– Os veré en la boda -les dijo Lizzy, dando a Clare un cálido abrazo-. Ya solo faltan un par de semanas, ¿verdad? ¡Debéis de estar muy emocionados!
– Oh, sí, mucho -respondió Clare con retintín, pero afortunadamente Lizzy no pareció darse cuenta.
– Estoy muy contenta de haberte podido conocer antes de verte en la iglesia. Imagino que os vais a casar en la iglesia de Mathinson.
– No -respondió Gray por ella-, la boda se va a celebrar en Bushman's Creek.
– ¡No me digáis que os vais a perder una boda tradicional! -exclamó Lizzy, decepcionada.
– Hemos pensado que sea una ceremonia muy sencilla -intervino Clare-, porque está muy lejos como para que vengan mis familiares y se haga una boda tradicional.
– No había pensado en eso -dijo Lizzy, con tristeza-, pero Stephen y yo estaremos allí -le dio otro abrazo-. Espero que pienses en nosotros como en tus amigos.
– Es un encanto -le dijo después en el coche.
– Sí, lo es -respondió Gray.
– Stephen también -añadió con maldad.
– Está claro que te ha caído bien -le dijo con ironía.
Clare se volvió hacia él.
– ¿Qué quieres decir con eso?
– Que te has pasado la noche coqueteando con él.
– ¿Coqueteando…? -preguntó Clare, sin poder dar crédito a sus oídos.
– Bueno, ¿de qué otro modo le llamarías a pasarte la noche mirándolo a los ojos y hablando sobre el mundo de la música de modo que nadie más pudiera intervenir?
– ¡No estaba coqueteando! -le dijo, furiosa-. Me puse a hablar con él, porque me daba pena que viera cómo tonteabas con Lizzy. Desde luego no hiciste ni el más mínimo esfuerzo por ser agradable con Stephen. ¡Estaba claro que tenías celos!
– ¡Celos! ¿Por qué había de estar celoso de un hombre así?
– ¿Tal vez porque es atractivo, cultivado, agudo, inteligente…? -sugirió dulcemente y lo miró con desagrado.
– No es lo bastante hombre para Lizzy.
– ¿Por qué? ¿Acaso porque le interesa más la música que las vacas? No hace falta ir por ahí, montando a caballo como un macho y luchar con un toro para probar que eres un hombre, ¿sabes?
Gray apretó con fuerza el volante.
– Soy perfectamente consciente de tu ideal de hombre. Lo que estoy diciendo es que Stephen no tiene una personalidad lo bastante fuerte como para estar a la altura de Lizzy.
– ¡Tonterías!
– ¿Y tú qué sabes de ella, si apenas habéis conversado? ¡Has estado muy ocupada impresionando a Stephen!
– ¡Para que te enteres, estuve charlando con Lizzy en la cocina antes de cenar, mientras que tú no hacías ningún esfuerzo para entablar conversación con Stephen -le dijo Clare, fríamente-. Lo quería saber todo sobre nosotros, así que tuve que inventarme una bonita historia sobre lo enamoradísimos que estamos, que ella pareció tragarse, Dios sabe por qué -añadió, sin disimular su sarcasmo-, ya que no es que hayas dado la imagen de novio cariñoso. Apenas si me has dirigido la palabra en toda la tarde.
– Ni siquiera tuve la oportunidad. Estuviste demasiado ocupada encontrando a Stephen agudo, inteligente y atractivo.
– Es todas esas cosas y Lizzy lo piensa también. Me habló de él y de cómo se conocieron. Ya sé que no quieres oírlo, pero está enamorada de él. Creo que serán muy felices juntos.
– Escucha, lo único que quiero es que Lizzy sea feliz. Si pensara que Stephen la iba a hacer feliz, sería el primero en darles la enhorabuena, pero no creo que sea el hombre que le convenga.
– Ya, claro, para ti Lizzy no puede ser feliz teniendo un buen trabajo en la ciudad y casada con un hombre maravilloso, sino atrapada en Bushman's Creek y muerta de aburrimiento.
– ¿Es así como te sientes tú? -le preguntó con dureza.
– ¡Por lo menos yo solo tengo que permanecer allí hasta que regrese tu hermano!
