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– ¿Ha sido una sola vez o ha habido más veces?

– Un par de veces -contestó vagamente-. Supongo que los dos nos sentíamos solos y Alice necesita alguien que cuide de ella.

Peter estaba terriblemente triste y sentía lástima por todos ellos. Nada volvería a ser lo mismo; aquel era el mayor temor de Tanya. Nunca hubiera podido imaginar que Peter o Alice le harían algo así. Tanya no podía concebir hacerles daño de ese modo a ninguno de los dos.

– Yo también necesito alguien que cuide de mí -musitó Tanya rompiendo a llorar.

– No, tú no -negó Peter mirándola con una expresión extraña-. Tú no me necesitas, Tan. Tú sola puedes mover montañas, siempre ha sido así. Eres una mujer fuerte con una vida propia y un trabajo.

– Estoy haciendo esta película porque tú me dijiste que debía hacerlo -dijo Tanya mirándole perpleja-. Dijiste que era una oportunidad que aparece solo una vez en la vida y que no debía perdérmela. No me he ido para prosperar en mi carrera profesional. Tanto tú como los chicos siempre fuisteis lo primero y todavía sigue siendo así.

Peter la miró como si no la creyera. Al mirarse el uno al otro a través de la mesa de la cocina, se dieron cuenta de que les separaba un abismo tan profundo como el Gran Cañón.

– Pues yo no lo creo. Me parece que ya no es así. Mira la vida que llevas en Los Ángeles. Asúmelo, Tan, nunca volverás aquí -afirmó con rotundidad.

– No me vengas tú también con esa mierda. Esa vida no me gusta y no es para mí. Quería trabajar en ese proyecto y descubrir cómo era el cine. Pero nada más. Para mí nada ha cambiado. Mi vida sigue aquí.

– Si tú lo dices… -replicó en el mismo tono que habría empleado Meg.

Tanya tuvo un irrefrenable deseo de darle una bofetada, pero se contuvo. Era evidente que Peter no la creía pero era él quien había faltado a su compromiso, no ella. Era cierto que estaba trabajando en Los Ángeles, pero no se había acostado con nadie. Peter, sí.

– ¿Qué vas a hacer? ¿Qué es lo que quieres, Peter? -le preguntó conteniendo la respiración.

– No lo sé -respondió Peter apoyado sobre la mesa, después de mirar las manos de Tanya primero y su rostro después-. Todo es tan repentino… No pude preverlo, ni tampoco Alice.

Veía a su esposa como a una extraña y jamás la había visto tan furiosa. Tanya tenía el corazón destrozado pero solo podía exteriorizar su rabia.

– Eso sí que no me lo creo -dijo Tanya, furibunda-. Lo que creo es que ha ido detrás de ti y de los niños desde el principio. En cuanto salí por esa puerta, vio que tenía una oportunidad de oro. Lleva trabajándose a Megan desde el verano.

– Eso no es cierto. Alice quiere a Megan -dijo Peter defendiendo a Alice.

Aquella reacción de Peter no hizo más que empeorar las cosas.

– ¿Y tú qué tienes que decir? -preguntó Tanya con voz angustiada mientras las lágrimas le caían por sus mejillas-. ¿Estás enamorado de ella?

– No lo sé, solo sé que estoy muy confuso. Jamás te he sido infiel, Tan, jamás en estos veinte años. Quiero que lo sepas.

– ¿Y eso qué importa ahora? -gimió Tanya.

Peter alargó la mano para tomar la de Tanya entre las suyas pero ella le rechazó.

– A mí sí me importa -repuso él dejando entrever su enorme angustia-. Si no te hubieras marchado a Los Ángeles, esto jamás habría ocurrido.

Era tremendamente injusto que la culpara a ella de lo sucedido, pero no era solo Peter quien la acusaba. Ella misma también se sentía culpable.

– ¿Y ahora qué se supone que debo hacer? Te recuerdo que después de Acción de Gracias no quería regresar, pero tú me dijiste que me demandarían.

– Y así era, probablemente.

De cualquier modo, era demasiado tarde, el daño ya estaba hecho y Peter tenía que tomar una decisión. Ambos debían tomarla.

– ¿Qué vas a hacer con Alice? -preguntó Tanya, sintiendo que se apoderaba de ella el pánico-. ¿Es solo una aventura o es algo más? Has dicho que no sabes si estás enamorado de ella. ¿Qué significa eso?

