– ¿Fue Natalie James la causa de la ruptura de la relación?
– No, para nada. Sucedió antes de que ella apareciera en escena. Jespersen se cansó. Rápidamente. Le pasaba igual con todo. Por eso había vivido en tantos países. Rompió con Duncan.
– ¿Cuál fue la reacción de Duncan? ¿Tuvo la misma actitud despreocupada?
– No, en absoluto. Se sintió desilusionado. No podía entender por qué se había comprometido tanto emocionalmente para terminar rechazado.
– ¿Cómo supo usted todo esto? ¿Sólo observando?
Khulu miraba a Duncan otra vez, como si éste fuera a confirmar lo que decía.
– Habló conmigo. Yo no sabía cómo hacerle entender… estaba pasándolo mal… algunas de sus ideas eran distintas de las nuestras y, sin duda, distintas de las de Cari.
– ¿Consiguió usted consolarlo?
– Creo que conseguí que entendiera que su reacción era… cómo lo diría… un poco inapropiada; que hacer un drama, un alboroto, suponía estropear las cosas buenas que tanto le gustaban del tipo de vida que llevábamos en la finca.
– De manera que, a su parecer, ¿el incidente estaba superado?
– Bueno, se calmó.
– ¿Él y Cari Jespersen siguieron viviendo en el grupo como amigos?
– Sí. Y más tarde trajo a la chica y la instaló con él en la casita, parecía ir bien, ser lo adecuado para él. Al principio.
– ¿Por qué «al principio»? ¿Qué sucedió después? ¿A los hombres de la casa no les gustó ella?
– Todos nos llevábamos bien con Natalie, aunque Cari, cuando estaba de mal humor, soltaba siempre lo mismo sobre las mujeres: se burlaba de Duncan a sus espaldas, algunas veces, sobre lo que según él sucedía en la casita entre Duncan y ella: pensamientos sobre las mujeres en general, pero, al mismo tiempo, él, ella y Duncan, bueno, se llevaban bien, eran buenos amigos. Lo cierto es que olvidamos por completo la historia entre Duncan y él. Fue él quien encontró trabajo para ella en su empresa de publicidad, y Duncan estuvo contento de que, por fin, tuviera un trabajo que pudiera interesarle, algo adecuado; ella escribe.
– Entonces, ¿cómo es que la cosa se estropeó para Duncan?
– Ella es una persona extraña. Bueno, él ya lo sabía: ella había intentado suicidarse, está la historia esa del niño. Era capaz de ser el alma de la fiesta y de ser muy cariñosa con él y, al minuto siguiente, empezar a meterse con él, atacarlo porque, según ella, él «quería que fuera así».
– ¿Ser cómo, exactamente?
– Feliz. «Representar su vida para él»: eso es exactamente lo que ella decía siempre, por eso me acuerdo.
– ¿Se lo contó él o formaba parte del tipo de escenas que tenía lugar en la casa, delante de los demás?
– Bueno, estábamos todos allí, por allí, de manera que podíamos verlo, oírlo.
– ¿Cuál era la reacción de Duncan cuando ella lo hostigaba delante de sus amigos?
– Tenía una enorme paciencia. Como si ella fuera una persona enferma. Aunque la vida con ella era un verdadero infierno. Saltaba a la vista, un infierno. Al día siguiente, él se quedaba muy deprimido. Pero no hablaba conmigo ni con ninguno de nosotros sobre ello, como lo había hecho en relación con el asunto con Jespersen, por ejemplo.
– ¿De manera que la relación entre Natalie James y Duncan no era feliz?
– Ella lo torturaba. De verdad. Incluso intentó suicidarse otra vez, con pastillas, y él parecía creer que era culpa suya. Pero los demás veíamos que él hacía esfuerzos continuos para que ella estuviera bien. No se entendía cómo podía seguir adelante.
– ¿La quería?
El testigo miró al juez, insensible a los ojos que se fijaban en él. Khulu apeló al juez, a todos los que juzgan, divinos o humanos.
– Quién de nosotros puede decir qué significa querer.
Interpretando el personaje del samurai, cuando llegó su turno de interrogar a Dladla, el fiscal volvió su rostro al público, buscando su favor.
– «Quién puede decir qué significa querer.» Lo cierto es que podemos decir que es bien sabido qué significa ser celoso. La de los celos es la pasión que surge del amor, llega a ser más fuerte que el amor mismo y abandona despiadadamente todo respeto por el derecho a la vida de aquello que provoca los celos, el hombre que ha ocupado el lugar del amante en los brazos del ser querido. Usted ha descrito el modo en que el acusado se entregó al cuidado de Natalie James, protegiéndola en exceso hasta el punto que, tal como ella ha testificado, resultaba ofensivo para la dignidad de ella, usted ha contado la conducta y la dependencia servil de Duncan. ¿No cree que, con estos antecedentes en la relación, al encontrar a Cari Jespersen en pleno acto amoroso con la persona querida, su reacción tuvo que ser, inevitablemente, de celos? Unos celos violentos. El shock que él ha descrito, ¿no se debe al impacto extremo de los celos? Esa noche, cuando volvió a la casita, cuando esperó en vano a que ella regresara, cuando pasó el día solo, ¿no estaba dándole vueltas a una cuestión de celos?
