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Gray había estado escuchando en silencio, inclinado hacia delante, con el sombrero entre las rodillas, pero al oír aquello levantó la vista.

– ¿Por qué no se puso en contacto con Jack en cuanto lo supo?

– Traté de convencerla para que al menos le escribiera, pero no lo conseguí -miró a Alice y vio que seguía mordisqueando tranquilamente su juguete y estaba babeando. Sacó un pañuelo de su bolso, la limpió y continuó-: Pippa estaba todavía dolida por la discusión. Además habían pasado dos meses desde su partida y no había recibido noticia alguna de Jack, así que asumió que ya no le interesaba y era demasiado orgullosa como para pedirle ayuda. Pensó que si le contaba lo del bebé se sentiría presionado a tener una relación que no deseaba. El nacimiento de Alice le hizo, a mi entender, darse cuenta, sin embargo, de cuánto lo amaba todavía -Clare siguió hablando muy despacio-, de que aquello era algo que debían haber compartido, así que decidió regresar a Australia con la niña y ver si Jack y ella podían volver a ser felices juntos, pero… -sintió que se le quebraba la voz y respiró profundamente-, pero un par de meses después del nacimiento de Alice, Pippa se encontró un bulto. Le diagnosticaron cáncer, y… bueno, no tuvo suerte. No pudieron hacer nada por ella. Todo fue muy rápido -el dolor le oscureció los ojos-. Murió a los tres meses.

– Lo siento -dijo Gray.

– Sí, yo también -suspiró-. Durante esos tres meses no hizo más que pensar en Jack y Alice. Me hizo prometer que le diría a Jack cuánto lo había amado y que le pidiera que se hiciera cargo de educar a su hija. Quería que Alice creciera con su padre en el lugar en el que ella había sido tan feliz.

– ¿Y se lo prometió?

– Sí. Por eso estoy aquí.

Gray se puso de pie y fue a apoyarse contra la barandilla, la mirada perdida en el infinito.

– No es que no le crea, entiéndame -dijo tras un momento de silencio-, pero, ¿puede probar que Alice es hija de Jack?

– ¿Y por qué iba a inventármelo? -le preguntó, sorprendida.

Se volvió para mirarla, apoyado contra la barandilla, con los brazos cruzados.

– ¿Tal vez por dinero? -sugirió, con una mirada cínica.

– ¿De qué dinero me habla? ¡Por lo que me contó Pippa, no es que vivan en el más puro lujo asiático en Bushman's Creek!

– No, pero entre mi hermano y yo poseemos una cantidad considerable de tierras y Alice, como hija de Jack, podría reclamar su parte.

Clare no daba crédito a sus oídos.

– ¡No me interesan sus tierras! -le dijo con los ojos brillantes de furia-. ¿Quién se cree que soy?

– El problema es que no lo sé -le dijo, con una calma que la irritaba todavía más-. Hasta anoche no había oído hablar nunca de usted ni de su hermana, y ahora espera que me crea que mi hermano es el padre de una criatura de la que no sabe nada. ¿Cómo sé que está diciendo la verdad?

– Por la fotogra… -empezó a decir, pero él la interrumpió.

– Una fotografía no es una prueba de paternidad.

– Jack puede hacerse las pruebas de ADN, si quiere, pero me parece que en cuanto vea a Alice, sabrá que es hija suya. Solo tiene que mirar a la foto para darse cuenta de lo que hubo entre ellos, y no creo que Pippa hubiera podido amar a nadie que le pudiera dar la espalda en una situación como esta.

– Puede ser -le dijo Jack sin acabar de convencerse-, pero esa es una decisión que solo puede tomar Jack. No puede pretender que me responsabilice de una criatura en su nombre.

– Lo comprendo -Clare se empezaba a sentir muy cansada, pero sacó fuerzas de flaqueza y se fue a apoyar a la barandilla-. Lo único que le pido es que se ponga en contacto con Jack y le pida que regrese lo antes posible. No creo que sea mucho pedir.

