—Bueno —exclamó escéptica—. No se puede decir que el tema sea muy original.
Leyó el principio del ensayo literario de su hija. «Macbeth —había dicho Julia—, gustaba de la idea del asesinato y había estado pensando en él una barbaridad, pero necesitaba que le dieran un empujón para decidirse a empezar. Una vez que se metió de lleno, se divirtió en grande asesinando gente y ya no tuvo más remordimientos ni temores. Lady Macbeth no era más que una avariciosa y ambiciosa. Creía que no le importaba hacer lo que fuera para conseguir lo que deseaba. Pero una vez que lo hubo hecho, se dio cuenta de que no le gustaba en absoluto».
—Tu estilo no es muy elegante —falló la señora Upjohn—. Me parece que tendrás que pulirlo un poquito, pero ciertamente tienes algo ahí dentro.
2
El inspector Kelsey estaba hablando en un tono ligeramente quejoso.
—Lo ha hecho usted muy bien, Poirot —le cumplimentó—. Usted sabe cómo decir y poner en práctica muchas cosas que nosotros no sabemos cómo hacerlas, y debo admitir que todo el asunto estuvo magníficamente puesto en escena: hacerla descuidar su estado de alerta, induciéndole a pensar que sospechábamos de la señorita Rich, y después la inopinada aparición de la señora Upjohn le hizo perder la cabeza. Hemos de dar gracias a Dios que conservaba la automática después de haber matado a la Springer. Si la bala corresponde…
—Corresponderá, mon ami, corresponderá —pronosticó Poirot.
—Bueno, en este caso, la tenemos atrapada por el asesinato de la señorita Springer, e infiero que la señorita Chadwick está bastante mal. Pero mire, Poirot, lo que todavía yo no alcanzo a comprender es cómo pudo haber matado a la señorita Vansittart. Es físicamente imposible. Tiene una coartada a prueba de bomba… a menos que el joven Rathbone y todo el personal de «Le Nid Sauvage» estén compinchados con ella.
Poirot movió la cabeza negativamente.
—Oh, no. Su coartada es perfectamente válida. Ella mató a la señorita Springer y a mademoiselle Blanche. Pero a la señorita Vansittart quien la mató fue la señorita Chadwick.
—¿La señorita Chadwick? —exclamaron la señorita Bulstrode y el inspector Kelsey al unísono.
—Estoy seguro de ello —afirmó Poirot.
—Pero…, ¿por qué?
—Me parece —conjeturó Poirot— que la señorita Chadwick tenía demasiado cariño a Meadowbank —su mirada se cruzó con la de la señorita Bulstrode.
—Comprendo —dijo la señorita Bulstrode—. Sí, sí; comprendo… Debería haberlo sospechado. Usted quiere decir que ella…
—Quiero decir —aclaró Poirot— que ella fundó el colegio con usted y que durante todo el tiempo transcurrido desde entonces, ella consideró a Meadowbank como una empresa arriesgada en la que se sentía ligada a usted.
—Lo cual, en cierto sentido, es verdad —manifestó la señorita Bulstrode.
—Completamente cierto —convino Poirot—. Pero era únicamente en el aspecto financiero. Cuando usted empezó a hablar de retirarse, ella se consideró a sí misma como la persona llamada a tomar posesión del cargo.
—Pero, si era muy vieja para ello —objetó la señorita Bulstrode.
—Sí —acordó Poirot—, era demasiado vieja y no estaba capacitada para desempeñar el cargo de rectora. Pero ella no lo creía así. Imaginaba como cosa hecha que cuando usted se retirase, ella llegaría a ser la rectora de Meadowbank. Pero después descubrió que no era así, sino que usted estaba pensando en otra persona y se decidió por Eleanor Vansittart. Y ella adoraba a Meadowbank. Adoraba al internado y no le tenía simpatía a Eleanor Vansittart. Creo que terminó por odiarla.
—Pudo haberlo hecho —asintió la señorita Bulstrode—. Sí, Eleanor Vansittart estaba demasiado poseída de sí misma, con un gran complejo de superioridad en todos los asuntos. Esa es una cosa muy difícil de sobrellevar cuando se siente envidia. Eso es lo que quiere dar a entender, ¿no es cierto? Que Chaddy tenía envidia.
