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Sin rechazar todo lo que es humano, en tiempos que acaban de convertirse en pasado, un ser humano no podría haber soportado la inhumanidad del asalto del antiguo régimen sobre el cuerpo y el alma, sus palizas e interrogatorios, mutilaciones y asesinatos, o su propia necesidad de colocar bombas en las ciudades y matar en emboscadas guerrilleras. ¿Es eso lo que este texto está diciéndole a Harald? ¿Qué pasa, después, con ese rechazo de todo lo humano que se ha aprendido con tanto dolor, con una desesperación tan lacerante y apasionada, con un cultivo deliberado de la insensibilidad cruel, la duda entre soportar los golpes infligidos o infligirlos a los demás? ¿Eso es lo que perdura más allá de su tiempo, vagando a tientas? No sólo los incendios en las cabañas y los asesinatos de los rivales políticos atávicos en una parte del país, sino también los asaltantes que arrebatan la vida al mismo tiempo que las llaves del vehículo, los taxistas que matan a sus rivales para controlar las tarifas, y lo que autoriza a un joven a coger un arma que está a mano y disparar a la cabeza de un amante (amante de una amante, en nombre de Dios, qué cosas); un joven que ni siquiera estaba sujeto a las necesidades de esa revolución, ni sufría los golpes infligidos sobre él, ni tampoco infligía sufrimiento a los demás, al igual que, con la connivencia de sus padres, nunca fue empujado al conflicto más allá de los campos de entrenamiento donde el blanco era un muñeco. La violencia profana la libertad, eso es lo que dice el texto. Eso es lo que el país está haciéndose a sí mismo; Harald se reconoce como parte de eso, no como afirmación de que lo que ha hecho su hijo blanco puede excusarse dentro de un fenómeno colectivo, una aberración contagiada por aquellos en los que eso mutó como resultado del sufrimiento, sino porque la violencia es el infierno común a todos los que están asociados a ella.

Conseguir que le den la bola.

Esta expresión tan vulgar procedente de la fraternidad criminal era la adecuada para la determinación con que estaban comprometidos: sí, como fuera, con las artimañas necesarias. Desde que Harald leía en voz alta a Claudia las noticias sobre juicios que nunca habían mirado, ya que no habían tenido nunca interés por experimentar sensaciones ajenas, eran conscientes de cómo los intersticios de la ley, las interpretaciones abstrusas del texto de la ley salvaban acusados que en todos los demás aspectos eran indudablemente culpables. Les daban la bola.

Mientras que antes Claudia acudía con desgana a las citas en el bufete del abogado, ahora ella y Harald acosaban a Hamilton Motsamai para que les dedicara un poco de tiempo. Lo que querían de él era astucia, un tipo especial de habilidad que un lego no podía tener y que la gente con prejuicios generalizadores que ambos acostumbraban a encontrar desagradables atribuía a los abogados que pertenecían a determinadas razas: judíos o indios, para ser exactos. ¿Un abogado negro podía tener los mismos recursos secretos? ¿Era una agudeza que se adquiría mediante la formación y la práctica legal? ¿O era algo que formaba parte de un estereotipo racial que tuvo su origen en la necesidad de estas razas concretas de encontrar medios para derrotar las leyes que los discriminaban? En ese caso, ¿por qué motivo no habría desarrollado Hamilton el instinto natural de una astucia y una habilidad salvadoras?, ¿quién mejor que él? ¿Por qué iba a suponerse que había renunciado a ello para siempre por la elevada rectitud profesional de un miembro ario de la abogacía que no había vivido nunca en el Otro Lado? ¿Estaba allí en su bufete, astutamente, bajo la mirada de las fotografías enmarcadas de su presencia entre los distinguidos colegas de Gray's Inn de Londres? Harald pensaba que sí; la manera en que había tratado a la chica, el modo en que había husmeado en sus motivaciones en la relación con su hijo le parecía una señal. Pero Claudia, en conflicto con la confianza que había entregado a aquel hombre, se preguntaba si uno de los otros, de aquellos de los que hablaban algunas personas con una admiración que era también menosprecio, no sería el abogado adecuado para utilizar cualquier medio, cualquiera, para defender a su hijo. Un judío, un indio. Aunque no lo decía, su marido lo entendía; muchas actitudes estereotipadas que rechazaban con facilidad en su vieja vida segura aparecían ahora que habían roto con los otros valores de esa época. Cuando se ha producido un asesinato, ¿qué otra cosa importa? Sólo lo que puede evitar otro. La ética de zona residencial de un médico o un ejecutivo es trivial.

