– ¡Pero… -Clare consiguió recuperar la voz-, pero pensé que amabas a Lizzy!
– Yo a Lizzy la quiero solo como a una amiga. Al principio te dejé pensar que la amaba porque creí que así te resultaría más fácil aceptar casarte conmigo, ya que no había posibilidad de que me enamorara de ti, y más tarde porque estaba celoso -Gray se acercó a ella y le tomó las manos, como si ya no pudiera soportar seguir separado de ella por más tiempo-, pero nunca amé a Lizzy del modo en que te amo a ti, Clare -su voz era tan profunda que le pareció que vibraba a través de sus venas-, del modo en que te amé desde el momento en que te vi en el porche del hotel de Mathinson con Alice en brazos -la miró y, al ver la expresión de sus ojos, le apretó más las manos-. Sabía que no tenía ninguna posibilidad, pero seguí esperando. Me dije que si Jack tardaba lo suficiente en regresar, te acostumbrarías al rancho, pero entonces llegó la carta de Mark y enseguida me di cuenta de todo lo que él te podía ofrecer.
– Y entonces Jack regresó -le dijo Clare, muy despacio y Gray asintió.
– Sí, Jack regresó y tuve que llevarte al aeropuerto y verte partir en aquel avión.
Clare recordó el olor a gasoil, el calor y cómo le latía el corazón, mientras caminaba por la pista de aterrizaje.
– Pensé que querías que me marchara -le dijo, incapaz aún de creer que aquello fuera real.
– Creí que estabas deseando marcharte porque aquí te esperaba todo lo que me habías dicho tantas veces que necesitabas para ser feliz. Habías renunciado a tanto que pensé que tenías derecho a ser dichosa, por eso no dije nada en el aeropuerto. Sabía lo difícil que te había resultado dejar a Alice y pensé que tal vez te aferrarías a cualquier excusa para volver con ella de inmediato. No quería que la niña fuera el motivo de tu regreso al rancho, Clare -le dijo, muy bajito-. Quería que volvieras por mí. Que fueras feliz.
– Gray… -Clare se sintió más relajada y notó como la felicidad inundaba su cuerpo, y derretía el hielo que se había formado alrededor de su corazón, desapareciendo con él la tristeza y el dolor que la habían agobiado-. Gray, ¿cómo podría ser feliz sin ti? -le preguntó con dulzura. Los dedos de Gray apretaron los suyos con tanta fuerza que sintió dolor, pero no le importó y le sonrió a través de las lágrimas-. Te dije que estaba bien, pero era mentira. Me he sentido muy triste y he echado mucho de menos Bushman's Creek, pero sobre todo te he echado de menos a ti. No ha habido ni un solo minuto desde que dejé el rancho en que no haya deseado haber tenido el coraje de decirte cuánto te amaba.
– ¿Me amas? -la soltó y tomó su rostro entre las manos-. Clare, ¿cómo puedes amarme?
– No lo sé. Pero sé que te amo.
La besó y Clare se fundió con él en un abrazo, tranquila ya al ver que estaba allí y la amaba. Le rodeó la cintura con las manos y le acarició la espalda febrilmente, como si tratara de convencerse a sí misma de que era real, mientras se besaban con pasión.
– Dios, Clare, ¡cuánto te he echado de menos!
La voz de Gray sonó tan temblorosa mientras le besaba el cuello, los ojos, la boca que a Clare le costó reconocerla. Se aferró a él y lo besó con una especie de desesperación.
– ¿Por qué no me viniste a buscar antes? -le preguntó, casi sin respiración-. He sido muy desgraciada.
– Lo sé, lo sé… -Gray levantó la cabeza y le apartó el cabello de la cara con las dos manos-. Lizzy me dijo que debía venir a buscarte enseguida, no podía dar crédito a sus oídos cuando se enteró de que te habías marchado. Me dijo que no importaba por qué nos habíamos casado, que lo importante era que estábamos hechos el uno para el otro y que sería un idiota si te perdía. Jack también me dijo lo mismo -miró a Clare muy serio-. Nunca se ha perdonado haber dejado marchar a Pippa. Sabe muy bien lo que es amar a alguien y perderlo por el estúpido orgullo.
