confundida para oír. Eran demasiadas cosas para asimilarlas a la vez, y no entendía nada de lo que habían leído. Con excepción de la última parte prohibiendo a Nick “que mantuviera relaciones sexuales con ella”. Esa parte había sido un golpe directo para ambos. Un recordatorio del pasado cuando Nick la había usado para vengarse de Henry, y ella le había rogado que lo hiciera. Aun después de su muerte, Henry no había acabado de castigarla. Estaba tan avergonzada que quiso morir. Se preguntó qué pensaría Nick, pero estaba demasiado asustada para mirarle.
El abogado terminó y levantó la vista del testamento. El silencio llenaba el despacho, y nadie habló durante unos largos momentos, hasta que Gwen expresó la pregunta que estaba en la mente de todos.
– ¿Y todas estas estipulaciones son legales?
– Sí – contestó Max.
– ¿Entonces, recibo la mitad de la herencia sin ningún tipo de condiciones, incluso aunque Delaney herede, y se quede en Truly durante un año?
– Correcto.
– Eso es ridículo, – se mofó Delaney, intentando olvidarse de Nick lo mejor posible y concentrándose en su parte-. Estamos en los noventa. Henry no puede jugar a ser Dios. Esto no puede ser legal.