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– Te aseguro que lo es. Para heredar, debes estar de acuerdo con las condiciones expresadas en el testamento.

– Ni lo pienses-. Delaney se levantó. Sus maletas estaban listas. No estaba dispuesta a que Henry la controlara desde la tumba-. Le doy mi parte a mi madre.

– No puedes. La herencia tiene sus condiciones. Recibes tu parte con la condición de que residas en Truly durante un año. La hacienda será manejada hasta después de ese período. En resumen, no le puedes dar a tu madre lo que no tienes. Y si decides rechazar las condiciones del testamento, entonces tu parte de los bienes revertirá en Nick, no en Gwen.

Y si Delaney hiciera eso, entonces su madre la mataría. Pero a Delaney no le importaba. No iba a vender su alma por su madre-. ¿Qué pasa si trato de impugnar el testamento?- preguntó súbitamente desesperada.

– No puedes impugnar el testamento simplemente porqué no te guste. Tienes que tener una base sólida, como fraude o falta de aptitud mental.

– Bueno, ahí lo tienes-. Delaney levantó las manos, mostrando las palmas-. Obviamente, Henry estaba desquiciado.

– Mucho me temo que el tribunal mantendría una posición diferente. Tendría que ser demostrado contra toda duda, y no es así. Puede ser considerado caprichoso, pero cumple todos los requisitos de la ley. El hecho es que, Delaney, tu porción de la hacienda se estima en casi tres millones de dólares. Henry te ha hecho una joven muy rica. Todo lo que tienes que hacer es residir en Truly durante un año, y a ningún tribunal le va a parecer una condición imposible de cumplir. Puedes aceptar o negarte. Es así de simple.

Delaney se recostó en la silla, con la respiración entrecortada. Tres millones. Ella había asumido que hablaban de muchos miles.

– Si estás de acuerdo con las condiciones, entonces -continuó Max, – se te proveerá una mensualidad para tus necesidades.

– ¿Cuándo hizo Henry este testamento?- quiso saber Gwen.

– Hace dos meses.

Gwen inclinó la cabeza como si eso lo explicara todo, pero no lo hacía. No para Delaney.

– ¿Tienes alguna pregunta, Nick?- preguntó Max.

– Sí. ¿Follar constituye una relación sexual?

– ¡Oh, Dios Mío!- Gwen se quedó sin aliento.

Delaney cerró sus manos en puños y volvió su mirada hacia él. El gris de sus ojos quemaba de furia, y la cólera afinaba sus labios. Bueno, eso estaba bien; Ella también estaba furiosa. Se miraron fijamente el uno al otro como dos combatientes dispuestos a pelear-. Tú-dijo ella, levantando la barbilla y mirándole como si fuera una mierda que tenía que quitar de los zapatos – eres el demonio.

– ¿Y que pasa con el sexo oral?- preguntó Nick que continuaba con la mirada fija en Delaney.

– Esto…Nick, – Max habló con tensión-. No creo que nosotros…

– Creo que sí, -interrumpió Nick-. A Henry obviamente le concernía. Estaba tan preocupado que lo incluyó en su testamento-. Devolvió su dura mirada hacia el abogado-. Creo que necesitamos saber las reglas exactas para que no haya ningún tipo de confusión.

– No estoy confundida – dijo Delaney.

– Por ejemplo -continuó Nick como si ella no hubiera hablado-. Nunca he considerado una función de una sola noche una relación. Sólo dos cuerpos desnudos restregándose uno contra otro, sudando y pasando un buen rato. Por la mañana te despiertas solo. Ninguna promesa que tengas intención de cumplir. Ningún compromiso. Ninguna mirada a nadie en el desayuno. Sólo sexo.

Max se aclaró la garganta-. Creo que lo Henry quería era que no hubiera ningún tipo de contacto sexual.

– ¿Y cómo lo sabreis?

Delaney lo miró-. Es fácil. No tendría relaciones sexuales contigo ni aunque me fuese la vida en ello.

Él la miró y levantó una ceja con escepticismo.

– Bueno -interpuso Max, – como interventor, es deber de Frank Stuart ver si las condiciones están siendo cumplidas.

Nick fijó su atención en el interventor, que se levantó en la parte de atrás de la habitación-. ¿Vas a espiarme, Frank? ¿A mirar a hurtadillas por mis ventanas?

