Tanya salió a cenar con Molly el sábado por la noche y pasaron una agradable velada. Llamaron a Jason y a Megan desde el móvil de Tanya y disfrutaron de la maravillosa sensación de estar todos más cerca los unos de los otros. Era particularmente gratificante para Tanya tener a Molly, con quien siempre se había sentido muy unida. Durante la cena hablaron del divorcio y Molly reconoció que todavía estaba alucinada por la decisión de su padre. La muchacha le insistió a su madre en que tenía que seguir adelante por duro que fuera y también se interesó por saber si le apetecía salir con alguien, a lo que Tanya, con sinceridad, le respondió que no le apetecía en absoluto. Ni podía imaginarse saliendo con nadie, ni, muchísimo menos, acostándose con un hombre que no fuera Peten Había estado con su marido veintidós años y se le hacía inimaginable salir con otro hombre.
– Un día de estos tendrás que hacerlo, mamá -la animó Molly.
– No es algo que me preocupe. Prefiero trabajar.
Después, estuvieron hablando de los chicos interesantes -Molly había conocido ya a un par- que asistían a la Universidad de California. Más tarde, Tanya acompañó a su hija de vuelta a la residencia.
Al volver al hotel, se quedó tumbada en la cama recordando su conversación con Molly. La idea de salir con alguien le parecía aterradora. Aunque Peter estaba con otra mujer, ella seguía sintiéndose su esposa. No podía concebir estar con otra persona y no tenía ningunas ganas de tener una cita. Lo único que quería era ver a sus hijos y trabajar en la nueva película. Las citas las dejaba para más adelante, aunque quizá nunca más le apetecería salir con nadie.
A la mañana siguiente y tal como habían quedado, Tanya cogió un taxi hasta casa de Douglas para pasar una tranquila mañana de domingo. El productor se mostró tan hospitalario como en la anterior ocasión, el día fue igualmente relajado, el tiempo era aún más hermoso y durante la comida estuvieron charlando acerca de la película entre otras cosas. En lugar de dormir, Tanya estuvo nadando en la piscina. En definitiva, fue un día agradable y placentero. Douglas se mostraba tan tenso en las reuniones de producción y en el plató, que Tanya no pudo evitar volver a sorprenderse de lo fácil que resultaba tratar con él en su casa, especialmente en aquellas relajadas mañanas de domingo en su piscina. Era una compañía agradable y, para sorpresa de Tanya, no solo la ayudó a hacer el crucigrama de The New York Times, sino que se le daba particularmente bien.
– ¿Qué tal llevas los cambios en tu vida? -le preguntó Douglas por la tarde cuando estaban sentados en sendas hamacas el uno junto al otro.
El productor era consciente de que Tanya debía de estar haciendo un gran esfuerzo para adaptarse al divorcio y que para ella tenía que haber sido una decepción enorme después de defender con tanta convicción su matrimonio. Jamás había pensado que le ocurriría algo así y sabía que Tanya tampoco lo habría imaginado nunca. No conocía a ciencia cierta qué había pasado pero sabía que a Tanya le había roto el corazón. Le parecía que estaba muy delgada y a veces especialmente triste, pero también daba la impresión de que estaba saliendo adelante, lo que despertaba la admiración de Douglas. La había invitado a la piscina para animarla un poco.
– ¿Sinceramente? -preguntó Tanya a modo de respuesta-. No lo sé. Creo que estoy conmocionada. Hace un año creía estar felizmente casada con el hombre más maravilloso del mundo. Hace nueve meses descubrí que me había sido infiel y hace seis me dijo que quería divorciarse para irse a vivir con la que había sido mi mejor amiga, la misma mujer con la que me había sido infiel. Dentro de tres meses estaré divorciada. La cabeza me va a mil por hora.
Douglas asintió. Realmente no era para menos. El matrimonio se había desintegrado a una velocidad supersónica. Si a Douglas le parecía muy precipitado, no quería ni imaginar lo terrible que debía de ser para ella.
– Francamente, es increíble -le dijo mirándola con preocupación-, pero pareces llevarlo bastante bien, ¿no?
