El viejo edificio de los Juzgados estaba ubicado al lado de la Comisaría de Policía y del edificio de Servicios Forestales. Tres iglesias competían por las almas: mormones, católicos, y protestantes. El nuevo hospital había sido edificado al lado de la Escuela de Primaria y Secundaria, pero el establecimiento más célebre del pueblo, el Bar de Mort, estaba en la parte más antigua de Truly, en la calle principal, entre Value Hardware y Panda Restaurant.
Mort era más que un lugar para emborracharse. Era una institución, famosa por las cabezas de venados con grandes cornamentas. Ciervos, alces, antílopes decoraban la pared por encima de la barra, sus magnificas cornamentas estaban adornadas con bragas brillantes. Bikinis. Pequeños calzoncillos. Tangas. De todos los colores, todos firmados y fechados por el borracho que los había donado. Hacía unos años, el dueño habían añadido un conejilope [13] al lado del alce, pero ninguna mujer respetable, ningún borracho, quería su ropa interior colgando de los cuernos de algo tan tonto como un conejilope. La cabeza había sido rápidamente trasladada a la trastienda como adorno para la máquina del millón.
Delaney nunca había estado en Mort. Era demasiado joven hacía diez años. Ahora mientras tomaba un margarita en uno de los reservados, admiró las atracciones. Excepto por la pared de encima de la barra, el Bar de Mort era como montones de bares de montones de pueblos pequeños. Las luces eran oscuras, la máquina de música tocaba constantemente, y el olor de tabaco y de cerveza invadía todo. Vestida informalmente, Delaney se encontraba perfectamente en su elemento con un par de pantalones vaqueros y una camiseta de Mossimo.
– ¿Alguna vez pusiste ahí tu ropa interior?- preguntó a Lisa, que se sentaba a su lado en el asiento azul de vinilo. A los pocos minutos de reunirse con su vieja amiga, las dos habían establecido fácilmente la conversación, como si nunca se hubieran separado.
– No, que yo recuerde, – contestó y sus ojos verdes brillaron con humor. La sonrisa fácil de Lisa y la risa habían sido lo que las había unido en cuarto grado. Lisa era despreocupada, su pelo oscuro siempre recogido en una cola de caballo medio deshecha. Delaney era más preocupada, su cabello rubio perfectamente cuidado. Lisa había sido un espíritu libre. Delaney había sido un espíritu que anhelaba ser libre. Amaban la misma música y las mismas películas, y les había gustado discutir como hermanas durante horas. Cada una de ellas había equilibrado a la otra.
Después de que Lisa hubiera obtenido el bachillerato, y su titulación en diseño interior. Había vivido en Boise durante ocho años, trabajando en una firma de diseño donde había hecho todo el trabajo y no había recibido ningún reconocimiento. Hacía dos años que lo había dejado y había regresado a Truly. Ahora, gracias a ordenadores y módems, llevaba una empresa de decoración desde su casa.
La mirada de Delaney examinó la bonita cara de su amiga y su descuidada cola de caballo. Lisa era lista y atractiva, pero Delaney le mejoraría el pelo. Si ella permaneciera en el pueblo más tiempo, cogería a su amiga y le cortaría el pelo para destacarle los ojos, y tal vez le pusiera unas mechas más claras alrededor de la cara.
– Tu madre me dijo que eres una artista del maquillaje en Scottsdale. Dijo que tenías clientes muy célebres.
Delaney no estaba sorprendida por el embellecimiento de la verdad que había hecho su madre y tomó un sorbo de su margarita. Gwen odiaba el trabajo de Delaney, quizá porque hacía que su madre se acordara de su vida antes de casarse con Henry, la vida de la que Delaney nunca había podido hablar, cuándo Gwen peinaba a las bailarinas de striptease de Las Vegas. Pero Delaney no era como su madre. Le gustaba trabajar en salones de belleza. Le había llevado años descubrirlo. Amaba las sensaciones táctiles, el olor de Paul Mitchell [14] y la satisfacción de un cliente contento. Y no le dolía que embelleciera la realidad porque era muy buena en lo suyo-. Soy estilista en una peluquería de Scottsdale, pero vivo en Phoenix, -dijo y se lamió la sal de su labio superior-. Me gusta a horrores, pero mi madre se avergüenza de lo que hago para ganarme la vida. Por como se comporta, uno pensaría que soy prostituta o algo por el estilo-. Se encogió de hombros-. No maquillo porque lleva mucho tiempo, pero le corté el pelo a Ed McMahon una vez.