– Entonces, ¿por qué no viniste cuando te dijeron?
– Porque no creí que tuvieran razón cuando me decían que me amabas. Insistías tanto en dejar claro que nuestro matrimonio era solo temporal, que eras una chica de ciudad -le limpió con dulzura las huellas que las lágrimas habían dejado en su rostro-. Podía haber tratado de convencerte para que te quedaras, pero ¿qué habría sucedido si pasado un tiempo hubieras echado de menos tu vida de aquí? No quería que te preguntaras si habrías sido feliz casada con Mark, ni que te sintieras frustrada con la vida del rancho cuando podías haber estado haciendo un trabajo que te gustara. Tenía que darte la oportunidad de averiguar lo que querías de verdad, Clare, así que les dije a Jack y Lizzy que por lo menos necesitabas un mes, y que después vendría a averiguar si eras feliz o no.
»Casi me descorazoné cuando te vi -le confesó, señalando su elegante traje-. Se te veía con tanto estilo, tan profesional vestida de este modo, que me alegré de haber traído conmigo los papeles del divorcio, como excusa para verte. Necesitaban la firma de los dos, así que si me hubiera parecido que eras feliz, no te habría dicho nunca que te amaba, ni te habría preguntado si me amabas.
Clare sonrió.
– ¿Y ahora que sabes que te amo? -le preguntó, suavemente.
– Podemos romper los papeles -Gray se metió la mano en un bolsillo y sacó los anillos que Clare había dejado sobre la cómoda, aquel terrible día en que pensó que no volvería a ver Bushman's Creek-. Mira lo que he traído.
– ¡Mis anillos! -Clare se los volvió a colocar en el dedo-. Los he echado de menos -le dijo.
– Ahora siempre los podrás llevar puestos -le dijo, con esa media sonrisa que tanto había añorado-. Ahora ya sabes por qué te quería comprar un anillo de diamantes, Clare. Te lo compré porque te quiero, y siempre te querré.
A Clare se le iluminaron los ojos de felicidad, mientras deslizaba los brazos por el cuello masculino y levantaba la cabeza para que la besara.
– ¿Gray? -le dijo, en cuanto pudo hablar, echándose hacia atrás para mirarlo-. ¿Puedes hacer algo por mí?
– Lo que quieras -le dijo, abrazándola como si no estuviera dispuesto a dejarla marchar jamás.
– Llévame a casa.
– ¿A casa? -le preguntó con una sonrisa cargada de ternura y deseo.
– Sí, a Bushman's Creek.
Al atardecer de su primer día en el rancho, Clare y Gray se dieron un paseo por la orilla del riachuelo, agarrados de la mano. El cielo parecía de fuego y el sol poniente bruñía el paisaje, con un brillo misterioso, mientras que poco a poco se dejaba de oír a los pájaros. Jack estaba acostando a Alice y Lizzy estaba en la cocina.
– Me resulta extraño no tener nada que hacer -dijo Clare.
– Lizzy se marcha a Perth dentro de un par de días, así que tendrás un montón de cosas que hacer a partir de entonces.
– ¡Ahora veo por qué querías que volviera! -bromeó Clare-. Necesitas otra gobernanta.
Gray se detuvo y le hizo mirarlo de frente.
– No necesito una gobernanta -le dijo, muy serio-. Te necesito a ti. Necesito verte, tocarte y saber que cuando regreso a casa, al final del día, vas a estar allí.
– Siempre estaré allí -le prometió Clare, y se besaron mientras el sol desaparecía por el horizonte.
– ¿Sabes que Jack está pensando en comprarse una propiedad cerca de aquí? -le dijo Gray, mientras regresaban a la casa-. No querrá separarse de Alice, así que cuando se vaya se la llevará con él. ¿Te dará pena volver a perderla?
– Un poco, pero no será como la otra vez. No tendré que despedirme del mismo modo que entonces. Si van a vivir cerca la podré ver y además, se quieren tanto que es mucho mejor que estén juntos. Y si estoy contigo lo demás carece de importancia -le dijo. Las luces de la casa, en la distancia, brillaban como dándoles la bienvenida en la oscuridad-, pero de todos modos se me hará raro no tener que cuidar de ningún bebé -añadió, un poco melancólica.