– Tal vez un trocito -respondió Dortmunder.
– ¿Y un poco de café? Insisto.
El embajador lanzó una mirada a la ventana empañada por la lluvia.
– ¿No hace un día precioso? -preguntó.
– Precioso -dijo Dortmunder.
Donald E. Westlake
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[1] Buena suerte, en yiddish. (N. del E.)