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– Eres capaz de hacer cosas mejores que simples telenovelas, Tan. ¿Por qué no hacerlo ahora que todavía estás a tiempo?

– Ya has oído a Megan. No puedo sacrificarla por una película. No está bien.

– No tiene ningún derecho a impedirte hacer algo que es importante para ti. Y yo estaré aquí con ella. Lo superará. Ni siquiera se dará cuenta de que no estás. Siempre está con sus amigos. Y puedes ayudarla los fines de semana con las solicitudes para la universidad.

– Peter… -dijo Tanya mirándole fijamente-. No. No me presiones. Agradezco de veras tus intenciones, pero aunque todos pensarais que es maravilloso, no podría hacerlo. No puedo dejarles y no voy a dejarte.

Se levantó y rodeándole el cuello le dijo:

– Te amo. Gracias.

– Después de esto, aborrecerás ser un ama de casa de Marin -replicó Peter devolviéndole el abrazo a su mujer-. Te pasarás el día pensando que podrías haber estado allí, trabajando en una película que seguramente ganará algún Oscar. No puedes permitir que los chicos tomen esta decisión, Tanya. Eres tú quien debe tomarla.

– Ya lo he hecho. Mi decisión es quedarme en casa y seguir haciendo lo que he hecho hasta ahora, junto a las personas a las que amo.

– Seguiremos queriéndote aunque te vayas a Los Ángeles. Yo te seguiré queriendo. Megan te perdonará y estará muy orgullosa de ti. Todos lo estaremos.

– No -dijo Tanya de nuevo.

Y hablaba en serio. Peter y ella se aguantaron la mirada durante un momento.

– En ocasiones hay que rechazar las cosas que deseamos por las personas que amamos.

– Quiero que lo hagas -continuó Peter con serenidad-. Sé lo importante que sería para ti. No quiero que abandones algo así por mí o por los niños. Podría ser un error, un error garrafal. Nunca me perdonaría haberte impedido hacerlo.

Tanya le lanzó una mirada temerosa.

– ¿Y si echa a perder nuestro matrimonio? A lo mejor es más duro de lo que creemos.

Ella consideraba que iba a ser muy duro.

– No veo que nada pueda echar a perder lo que hay entre nosotros, Tan, a no ser que te enamores de alguna estrella de cine. ¿No estás de acuerdo? Yo me quedaré aquí sentado esperándote.

– Te echaría tanto de menos que sería insoportable -dijo Tanya al tiempo que una lágrima resbalaba por su mejilla.

Se sentía como un niño al que mandan al colegio alegando que es por su bien. No quería dejarle. Le encantaba la idea de escribir el guión, pero estaba asustada. Hacía veinte años que no estaba sola en el mundo.

– Yo también te echaría de menos -dijo Peter con sinceridad-. Pero hay veces, Tan, en las que hay que ser valiente para crecer. Tienes derecho a hacer algo así sin pagar nada a cambio. Yo no voy a amarte menos por hacerlo. Estaría muy, muy orgulloso de ti y te amaría aún más.

– Tengo miedo -susurró ella colgándose de él y con el rostro bañado en lágrimas-. ¿Y si no puedo hacerlo? Esto no es una telenovela de tarde, esto es jugar en primera. ¿Y si yo solo soy una jugadora de segunda?

– No lo eres, preciosa. Eso lo sé. Y confío en que tú también. Por eso quiero que lo hagas. Tienes que extender las alas y volar. Te has estado preparando para esto durante muchos años. No te prives de ello por mí o por los chicos. Ve a por ello -dijo besándola con fuerza.

Aquel era el mayor regalo que podía hacerle. Miró a su marido con los ojos llenos de lágrimas y vio que los suyos también estaban húmedos.

– Te amo -le susurró mientras él la sujetaba con fuerza- tanto… tanto, Peter… ¡Oh! ¡Tengo tanto miedo!

– No lo tengas, cariño. Piensa que estaré esperándote aquí, y también los chicos… incluso Megan. Iremos todos a visitarte y tú vendrás a casa los fines de semana. Si no puedes, iremos nosotros. Al menos yo, desde luego. Antes de que te des cuenta, ya habrá pasado y estarás encantada de haberlo hecho.

– Eres el hombre más extraordinario del mundo, Peter Harris. Te amo tanto… -le susurró Tanya sabiendo que el gesto de su esposo era tremendamente generoso.

– Acuérdate de esto cuando las estrellas empiecen a llamar a tu puerta.