La miró primero a ella y luego a la niña, que seguía jugando tan contenta.

– No -admitió-, pero tal vez me lleve un poco de tiempo localizarlo. No sigue un itinerario fijo, así que tengo que llamar por teléfono a algunos contactos y esperar que aparezca por allí y reciba el mensaje lo antes posible -miró a Clare y la vio apartarse el cabello de la cara. Bajo sus hermosos ojos grises, las ojeras delataban el cansancio que sentía. Cuando lo miró tuvo claro que solo su gran fuerza de voluntad la mantenía en pie-. Creo que será mejor que regrese a Inglaterra y espere allí a Jack.

Clare se irguió, apartándose de la barandilla.

– ¡No pienso hacer nada parecido! Alice y yo llegamos ayer y, aunque tuviera fuerzas para subirme en un avión y viajar otras veintitrés horas, no lo haría. No podría permitirme pagar otra vez el viaje de Alice cuando Jack aparezca, en el caso de que se quiera hacer cargo de ella. Además me gustaría estar con ella un tiempo para ayudarla a adaptarse.

– Entonces, ¿qué piensa hacer?

– ¿No podríamos quedarnos Bushman's Creek con usted?

Gray miró en silencio aquellos suplicantes ojos grises, en los que parecía que alguien hubiera dibujado con un pincel negro el borde del iris y se apartó bruscamente de ella.

– Bushman's Creek no es un lugar apropiado para usted y la niña.

– ¿Acaso quiere hacerme creer que no hay mujeres y niños allí?

– Estoy tratando de decirle que las condiciones de vida que tenemos no se parecen en nada a aquellas a las que usted está acostumbrada. Se tarda casi cuarenta minutos de avión en llegar desde aquí y después dos horas de carretera. En la época de lluvias, tan solo se puede acceder por aire. Estará muy lejos de tiendas, médicos y otras cosas a las que está acostumbrada y la verdad es que además en este momento no tengo tiempo para ocuparme de usted. Nos encontramos en una de las épocas de mayor trabajo del año.

»Tengo quince mil cabezas de ganado por ahí -continuó, al tiempo que señalaba con la cabeza el horizonte-. Debo reunirías y prepararlas para la venta en el mercado de ganado. La última gobernanta se marchó hace varias semanas y nadie se ha encargado de la limpieza desde entonces. Hacemos las comidas por turnos y la manera más amable de definirlas es como «básicas» -movió la cabeza de un lado a otro-. Creo que nuestro modo de vida le parecería demasiado incómodo. Si de verdad quiere quedarse a esperar a Jack, le aconsejo que se vaya con la niña a uno de esos lugares turísticos de la costa.

– No creo que me lo pueda permitir tampoco -Clare enrojeció al tener que admitir lo precaria que era su situación económica-. Tengo un buen trabajo en mi país, pero Pippa no tenía nada ahorrado y se gasta mucho dinero con los bebés. Además durante la enfermedad de mi hermana pedí días sin sueldo para atenderla y me gasté todos mis ahorros. Los billetes de avión los pagué con la tarjeta de crédito, así que no puedo permitirme pagar un hotel ni alquilar una casa hasta que aparezca Jack. Además -continuó con valentía-, me parece que podría serle de utilidad.

La mirada de Gray la recorrió de arriba abajo: desde los pendientes, pasando por el sencillo pero estiloso vestido hasta las elegantes sandalias.

– ¿De utilidad? -repitió, levantando una de sus cejas, de un modo que la hizo enrojecer-. ¿De qué manera?

La expresión de su cara no había cambiado, pero se dio cuenta de que se divertía. Tal vez eran las arruguitas de los ojos que se habían acentuado un poco o un casi imperceptible brillo en su insondable mirada. Sin poderlo evitar Clare pensó que si le hacía gracia, por lo menos podía tener la decencia de sonreír como era debido.