Clare se dio cuenta enseguida de que se iba a arrepentir de haber hablado de aquella manera, pero estaba cansada y enfadada. Con Gray por ser tan ciego y testarudo, y consigo misma por importarle cómo fuera él. A punto de echarse a llorar miró para otro lado. Una cosa era haber oído hablar sobre Lizzy y otra diferente conocerla, encontrarla encantadora y darse cuenta de por qué Gray la había amado durante tanto tiempo.
Las luces de la ciudad empezaron a aparecer borrosas ante sus ojos. Las calles de aquella zona estaban todavía llenas de gente que se divertía y se oía la música procedente de los locales cercanos. Toda aquella gente comenzó a agobiarla y deseó con todas sus fuerzas estar de vuelta en Bushman's Creek, con el polvo, la luz y aquel cielo de un azul resplandeciente.
Al día siguiente tomaron un avión de vuelta. En cuanto Clare puso los pies en la arena rojiza del desierto se sintió más tranquila. Era como volver a casa.
Tenían un pacto y lo único que debía hacer era respetarlo. Sin embargo, lo había estropeado todo. El buen ambiente que se respiraba entre ellos antes de ir a la ciudad había desaparecido. La noche anterior habían dormido sin tocarse siquiera en la habitación del hotel y Clare se preguntaba qué debía hacer aquella noche. Tal vez debía regresar a la habitación que había compartido con Alice.
Su sentido práctico le hizo comprender enseguida que no podía pasarse los meses que le quedaban sintiéndose de aquella manera. Tratar de fingir que no pasaba nada solo empeoraría la situación.
Aquella noche después de acostar a Alice fue a buscar a Gray. Lo encontró apoyado en la barandilla de la galería, con una cerveza en la mano y expresión preocupada. Al oír llegar a Clare, se incorporó y, tras posar la cerveza, se volvió hacia ella.
– He venido para pedirte disculpas -le dijo Clare.
– No hay de qué disculparse.
– Yo creo que sí. Me comporté muy mal en Perth. No comprendo por qué estaba tan irritada.
– ¿Ah, no?
Clare suspiró.
– Bueno, supongo que sí. Estar allí me recordó tanto mi vida en Londres, que me sentí… -vaciló, tratando de encontrar la palabra adecuada; dividida, miró su austero perfil-, pero preferiría no haber dicho muchas de las cosas que te dije anoche. La verdad es que después de todo me alegro de estar de vuelta y permaneceré gustosa aquí, durante el tiempo que se me necesite.
– Entonces, ¿te marcharás en cuanto regrese Jack?
– Creo que debería hacerlo, si acepta a Alice como hija suya.
Gray se quedó callado un momento.
Me parece que soy yo el que debería pedir disculpas. Tendría que haber sido mucho más comprensivo. Al estar contigo en una ciudad y ver lo a gusto que te encontrabas allí, debería haberme dado cuenta de lo difícil que tiene que haber sido para ti adaptarte a vivir en un sitio como este.
– Y yo me di cuenta de por qué Lizzy era tan importante para ti -le dijo Clare-, así que los dos aprendimos algo -se detuvo y acarició con la mano la barandilla, luego continuó, insegura-. No era una situación fácil para ninguno de los dos, pero las cosas iban muy bien antes de ir Perth, ¿verdad?
Gray volvió la cabeza para mirarla.
– Sí -respondió con suavidad-, iban muy bien.
– ¿Crees que todo podría volver a ir del mismo modo? -preguntó Clare.
– ¿Sacar el mayor partido posible a una relación temporal? -dijo Gray, como si estuviera recitando algo que se hubiera aprendido de memoria.
– Sí.
Lentamente, Gray le retiró un mechón de la cara. Sonreía cuando le puso la mano en la nuca para atraerla contra él.
– Podríamos intentarlo -dijo.
– Té… un cazo… tazas… agua… sandwiches -murmuró Clare, mientras comprobaba el contenido de la caja-. ¡Azúcar! -recordó y, tras echar un poco en un tarro, lo colocó entre las galletas y el zumo de Alice-. Muy bien, Alice, creo que ya está todo -dijo a la niña, tras levantarla del suelo para sentarla en la sillita de la parte trasera del coche-. Estamos listas para irnos.