– No lo harán -dijo Tanya sin dejar de llorar-, y no me importará si lo hacen. Nunca podría amar a nadie en el mundo como te amo a ti.

– Yo tampoco -dijo abrazándola con tanta fuerza que Tanya casi no podía respirar-. ¿Lo harás, Tan? ¿Ganar el partido por el equipo?

Peter la apartó un momento para mirarla a los ojos y vio que los de Tanya mostraban auténtico pánico.

Tanya no contestó. Solo asintió, lloró con más fuerza y se aferró a él como un niño asustado que teme irse de casa.

Capítulo 3

Durante las vacaciones de verano en el lago Tahoe, Tanya y Peter comunicaron la noticia a sus hijos. Las reacciones fueron muy similares a las del día de la primera conversación: Molly se mostró comprensiva y orgullosa de su madre; Jason insistió en sus deseos de visitarla en Los Ángeles, y Megan optó por no hablar a Tanya durante tres semanas, después de decirle con agresividad que no la perdonaría nunca. Cada vez que Tanya se cruzaba con Megan, la veía llorando; se pasaba el día lamentándose, diciendo que era lo peor que le había pasado en la vida y que su madre la estaba abandonando. En las cuatro semanas que pasaron en Tahoe, Tanya intentó en innumerables ocasiones llamar a Walt para decirle que había cambiado de opinión, pero Peter se lo impidió. En su opinión, Megan tendría que superarlo y era positivo que se desahogara. Pero, cada vez que la miraba, Tanya se sentía como una madre desnaturalizada y lloraba casi tanto como su hija.

Fue una época dulce y amarga a un tiempo. Era el último verano de Jason antes de ir a la universidad y sus amigos iban y venían constantemente para visitarle. Los minutos que Tanya pasaba junto a Jason y Peter, le parecían de un valor incalculable y solía dar largos paseos con Molly durante los cuales tenían conversaciones maravillosas. Megan evitaba pasear con su madre y solo volvió a hablarle, por pura necesidad, unos días antes de volver a casa.

La última noche antes de marcharse, hicieron una gran barbacoa familiar junto a algunos amigos. Mientras recogían, Peter y Tanya estuvieron discutiendo los planes inmediatos. Faltaban solo diez días para que viajara a Los Ángeles. No se había marchado antes porque le había explicado a Douglas Wayne que antes de empezar a trabajar tenía que acompañar a su hijo a la universidad. El plan era ir todos juntos y que Tanya ayudara a Jason a instalarse en la residencia. Después, Peter y las mellizas volverían a casa y a Tanya la recogería una limusina en el hotel Santa Barbara Biltmore que la llevaría hasta Los Ángeles. Ese sería el lugar de su triste despedida, siempre que Megan no hubiera matado antes a su madre.

Los últimos días de Tanya y Jason en Marin fueron difíciles. Ella le ayudó a hacer las maletas y a preparar todo lo que tenía que llevarse a la universidad: ordenador portátil, bicicleta, equipo de música, sábanas, mantas, almohadas, cubrecama, fotos de la familia, equipo de deporte, cuadros o pósters para colgar en las paredes, una lámpara de mesa y una alfombra.

Tanya no sabía qué la inquietaba más, la despedida de Jason o su posterior viaje. Por supuesto, ella se llevaba muchas menos cosas que su hijo mayor. Y es que Tanya únicamente iba a trabajar. Solo preparó una bolsa de viaje y una pequeña maleta donde metió algunos zapatos deportivos, varias sudaderas y unos cuantos vaqueros. Después de pensárselo un buen rato, decidió coger también un par de pantalones algo más elegantes, dos jerséis de cachemir y un vestido de fiesta de color negro. Cabía la posibilidad de que tuviera que asistir a algún acto formal con el equipo de rodaje. En la maleta, metió también un montón de fotos de los niños con sus respectivos marcos para llenar el bungalow del hotel Beverly Hills. La habían informado de que se alojaría en el bungalow número 2, así que ese iba a ser su hogar durante los siguientes meses. El bungalow constaba de dos habitaciones -la segunda la utilizaría en caso de que sus hijos quisieran visitarla-, un pequeño despacho, una salita de estar y un comedor que incluía una cocina y una despensa. Tanya llevaba veinte años sin vivir sola y no podía imaginarse cocinando solo para ella. Peter restaba importancia a la separación y le decía que era como si volviesen a la universidad.