El resto del verano fue una pesadilla constante para Tanya. Tras acabar la posproducción, a finales de mayo, regresó a Marín. Una semana más tarde, celebraron la graduación de las mellizas, una ceremonia que se caracterizaba por una gran pompa y emotividad. Peter tuvo el buen gusto de no llevar a Alice. Al día siguiente, informaron a sus hijos de que se divorciaban. Toda la familia, incluidos Peter y Tanya, se echaron a llorar. Megan dijo que se alegraba por Alice, pero que sentía lástima por su madre y le dio un enorme abrazo. Molly estaba destrozada y Jason absolutamente contrariado, aunque le quedaba el consuelo de que James -el hijo de Alice- era un gran amigo suyo.
Pese a que sus hijos estaban muy apenados, Tanya había creído que les afectaría mucho más. Lo cierto era que los tres querían a Alice y, aunque lo sentían por su madre, de algún modo para ellos tenía cierto sentido todo lo sucedido. No podían decírselo a Tanya, pero, en su fuero interno, les parecía que su padre y Alice hacían mejor pareja.
Tanya les contó que haría otra película en octubre, pero ninguno de ellos se mostró demasiado sorprendido. Cuando preguntaron si seguirían yendo a Tahoe, Tanya les dijo que sería ella quien les acompañaría. En aquellas fechas, Peter y Alice estarían visitando a unos parientes de ella en Maine. Todo resultó de lo más civilizado y perfectamente organizado. Jason y las mellizas podrían alojarse en la casa que eligieran, bien con su madre en Marin o bien en el hogar que su padre formase con Alice. Para los chicos, iba a ser un cambio mucho más simple que si Peter se hubiera ido a vivir con otra persona.
Al día siguiente de darles la noticia, Peter se trasladó a la casa que Alice había comprado en Mili Valley y en la que ella llevaba ya un mes viviendo. Acababa de firmar los papeles para la venta de su casa en Marin y, al parecer, los nuevos inquilinos eran una agradable familia con hijos adolescentes. Todo parecía ir desarrollándose con total -o casi total- normalidad. Era un período de transición.
Solo la vida de Tanya parecía haberse derrumbado y desintegrado y únicamente esperaba volver al trabajo para poder apartar de su mente todo lo demás. En aquellos momentos, su vida le resultaba odiosa; tan solo salvaba de ella a sus hijos. Aunque sabía que no era una compañía muy agradable para ellos en aquellos momentos. Estaba demasiado deprimida. Sin embargo, cuando fueron a Tahoe, sintió que recuperaba parte de su esencia y, a pesar de todo lo ocurrido, todos lograron disfrutar de la estancia, incluida Tanya.
En Tahoe, empezó a trabajar en el guión de Gone, que era el título de la nueva película. Aunque la historia era muy deprimente, iba tan acorde con el alicaído ánimo de Tanya que disfrutaba y le gustaba. Douglas la llamaba de vez en cuando y le preguntaba cómo iba el trabajo. Creía que con este guión, Tanya ganaría un Oscar y que, además, no sería el último.
A finales de agosto, cuando Jason y Megan fueron a la Universidad de Santa Bárbara, Peter y Alice les acompañaron. Tanya fue sola en su coche. Era la primera vez que veía a Alice en varios meses y, aunque fue doloroso, consiguió sobrellevarlo. No se dirigieron la palabra. El que más incómodo estaba era Peter.
A la semana siguiente, acompañaron a Molly a la Universidad de California. Tanya iba a alojarse de nuevo en el bungalow 2 del hotel Beverly Hills, así que estaba entusiasmada porque Molly viviera en Los Angeles. El día que dejó a Molly en su nueva residencia, Tanya se instaló en el hotel y aquella misma noche su hija fue a cenar con ella. Pidieron la cena al servicio de habitaciones y estuvieron riéndose como dos chiquillas. Para Tanya, el bungalow era ahora su hogar. Estaba sorprendida de haber podido sobrevivir a los últimos cinco meses de su vida. Desde que Peter le anunció su decisión, había sido el período más duro de su vida. Pero, por imposible que le pareciera en aquel momento, había sobrevivido. Y ahora, con la nueva película, iba a olvidarse de todo. El trabajo era su salvavidas, la resurrección de la que Max le había hablado. El director tenía razón.
