Clare se encogió de hombros.
– ¿Y tú qué?
– Espero que cuando llegue el momento de marcharme ya haya conseguido olvidarlo un poco.
– Ahora entiendo por qué te encuentras fuera de lugar -le dijo, tras un largo silencio-. Aquí no hay nada de lo que tú quieres.
– Sí que lo hay. Quiero que Alice sea feliz. Lo deseo más que ninguna otra cosa en el mundo y creo que aquí puede serlo. Siento haber sido tan desconsiderada al hablar del rancho esta tarde. No es el lugar, soy yo. No estoy acostumbrada a esto.
– Alice lo estará. Es una Henderson y este será su hogar. Aquí crecerá feliz.
Clare se quedó mirándolo, sin poder dar crédito a sus oídos.
– Pareces muy seguro ahora de que Jack la aceptará como hija suya.
– Y lo estoy. Cuanto más la miro, más seguro estoy de que es de la familia -Gray se puso de pie-. Deberías dormir un poco. Tal vez no te sientas como en casa aquí, pero has trabajado muy duro y te lo agradezco mucho.
Le tendió una mano para ayudarla a levantarse y a Clare le sorprendió lo poco que dudó en aceptarla. Los dedos masculinos fuertes y cálidos se enlazaron con los suyos, y la alzó sin ningún esfuerzo. Clare tuvo que contenerse para no aferrarse a ellos.
– Gracias -le dijo, con una sonrisa tímida, cuando la soltó.
– No te preocupes por Alice. Estará bien. Jack y yo nos quedaremos con ella y podrás regresar a casa. Tal vez al final las cosas se arreglen entre Mark y tú.
De pie en la galería, con la complicidad de la oscuridad y sintiendo aún en la mano el cosquilleo que le había producido su contacto, Clare pensó que nunca se había sentido tan lejos de Mark.
– Tal vez -se limitó a decir.
La conversación en la galería marcó un rumbo nuevo en su relación con Gray. Ya lo sabía todo de ella, así que no tenía que fingir. Solo tenía que esperar el regreso de Jack y, mientras tanto, apartar todos los pensamientos tanto del presente como del futuro de su mente.
Le resultó más fácil de lo que había pensado, porque los días en el rancho fueron pasando sin darse cuenta. Clare limpiaba, cocinaba y regaba las plantas de la galería. Tal vez una vez despreció esa rutina, pero mientras colgaba pañales o alimentaba a las gallinas, se llegaba a olvidar de que en un tiempo solo le gustaban los trabajos que le producían un estímulo intelectual en una agitada oficina y se pasaba los días inmersa en una actividad frenética, concertando citas de trabajo y corriendo de una reunión a otra.
Había veces en que su vida londinense le parecía muy remota, como si fuera algo que le hubiera sucedido a otra persona. En Bushman's Creek no había un montón de teléfonos que sonaran a todas horas, ni mensajes apareciendo continuamente en el ordenador con problemas que debía solucionar urgentemente. Solo se oían los gritos de los grajos cerca del río durante el día, los zumbidos de los insectos por la noche y las pisadas de Gray, dejando sus huellas polvorientas sobre la galería.
A veces hasta se le olvidaba por qué estaba allí. No había llegado ningún mensaje de Jack y, después de dos semanas, dejó de preguntar a Gray si sabía algo de su hermano. Ya no parecía importarle demasiado, porque Alice se había adaptado muy bien, adoraba a Gray y Clare estaba encantada de compartir sus cuidados con él cuando se ofrecía. Le enseñó a bañarla, hacerla eructar, esterilizar sus biberones y tranquilizarla cuando se echaba a llorar. Gray siguió incluso intentando dar de comer a su sobrina, aunque ella continuaba negándose a colaborar.
Poco a poco Clare se fue relajando por primera vez desde la muerte de Pippa. En Bushman's Creek se sentía más cerca de su hermana. Nunca le gustaría aquello tanto como a ella, pero por lo menos ya no le desagradaba.