– Creo que sí -respondió Tanya agradeciendo la amabilidad de Douglas, tan opuesta a la dureza que mostraba en el trabajo-. No sé qué grado de desesperación es el apropiado en estas situaciones. ¿Debería estar desquiciada? Porque a veces es como me siento. Me despierto y creo haberlo soñado. Entonces, la realidad me golpea de nuevo con toda su fuerza. A decir verdad, no es la mejor manera de despertarse.
– Yo también me he sentido así a veces -confesó Douglas-. A todos nos ha sucedido algo parecido. El truco consiste en salir de ello con la menor amargura y el menor daño posible. No es fácil. Todavía llevo conmigo la amargura de algunas de las experiencias de mi vida, y eso me asusta. Supongo que tú te sientes así. Por lo que cuentas, ha sido todo muy repentino.
– Sí. Yo creía que tenía un matrimonio feliz. Eso demuestra que no me entero de nada, así que no me pidas nunca consejo en cuestiones sentimentales. Sigo pensando que mi marido… bueno, mi ex marido -dijo Tanya con gran esfuerzo- perdió un poco el juicio. Por no hablar de la nula integridad de mi mejor amiga. Realmente ha sido muy decepcionante.
– ¿Has salido con alguien? -preguntó Douglas, siempre intrigado por la personalidad de Tanya y atraído por su inteligencia y su brillante escritura.
Tanya se echó a reír.
– Es como si preguntaras a las víctimas de Hiroshima si han asistido últimamente a algún bombardeo -bromeó-. No estoy precisamente deseando volver a intentarlo. Tal vez me he quedado escarmentada para el resto de mi vida. Mi hija me comentaba ayer que tenía que volver a salir, pero no estoy de acuerdo.
Tanya se quedó mirando la piscina fijamente, recordando los últimos meses. Cuando lo pensaba con detenimiento, sentía que la cabeza le iba a estallar, así que intentaba evitar darle vueltas.
– A mi edad -continuó- no necesito volver a casarme. No quiero tener más hijos y no estoy muy segura de querer salir con nadie. Bueno, más bien estoy convencida de que no quiero salir con nadie. No quiero arriesgarme a que me rompan de nuevo el corazón. ¿Qué sentido tendría?
– No te meterás a monja, ¿verdad? Pero tampoco puedo imaginarte sola para el resto de tu vida -dijo Douglas sonriendo con amabilidad-. Sería una terrible pérdida. Un día de estos tienes que armarte de valor.
– ¿Por qué?
– ¿Y por qué no?
Tanya volvió a mirar el agua de la piscina y finalmente contestó:
– No tengo respuesta para ninguna de las dos preguntas.
– Eso es porque todavía no estás preparada -dijo él con pragmatismo.
Tanya asintió. Se le hacía extraño discutir su vida sentimental -o más bien la falta de ella- con Douglas.
– Decir que no estoy preparada es quedarse un poco corto. En realidad, llevo un tiempo como candidata a los Paralímpicos -explicó Tanya, que llevaba meses sin apenas energía, algo muy poco habitual en ella, como consecuencia del mazazo del abandono de Peter-. De todos modos, las citas nunca me han parecido divertidas. Tener que arreglarse y coquetear porque sí… Ni siquiera cuando estaba en la universidad me gustaba. Los hombres no hacían otra cosa que incumplir promesas, cancelar las citas o dejarme plantada. Lo detestaba. Hasta que conocí a Peter.
Pero, al final, Peter se había llevado la palma: había roto la promesa más importante, y de paso, su corazón.
– Es agradable salir con la persona adecuada de vez en cuando -la animó el productor.
Douglas tampoco era de los que necesitaba estar siempre en pareja. Prefería la compañía ocasional de mujeres inteligentes y, muy de vez en cuando, de mujeres glamourosas. Le gustaba lucirlas como si fueran complementos. Ahora que hacía un año que le conocía, Tanya le veía como un hombre solitario, pero debía reconocer que le gustaba salir a cenar con él y discutir sobre el guión o sobre otros aspectos de su profesión.