Hizo una pausa.
—¿No está conmigo?
—Sí. Lléveselas —las acercó hacia él, y dijo entonces de repente—. Esa colegiala…, la que las encontró… Me gustaría que se quedara con una de ellas. ¿Cuál? ¿Qué color le parece a usted que le gustaría más?
El señor Atkinson reflexionó:
—Una esmeralda, creo yo, verde, como el misterio. Una bonita idea suya. Para ella será conmovedor.
Se puso en pie.
—Le cobraré mis servicios, ¿sabe? —puntualizó el señor Atkinson—. Y mis honorarios son muy elevados. Pero no la engañaré.
Ella le dedicó una discreta mirada.
—No, no creo que lo haga. Y necesito una persona entendida en los negocios, porque yo no los entiendo nada.
—Usted parece una mujer muy sensata, si me está permitido decirlo. Ahora bien, ¿me las voy a llevar todas? ¿Es que no desea quedarse siquiera con una?
La observó con curiosidad, descubriendo una súbita llama vacilante de excitación, de deseo vehemente, de codicia en sus ojos. Después la llama se extinguió.
—No —decidió Alice—. No quiero conservar ni una siquiera —sus mejillas se arrebolaron—. ¡Oh!, aseguraría que va a parecerle una tontería a usted que no me quede ni siquiera con un gran rubí o una esmeralda, aunque sólo sea de recuerdo, pero verá, él y yo… Él era musulmán, pero le gustaba que le leyera algunos versículos de la Biblia de cuando en cuando… y una vez comentamos aquel pasaje referente a una mujer cuyo precio estaba por encima de todos los rubíes de la Tierra. Y, por eso, no quiero tener joya alguna. No, no me hacen falta.
—Una mujer excepcional —dijo para sí el señor Atkinson, mientras bajaba encaminándose hacia el «Rolls» que le estaba esperando.
Repitió para sus adentros:
—Una mujer excepcional.
AGATHA CHRISTIE, (Torquay, 15 de septiembre de 1890 – Wallingford, 12 de enero de 1976), nacida Agatha Mary Clarissa Miller, fue una escritora inglesa especializada en los géneros policial y romántico, por cuyo trabajo recibió reconocimiento a nivel internacional. Si bien redactó también cuentos y obras de teatro, sus 79 novelas y decenas de historias breves fueron traducidas a casi todos los idiomas, y varias adaptadas para cine y teatro. Sus clásicos personajes Hércules Poirot y Miss Marple fueron muy populares. Sus cuatro mil millones de novelas vendidas conforman una cifra solamente equiparable con la de William Shakespeare, habiendo sido traducidas a aproximadamente 103 idiomas. Hasta su muerte, recibió múltiples reconocimientos y honores que incluyen un premio Edgar, el Grand Master Award de la Asociación de Escritores de Misterio, diversos doctorados honoris causa y la designación como Comendadora de la Orden del Imperio Británico por la reina Isabel II.
Notas
[1] Distrito telefónico de Londres. (N. del T.) Volver
[2] Bull traducido al español significa «toro». Bully quiere decir: espadachín, camorrista, matón, matasiete (familiarmente, magnífico, excelente). Amedrentar, fanfarronear. (Nota del traductor.) Volver
[3] Springer, en ingles, significa «saltador», «brincador». (Nota del traductor.) Volver
[4] Juego afín al tenis que se inició en Harrow (Inglaterra) hacia el 1850; se juega con una pelota hueca de goma negra. (Nota del traductor.) Volver
[5] Es un juego de pelota originado entre los indios de Norteamérica, durante mucho tiempo el deporte al aire libre más popular del Canadá. Ahora se practica también en Inglaterra, Irlanda, Australia y Estados Unidos. Se juega normalmente en un campo de 70 a 85 yardas de ancho por 110 de largo.
Requiere doce jugadores a cada lado de los bandos. Todos ellos llevan una raqueta de mango largo llamada crosse, con la cual se coge, impulsa y lanza la pelota, que no está permitido tocar con la mano. La finalidad del juego consiste en hacer entrar la pelota en la meta enemiga. (N. del T.) Volver
[6] C.I.D.: abreviatura de «Criminal Investigation Department», o sea: Departamento de Investigación Criminal. (Nota del traductor.) Volver
[7] Cream significa nata; la del condado de Devon tiene gran renombre en toda Inglaterra. (N. del T.) Volver
[8] Calle de Londres, renombrada por los médicos eminentes que en ella tienen su consulta (N. del T.) Volver
[9] David Livingstone fue un famoso explorador y propagandista religioso que se había adentrado en el corazón del África desconocida sin que durante tres años se supiera nada de él. H.M. Stanley que después llegó a ser un gran explorador también, pero que a la sazón era un periodista que trabajaba para el New York Herald, fue enviado con la aparentemente imposible misión de dar con él. Stanley nos relata su encuentro con el doctor Livingstone:
»Me abrí pasó a empellones entre la muchedumbre, avanzando a través de las filas de gentes hasta llegar frente al grupo de africanos donde se hallaba en pie el hombre blanco de barba gris. Experimenté el deseo de correr hacia él, pero me acobardé en presencia de tal multitud; quise rodearle con mis brazos, pero como se trataba de un inglés, yo no me figuraba cómo me recibiría; así que hice lo que la pusilanimidad y el necio orgullo me sugirieron. Me aproximé a él y le dije: "El doctor Livingstone, supongo"». (N. del T.) Volver
Table of Contents
Un gato en el palomar
Guía del Lector
Prólogo El último trimestre del curso
Capítulo I Revolución en Ramat
Capítulo II La mujer del balcón
Capítulo III Aparece el señor Atkinson
Capítulo IV Regresa una viajera
Capítulo V Cartas de Meadowbank
Capítulo VI Los primeros días
Capítulo VII Palabras al viento
Capítulo VIII Asesinato
Capítulo IX Un gato en el palomar
Capítulo X Como en «Las mil y una noches».
Capítulo XI Una entrevista
Capítulo XII Lámparas viejas por nuevas
Capítulo XIII Catástrofe
Capítulo XIV La señorita Chadwick no concilia el sueño
Capítulo XV Se repite el asesinato
Capítulo XVI El enigma del pabellón de deportes
Capítulo XVII La cueva de Aladino
Capítulo XVIII Deliberación
Capítulo XIX Continúa la deliberación