Tanya apenas podía hablar, pero quería saber. Tenía derecho a preguntar si Peter tenía algo que responder.

– Significa lo que he dicho: no lo sé. La quiero como amiga y es una mujer maravillosa. Lo pasamos bien con los chicos y vemos la vida del mismo modo. Hay muchas cosas de ella que me gustan, pero antes jamás había reparado en ello. Y a ti también te amo, Tan. Siempre que te lo he dicho ha sido porque era verdad. Pero no puedo imaginarte viviendo aquí de nuevo, es como si lo hubieras dejado todo atrás. Tú todavía no lo sabes, pero cuando estuve en Los Ángeles, lo vi con claridad. Ahora eres una de ellos. Alice y yo somos más parecidos; ahora tenemos más cosas en común de las que tengo contigo.

– ¿Cómo puedes decir eso? -exclamó Tanya, horrorizada, sin poder procesar las palabras brutalmente dolorosas de su marido y mirándole boquiabierta-. ¿Cómo puedes ser tan injusto? Estoy trabajando en una película, escribiendo el guión. No formo parte de ella ni soy una estrella. Sigo siendo la misma persona que se marchó hace tres meses. Es absolutamente injusto por tu parte que des por sentado que me he metido en esa mierda de vida y que ya no volveré nunca a casa, o que si lo hago seré infeliz. No es eso lo que yo quiero. Yo quiero la vida que siempre hemos llevado. Yo te amo de verdad y no he estado tirándome a nadie en Los Ángeles. No lo haría, no quiero hacerlo.

Tanya le miró profundamente dolida.

– Se me hace difícil creer que quieras volver a vivir como antes -insistió Peter, profundamente abatido y justificando de ese modo lo sucedido.

– ¿Qué me estás diciendo? ¿Has contratado a una sustituía antes de que yo abandone mi puesto? ¿Qué has estado haciendo? ¿Selección de personal? «Se necesita ama de casa, abstenerse guionistas.» ¿Cuál es tu problema? ¿Y el de Alice? ¿Dónde quedan la decencia, la confianza y el honor? Alice asegura que es mi mejor amiga. Pero ¿resulta que de repente es aceptable darme la puñalada y traicionarme solo porque estoy rodando una película en Los Ángeles? Y con tu aprobación, debo añadir.

Tanya hablaba con los ojos inyectados en sangre, pero más allá de la rabia, sentía un profundo dolor. Peter no sabía qué contestar y aunque era consciente de que ella tenía razón, eso no cambiaba las cosas. No podían olvidar lo que había sucedido: se había acostado con Alice.

– ¿Por qué sigues aquí, Peter? ¿Qué vas a hacer?

– No lo sé -musitó sin disimular su consternación.

Aquella misma mañana, Alice le había hecho la misma pregunta. En un abrir y cerrar de ojos, la vida de los tres era un desastre.

– ¿Tienes intención de dejar de verla y luchar para salvar tu matrimonio? -preguntó Tanya con una mirada profunda y dura.

Sabía que nunca más podría fiarse de él. Además, ¿cómo iba a evitar a Alice, si vivía justo al lado? En cuanto Tanya volviese a Los Ángeles, estarían juntos de nuevo. No se fiaba de ninguno de los dos. Un rayo había impactado sobre Tanya y su matrimonio y no sabía cómo continuar adelante. Habría deseado conocer los sentimientos de Peter pero ni siquiera él parecía conocerlos. Su marido todavía estaba sorprendido por lo que había ocurrido y, más aún, por haber sido descubierto. Sus vidas habían sido arrasadas por un maremoto.

– No lo sé -volvió a decir Peter mirando a Tanya a los ojos y comprendiendo que ambos estaban destrozados-. Quiero recuperar nuestro matrimonio, Tan. Quiero que las cosas vuelvan a ser como antes de que te marcharas a Los Ángeles. Pero también quiero averiguar qué es lo que siento por Alice. Algo debe de haber; de lo contrario, nada habría ocurrido. Me sentía solo y estaba cansado de llevar todo el peso de la casa y las niñas. Pero no sé si es esa la única razón. Quizá haya algo más. Me gustaría poder decir que ha sido un error o un simple polvo, pero me temo que no sería sincero. Creo que por ti, por Alice y por mí mismo, debería averiguar qué es lo que siento.