Hamilton respondía con brío a la nueva actitud que percibía en ellos. Como si hubiera estado trabajándola desde el principio, ejeee… ejeee…, la honrada y decente pareja blanca procedente de un mundo ideal. No veía, o fingía no ver, que creían estar pidiéndole disimuladamente que hiciera algo, cualquier cosa poco ética (desde el punto de vista de ellos) para defender a su hijo. La ignorancia de la gente educada, tanto blanca como negra, sobre las convenciones de la ley no dejaba de sorprenderlo; probablemente, ella diría lo mismo sobre la gente y la práctica de la medicina. Todavía no entendían el ámbito que podía abarcar un destacado abogado en cuestión de tácticas de defensa. ¿De qué otro modo se podía representar a un asesino confeso?

– ¿No podrías utilizar a… cómo se llama… Julian, el que habló con nosotros, al que Duncan llamó en cuanto pudo aquella tarde? Tengo la sensación de que no le gusta la chica, ha estado presente en algunas escenas suyas que le han desagradado, cuando ella se comportaba, no sé, como una loca, provocando a Duncan de la manera que has dicho que sería importante.

– Sí, en eso baso mi argumentación. -Anima a Claudia.

– Puedes sacarle algo. Aunque me parece que es un poco reacio a hablar porque tiene una idea especial sobre el carácter confidencial de la amistad y todo eso. Lealtad a lo que sucedía en esa casa, quizá tiene miedo de que los demás se lo reprochen…

– ¡Oh!, tienes razón. He estado trabajando con él. Es un individuo retraído. Pero la cuestión está en lo que has dicho sobre la casa, sobre los que la frecuentaban o vivían allí; es cierto, le gusta llevarse bien con ellos, aunque está más ligado a Duncan, es Duncan quien le importa. Pero dudo que valga la pena citarlo como testigo.

Harald sigue pensando en el otro, Khulu.

– ¿No causa mejor impresión? Si yo fuera juez, le daría más importancia a lo que estuviera dispuesto a decir. Y es miembro de aquella casa, no es uno que trabaja con Duncan, un colega de fuera, un amigo que no estaba siempre por ahí para observar lo que pasaba, como Khulu.

– Y Khulu es homosexual. Ejeee… Conoce ese tipo de moral o como quieras llamarlo, lo que se hace y lo que no se hace, cómo viven su vida y arreglan las cosas entre ellos.

Quiero decir

Podría ser

Eso no

E]eee…

Quiero decir

Un momento

Pero si

Dejadme explicar

Se animan, es una consulta y, al mismo tiempo, un debate. Afortunadamente para estos clientes que pasan por un momento difícil, Duncan se ha convertido en un tema de discusión, ausente, presente entre ellos en la celda de su cárcel, como acostumbra suceder cuando sus padres están en el bufete.

El ayudante de fontanero y jardinero: ¿vale la pena citarlo?

¿Para qué? Puede llamarlo la acusación…

De repente, Motsamai resulta muy atractivo cuando ríe, algún personaje que guarda para otras ocasiones se escapa del protocolo, tal vez procedente de su casa, distinguido por el modo en que se recorta la breve barba, en un círculo propio de la antigua aristocracia, o tal vez resida en su dominio del otro, en la cordialidad fraternal entre colegas.

No utilizan la expresión coloquiaclass="underline" que le den la bola. Pero lo entienden todos, dentro de sus límites. Lo que le piden sus clientes es otra cosa; ellos y su abogado saben que no pueden hacer que Duncan salga libre; libre de lo que dice que ha hecho, libre de lo que lo contiene, tal como estuvo una vez contenido en el útero de su madre, oculto. Debe ser castigado, sea por la voluntad del Dios de su padre o por las leyes humanas de acuerdo con las que vive su madre. El término puede servir sólo como medio, y cualquier medio es válido para hacer que escape de lo que todavía está en la legislación del país. Su vida a cambio de una vida.