Al día siguiente se encontró con Douglas en su oficina para discutir el guión. Conoció a la directora de la que tan bien había oído hablar y a Tanya le agradó. Ambas tenían la misma edad y descubrieron que tenían muchas cosas en común. Las dos habían estudiado en la Universidad de Berkeley en la misma época, aunque nunca habían coincidido. Tanya supo que disfrutaría trabajando con ella. Después de su primer año de novata, se sentía ya como una veterana. Iba a ser una película difícil de rodar, pero sería maravilloso escribirla.
Después de la reunión fueron a comer los tres a Spago, y luego Douglas acompañó a Tanya al hotel y se interesó por sus impresiones.
– Creo que es una mujer muy interesante -dijo Tanya con sinceridad-. Es increíblemente brillante.
La directora era una mujer muy atractiva, y aunque Tanya se preguntó si a Douglas le gustaría, no se atrevió a hacerle ningún comentario al respecto. El productor era enormemente discreto sobre su vida privada y, además, no era asunto suyo. Tanya sabía que le gustaba lucir a mujeres importantes cogidas de su brazo, mujeres que pudiera mostrar como trofeos, pero no prototípicas muñecas. Le gustaban las mujeres inteligentes y, sin duda alguna, Adele Michaels lo era. Estuvieron hablando de ella durante todo el camino de vuelta al hotel.
– Me alegro de que te guste -dijo Douglas, relajado-. Por cierto, ¿cómo te ha ido el verano? No te lo he preguntado.
– Interesante -contestó Tanya con franqueza.
Ahora se sentía más relajada con Douglas que el año anterior, cuando todo era nuevo y su presencia la intimidaba sobremanera. Aunque, sin duda, Douglas Wayne era un hombre que podía intimidar, ya no la asustaba. Eran casi como viejos amigos.
– Peter se fue a vivir con su nueva novia y las chicas se han ido ya a la universidad. Así que el nido está vacío finalmente. Todos hemos volado, incluidos Peter y yo -concluyó Tanya con una triste sonrisa.
Pensó en lo mucho que había cambiado su vida en un año. Ahora estaba de nuevo en Hollywood y el bungalow 2 sería su hogar durante el rodaje de una nueva película.
– Sospecho que tenías razón -continuó Tanya-. Mi vida en Marin ha terminado, por lo menos por ahora.
Y probablemente para bien.
– Me alegro -confesó Douglas con rotundidad-. No podía imaginarte allí.
Durante veinte años, había sido el lugar perfecto para Tanya y su familia. Ahora debía encontrar su camino y construir una nueva vida. Todavía se estaba haciendo a la idea y a veces le resultaba tremendamente chocante.
– ¿Qué te parece pasar el domingo en mi piscina? Las mismas reglas de siempre. Sin hablar, solo para relajarnos.
Tanya sabía que en cuanto empezasen el rodaje de la nueva película, su día a día se convertiría en un caos, así que el plan le resultó apetecible. Recordaba con agrado el domingo que habían pasado juntos, particularmente el recital de Douglas al piano. Confiaba en que volviera a deleitarla.
– Esta vez intentaré no roncar -comentó jocosamente Tanya-. Gracias por la invitación.
– El domingo a las once. Y una noche de estas, cenaremos sushi. Quizá la semana próxima, antes de que empiece toda la locura.
Pronto empezarían con las reuniones de preproducción y, ahora que había conocido a Adele, Tanya tenía ganas de arrancar. Seguro que era interesante trabajar con ella.
Douglas puso en marcha su nuevo Bentley y Tanya le hizo un gesto de despedida. Después, se retiró a su bungalow y estuvo trabajando en el guión hasta bien avanzada la tarde, inspirada por la reunión. Cuando apagó el ordenador, hizo esfuerzos para no pensar en Peter. Era muy extraño volver a estar en el bungalow 2 y ya no ser su esposa. Habían iniciado los trámites del divorcio en junio y terminarían en diciembre. Veinte años de su vida habían volado; solo quedaban los hijos y una casa a la que ya no quería regresar. Peter pertenecía ahora a Alice y el bungalow del hotel se había convertido en el hogar de Tanya. Qué vueltas tan extrañas y tristes daba la vida…