– No lo sé.
– ¿No diría usted que era extremadamente posesivo en relación con ella, si consideramos su conducta general?
– Se sentía responsable de ella.
– Podría ser otra manera de decir lo mismo. ¿Por qué cree usted que su amigo mató a Cari Jespersen si no fue por una venganza premeditada, debida a los celos, por haber hecho el amor con Natalie James?
– Matar a una persona…
A su alrededor, el público aguarda en silencio, expectante. ¿Cómo seguirá? Excita a la audiencia, que ha entrado de balde, pensar que el samurai ha acorralado a su víctima.
– Conozco a Duncan; lo conozco bien. No tiene un arma. Nada. No estuvo ahí sentado planeando ir a matar a Jespersen. Matar es algo ajeno a su naturaleza. En absoluto. Lo juro por mi propia vida. Bajo ningún concepto pudo ir a buscar a Cari para matarlo. No sé cómo sucedió, pero no fue así. Dios sabe cómo fue. No entiendo el asesinato.
El hombre de Motsamai, el psiquiatra de la defensa -en la confusión provocada por el intento de advertir quién iba y venía en el estrado, sólo se hacía notar la aparición de cualquier irrelevancia- llevaba un aparatoso reloj como un arma, su mano levantada lanzaba destellos que llegaban hasta Harald y Claudia. Se dirigió directamente al juez, en lugar de hacerlo al abogado defensor. ¿Para poner énfasis en su objetividad? ¿O porque son iguales en autoridad: el juez decide quién es culpable, el psiquiatra decide quién está loco? Motsamai le preguntó su opinión sobre el estado mental del acusado en relación con los acontecimientos sucedidos en la casa el 18 y el 19 de enero.
– En psiquiatría, consideramos que los «acontecimientos de la vida» son los que precipitan la conducta anormal, pero también los vemos como algo que refleja de manera consciente o subconsciente cualquier distorsión de las normas sociales. En una sociedad donde la violencia es frecuente, los tabúes morales contra la violencia están devaluados. Donde, por una serie de razones históricas, la violencia se ha convertido en el modo habitual de enfocar la frustración, la desesperación o las ofensas, la aversión por ella está en suspenso. Todo el mundo se acostumbra a la violencia como solución, sea como víctima, agente u observador. Se vive con ella. Al considerar una conducta anormal, debemos tener en cuenta el clima general de conducta en el que ha tenido lugar.
El juez responde a esta conversación entre ambos.
– Muy interesante, doctor, pero lo que el tribunal espera oír es un informe sobre el estado mental del acusado y no sobre el de la ciudad.
– Con todo respeto, el acto que el acusado admite haber cometido no tuvo lugar en el vacío. Igual que existe un control inconsciente procedente del clima moral, también puede existir una autorización inconsciente de la violencia, en su uso general, en el recurso generalizado a ella. Esto puede superar las inhibiciones protectoras de la moralidad consciente del individuo para el que un acto semejante resultaría aborrecible. Es necesario tener presente este contexto, en el cual los acontecimientos que condujeron al acto, y el acto mismo, tuvieron lugar.
– ¿Propone usted, doctor, que los atracos y actos similares autorizan el asesinato como solución para un conflicto personal?
El sarcasmo del juez no altera al hombre; Motsamai no habría escogido a nadie capaz de ser desconcertado con modales corteses.
– No propongo nada tan inmoral como eso, señoría… Me limito a cumplir mi deber de informar al tribunal sobre la metodología seguida en los exámenes psiquiátricos.
La atención del público ha ido en aumento, incluso un policía cambia el peso de un pie al otro como un caballo de tiro. El público disfruta ante el diálogo entre dos hombres tan seguros de su superioridad. Este espectáculo gratuito mejora por momentos, es tan bueno como los programas de entrevistas presenciados en los estudios de televisión. Pero Harald y Claudia le prestan atención de un modo distinto, analizan al instante cada palabra. Ese hombre está de su parte, de parte de Duncan, están seguros. Lo que haya encontrado en su hijo sólo puede ser su salvación.
Lo que ha encontrado es que el acusado se había visto precipitado a un estado de disociación de sus actos la tarde del 19 de enero, fue incapaz de ejercer un control adecuado sobre lo que hacía, que culminó en la muerte de Cari Jespersen.
Motsamai reclama su atención.
– Doctor, ¿cuándo diría que empezó ese estado?
En opinión del doctor, era ésa la condición del acusado antes de salir de la casita y entrar en la casa. El examen psiquiátrico no había encontrado pruebas para poner en duda que el acusado dijera la verdad cuando afirmaba que había ido a la casa para detenerse en el mismo lugar que la noche anterior; su incredulidad ante lo que había visto desde allí formaría parte de un estado de disociación de la realidad. Tampoco aparecía ningún indicio de que faltara a la verdad cuando hablaba de confusión, ausencia de recuerdos sobre una secuencia detallada de sus actos cuando se encontró en la casa y Jespersen estaba tendido en el sofá. El acusado sufre de verdadera amnesia en relación con ciertos acontecimientos de aquella tarde.