Por la noche se sentaba con Gray en la galería y escuchaban los sonidos de la noche. Era capaz de estar callado largo rato y ella lo espiaba por el rabillo del ojo, intrigada por el control que tenía de sí mismo.
Clare se sorprendió al darse cuenta de que pensaba cada vez menos en Londres y más en Gray, en el tipo de persona que era y la vida que llevaba. A veces hasta se preguntaba si alguna vez buscaría a otra mujer para que compartiera con él la vida en el rancho, pero no se atrevía a preguntárselo y Gray nunca tocaba el tema.
CAPÍTULO 5
– ¿ESTÁS OCUPADA? Clare dejó el rodillo de amasar sobre la mesa y miró a Gray, sorprendida.
– No mucho -le dijo, al tiempo que se limpiaba las manos llenas de harina en el delantal-. ¿Por qué?
– Necesito hablarte de algo.
Lo había visto preocupado desde su regreso de Mathinson hacía un par de horas. Le había traído las compras que le había pedido, pero no había sido capaz de entablar una conversación con ella, y se había apresurado a marcharse. En ese momento le parecía incluso más reservado de lo normal.
– No suena nada bien -le dijo, con un tono de voz lo más despreocupado que pudo-. Espera un momento que meta esto en el frigorífico -dejó la masa en la nevera y se quitó el delantal antes de volverse hacia Gray-. ¿De qué se trata?
– Vayamos a dar un paseo. Se está muy bien cerca del riachuelo a estas horas.
Clare dudó.
– Alice está dormida.
– No vamos muy lejos, y además Joe andará por aquí. Le he pedido que arregle esa ventana, así que la oirá si llora.
– De acuerdo -Clare se puso el sombrero vaquero que Gray había insistido tanto en que llevara cada vez que saliera, aunque solo fuera a dar de comer a las gallinas.
Mientras bajaban las escaleras del porche, Clare pensó en cómo se había familiarizado con cosas que le parecían tan extrañas hacía sólo dos semanas. Se había acostumbrado al brillo de la luz, al permanente azul del cielo, al intenso calor que la golpeaba cada vez que salía de la sombra, y hasta se estaba acostumbrando a la tranquila y callada presencia de Gray.
Pero no a su sonrisa. Clare no creía que pudiera acostumbrarse nunca. Siempre la pillaba desprevenida y contenía la respiración mientras se le formaban aquellas arruguitas en el contorno de los ojos y le brillaban los dientes de un blanco perfecto.
Caminaron en silencio por la cabecera del riachuelo, oyendo el crujido de las hojas secas bajo sus pies.
– Esta mañana recogí el correo en Mathinson -dijo, finalmente-, y había una carta de Jack.
– ¿De Jack?
Clare se dio cuenta de que prácticamente se había olvidado de Jack y de todo el interés que tenía en encontrar al padre de Alice para que empezara una nueva vida con él. A las orillas de aquel riachuelo se sentía casi como en un sueño, paseando tranquilamente con Gray, pero, por desgracia, la realidad se había colado de repente.
– ¿Y… y qué dice en ella?
– Solo que en el último momento tomó la decisión de ir a comprar toros a Argentina en vez de a Texas, y una vez allí piensa quedarse una temporada.
– ¿Así que no recibió ninguno de tus mensajes?
– No.
Clare hizo un esfuerzo por sobreponerse, consciente de que debía estar contenta de haber recibido esa carta, en vez de desear que nunca hubiera llegado. Se preguntó por qué lamentaba tanto que significara que ya no faltaba mucho para que dijera adiós a Alice y Bushman's Creek. Tenía que suceder algún día y tal vez cuanto antes mejor.
– ¿Te manda alguna dirección en la que puedas ponerte en contacto con él? -preguntó, tratando de sonar práctica.
Gray negó con la cabeza.
– Está viajando, pero no dice por dónde. Lo único que menciona es que necesita romper con todo por un tiempo -Clare le vio fruncir el ceño, mientras doblaba la carta-. Soy consciente de que no podía saber que usted iba a venir con Alice, pero no es propio de él hacer algo así.