– ¿Eres peluquera?- se rió Lisa-. Esto es demasiado bueno. Helen Markham tiene una peluquería encima del Fireweed Lane.
– ¿Estás bromeando? Vi a Helen ayer. Su pelo me parece penoso.
– No dije que fuera buena.
– Bueno, yo si lo soy – dijo Delaney, habiendo encontrado algo por fin en lo que ella era mejor que su vieja rival.
Una camarera llegó y colocó dos margaritas más en la mesa-. De ese caballero de allí – dijo la mujer señalando hacia la barra, – os invita a otra ronda.
Delaney miró al hombre que reconoció como uno de los amigos de Henry-. Dale las gracias – dijo ella y observó como la camarera se iba. No habían pagado ni una bebida desde que habían pisado el Mort. Hombres que vagamente recordaba de su juventud suministraban continuamente su mesa. Estaban en la tercera, y si no tenía cuidado, acabaría pronto como una cuba.
– ¿Recuerdas cuándo pillaste a Helen y Tommy en el asiento trasero del Vista Cruiser de su madre?- preguntó Lisa que comenzaba a tener la mirada vidriosa.
– Por supuesto que me acuerdo. Me había dicho que iba al autocine con algunos amigos-. Cogió el vaso y vació la tercera parte-. Quise darle una sorpresa, y vaya si lo hice.
Lisa se rió y tomó su bebida-. Fue tan gracioso.
La risa de Delaney se unió a la de su amiga-. Sin embargo, no en ese momento. Tenía que ser Helen Schnupp, de todas las chicas, la que me robara mi primer novio.
– Bueno, pero te hizo un favor. Tommy se ha convertido en un vago redomado. Sólo trabaja el tiempo suficiente como para que le paguen el paro. Tienen dos niños, y Helen les mantiene la mayoría del tiempo.
– ¿Cómo está?- preguntó Delaney, yendo al grano.
– Todavía está bastante bueno.
– Joder-. Había tenido la esperanza de que por lo menos le dijera que tenía unas grandes entradas-. ¿Cómo se llamaba aquel amigo de Tommy? ¿Te acuerdas? El que siempre llevaba esa gorra de béisbol de John Deere, por el que estuviste colgada.
Un ceño frunció las cejas de Lisa-. Jim Bushyhead.
Delaney chasqueó sus dedos-. Ese mismo. Saliste varias veces con él, pero se deshizo de ti por esa chica con bigote y grandes tetas.
– Tina Uberanga. Ella era vasca e italiana… Pobrecito.
– Recuerdo que estuviste colgada por él mucho tiempo después de que él pasara de ti.
– No, no lo estaba.
– Sí, lo estabas. Teníamos que pasar por delante de su casa cinco veces como mínimo al día.
– De ninguna manera.
Dos bebidas más aparecieron, pagadas por otro de los amigos de Henry. Delaney dio las gracias y volvió la atención a su amiga. Siguieron poniéndose al día sobre una corriente continua de margaritas. A las nueve y media Delaney le echó una mirada a su reloj. Había perdido la cuenta de sus bebidas, y sus mejillas comenzaban a estar totalmente entumecidas-. Supongo que Truly no tiene servicio de taxis aún-. Si ella dejaba de beber ahora, tendría casi tres horas para despabilarse antes de que el bar cerrara y tuviera que conducir a casa.
– No. Finalmente tenemos una gasolinera con un pequeño supermercado. Pero cierra a las once – señaló con el dedo a Delaney y dijo, – No sabes lo afortunada que eres de vivir en una ciudad con un Circle K [15]. No puedes conseguir una caja de Ding Dongs [16] o un burrito a las dos en la mañana por aquí.
[13] No tengo ni idea de a que animal se refiere, una especie de conejo gigante con cuernos como los antílopes y que salta como los canguros, incluso en el DVD de “Los Increíbles” viene un corto sobre uno de esos animalitos, pero yo no he visto nunca este bicho. (N de T)