– No, Nick. Creeré tu palabra si estás de acuerdo con las condiciones del testamento.

– No sé, Frank -dijo y volvió su mirada a Delaney otra vez. Sus ojos permanecieron mucho tiempo en su boca antes de bajar por su garganta hacia su pecho-. Ella es preciosa. ¿Qué pasa si simplemente no puedo controlarme?

– ¡Basta ya!- Gwen se levantó y señaló a Nick-. Si Henry estuviera aquí, no te comportarías así. Si Henry estuviera aquí, tendrías más respeto.

Él miró a Gwen mientras se ponía de pie-. Si Henry estuviera aquí, entonces le patearía el culo.

– ¡Era tu padre!

– No fue nada más que un donante de esperma -se mofó dirigiéndose a la puerta y asestó su último golpe de gracia antes de salir-. Y desgraciadamente para todos nosotros dio en el blanco -dijo, dejando tras él un silencio aturdido.

– Nick lo hace todo más desagradable -dijo Gwen después de que oyeran cerrarse la puerta principal-. Henry trató de reconciliarse, pero Nick lo rechazó todo el tiempo. Creo que es porque siempre ha estado celoso de Delaney. Su comportamiento aquí hoy lo prueba, ¿no creéis?

La cabeza de Delaney comenzó a latir-. No lo sé-. Se llevó las manos a la mejilla-. Nunca he sabido porque hace Nick lo que hace-. Nick siempre había sido un misterio para ella, incluso cuando eran niños. Siempre había sido imprevisible y nunca había fingido entender porqué se comportaba como lo hacía. Un día actuaba como si apenas pudiera tolerar su presencia en el pueblo, y al día siguiente le decía algo agradable, o hacía que los otros niños dejaran de meterse con ella. Y cuando llegaba a un punto en el que ella comenzaba a pensar que era simpático, la sorprendía, dejándola estupefacta y con la boca abierta. Como hoy, o como el día que le había dado con una bola de nieve entre los ojos. Ella estaba en tercer grado, esperando delante de la escuela a que su madre pasara a recogerla. Recordaba estar a un lado de donde Nick y un grupo de amigos suyos construían un fuerte de nieve con una bandera. Recordaba cómo su grueso pelo negro y su piel aceituna contrastaba contra toda esa nieve blanca. Llevaba puesto un suéter azul marino de lana con parches de cuero en los hombros, y sus mejillas estaban rojas por el frío. Ella le había sonreído, y él le había lanzado una bola de nieve y prácticamente la había dejado inconsciente. Había tenido que ir a la escuela con los dos ojos morados, que pasaron por el verde y el amarillo antes de desvanecerse completamente.

– ¿Qué pasa ahora?- preguntó Gwen, arrancando a Delaney del pasado y Nick.

– Si nadie impugna el testamento, podremos iniciar los trámites enseguida-. Max miró a Delaney-. ¿Vas a impugnar el testamento?

– ¿Con qué fin? Me has hecho ver que la intención de Henry hacia mí era que tomara o dejara sus condiciones.

– Eso es cierto.

Debería haber sabido que Henry pondría condiciones en su última voluntad. Debería haber sabido que trataría de hacer que ella asumiera el control, pero al mismo tiempo controlándola a ella y a todos los demás desde la tumba. Ahora todo lo que tenía que hacer era una elección. O el dinero o su alma. Media hora atrás habría dicho que su alma no estaba en venta, pero eso había sido antes de que hubiera oído el precio. Media hora antes todo había estado muy claro. Ahora repentinamente la línea era borrosa, y no sabía qué más pensar.

– ¿Puedo vender las propiedades que me deja Henry?

– Tan pronto como te pertenezcan legalmente.

Tres millones de dólares a cambio de un año de su vida. Luego, podría ir dondequiera que quisiera. Desde que había dejado Truly hacía diez años, nunca había permanecido en un lugar más que unos pocos años. Siempre se sentía inquieta y con los nervios a flor de piel por permanecer en un lugar mucho tiempo. Cuando la urgencia de mudarse aparecía, siempre le hacía caso a la primera señal. Con todo ese dinero, podría ir donde quisiera. Hacer lo que se le antojara, y tal vez encontrar un lugar que pudiera llamar hogar.