—Sí —aseveró Poirot—. Estaba celosa de Meadowbank y sentía envidia de Eleanor Vansittart. No podía sufrir el pensamiento de que el colegio y la señorita Vansittart formasen un todo indisoluble. Y entonces tal vez algún cambio en el modo de conducirse de usted, la indujo a pensar que estaba desistiendo de tal idea.
—Es cierto que desistí de ella —afirmó la señorita Bulstrode— pero no en el sentido que tal vez se imaginó Chaddy. En realidad yo pensé en alguien bastante más joven que la señorita Vansittart… Recapacité y dije: «No, es demasiado joven… No tiene bastante experiencia…». Recuerdo que Chaddy me acompañaba entonces.
—Y ella pensó —dedujo Poirot— que usted se refería a que la señorita Vansittart era demasiado joven. Ella manifestó estar totalmente de acuerdo. Supuso que la experiencia y los conocimientos que ella poseía eran mucho más importantes. Pero entonces, después de todo eso, usted volvió a su decisión original. Usted se decidió por Eleanor Vansittart como la persona indicada y la dejó aquel fin de semana a cargo del internado. Esto es lo que supongo que sucedió: en la noche de aquel domingo, la señorita Chadwick, que estaba inquieta e insomne, se levantó de la cama y vio luz en el pabellón de deportes. Se dirigió hacia allí exactamente de la manera que declaró. Sólo hay un detalle en su declaración que difiere de lo que sucedió en realidad. No fue un palo de golf de lo que echó mano, sino de un saco de arena de los que hay en el vestíbulo, y se encaminó con él hacía allí, decidida a habérselas con un ladrón, con alguien que por segunda vez había irrumpido en el pabellón de deportes. Tenía el saco de arena en la mano, dispuesta a defenderse en caso de ataque. ¿Y a quién encontró? A Eleanor Vansittart escudriñando en una taquilla, y entonces es muy posible que pensara lo siguiente… (porque yo me doy gran habilidad —dijo Hércules Poirot, haciendo un paréntesis— en adentrarme en el cerebro de los demás). Pensó: «Si yo fuera un merodeador o un escalador nocturno, me acercaría a ella por la espalda para atizarle un golpe». Y al tiempo que lo pensaba, semiinconsciente de lo que estaba haciendo, alzó el saco de arena y le golpeó. Y allí quedaba muerta Eleanor Vansittart, fuera de su camino. Entonces, supongo, se quedó aterrorizada por lo que había hecho. Esto la ha estado atormentando desde entonces… porque la señorita Chadwick no es una asesina por naturaleza. Lo hizo impulsada, como muchas otras personas, por los celos y la obsesión. La obsesión de su amor por Meadowbank. Así que no confesó. Contó el suceso tal como había pasado, omitiendo solamente un hecho de vital importancia: que fue ella quien golpeó. Pero cuando le interrogaron respecto al palo de golf que presumiblemente llevó consigo la señorita Vansittart, presa de nerviosismo después de todo lo que había ocurrido, la señorita Chadwick declaró rápidamente que fue ella quien lo llevó allí. No quería que ustedes llegaran a pensar ni siquiera un momento que ella había cogido el saco de arena.
—¿Por qué escogió Ann Shapland igualmente un saco de arena para matar a mademoiselle Blanche? —preguntó la señorita Bulstrode.
—En primer lugar, presumo que ella no quería correr el riesgo de que se oyera un disparo de pistola dentro del internado, y además, es una joven muy lista. Intentaba relacionar este tercer asesinato con el segundo, para el cual estaba en posesión de una coartada.
—Lo que en realidad no alcanzo a entender es qué podría estar haciendo Eleanor Vansittart en el pabellón de deportes —dijo la señorita Bulstrode.
—Yo creo que podríamos conjeturar que ella estaba, probablemente, mucho más preocupada por la desaparición de Shaista de lo que hacía ver. Estaba tan conmocionada como la señorita Chadwick. En cierto modo era bastante peor en su caso, porque usted la había dejado a cargo del internado, y el secuestro había tenido lugar cuando ella asumía esta responsabilidad. Además ella había ridiculizado el asunto, quitándole importancia durante tanto tiempo como le fue posible, debido a su renuncia a encararse con unos hechos que resultaban sumamente desagradables para todos.